¿Cuántos libros tiene que leer un niño para mejorar su lenguaje?
18.04.2011
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18.04.2011
Tras visitar una escuela con excelentes resultados en Estados Unidos, Michael Gove, ministro de Educación inglés, propuso replicar en su país la siguiente campaña: “50 libros por año”. Estos son los estándares de lectura que las escuelas públicas inglesas debiesen exigir a los niños de 11 años, para mejorar sus niveles de lenguaje, exigió el ministro.
La preocupación de Gove arranca de estadísticas como las siguientes: un estudio de diciembre de 2010 realizado entre diversos países concluyó que los estándares de lectura entre los adolescentes británicos habían bajado del lugar 15 al 25. “La gran mayoría de los adolescentes lee uno o dos libros como parte de las exigencias de su programa escolar. Las escuelas debiesen subir la vara, exigiendo a los estudiantes haber leído un gran número de libros al terminar la primaria y mientras cursan su educación secundaria”, destacó Gove.
Pero la idea de establecer un número ideal de textos por leer, activó la reacción de reconocidos escritores e ilustradores de libros infantiles. Anthony Browne, autor de bellos libros álbum como Mi papá, Mi hermano y El libro de los Cerdos (aquí puede escuchar una entrevista a este escritor), le dijo al ministro que más importante que establecer indicadores, era mantener políticas públicas que hoy están desapareciendo en Inglaterra, como el acceso gratuito a bibliotecas de calidad.
«Siempre es bueno saber que la importancia de la lectura infantil se reconoce, pero en lugar de establecer un número arbitrario de libros que los niños deben leer, siento que es la calidad de la lectura que los niños experimentan lo que realmente importa. El placer, el compromiso y el disfrute de los libros es lo que cuenta”, declaró Browne al diario The Guardian.
En la misma línea, Miranda McKearney, directora ejecutiva de The Reading Agency, una institución cuyo objetivo es incentivar la lectura, planteó que era fundamental sacar la discusión de los límites de la escuela, pues el desafío es también para las familias y a nivel de políticas públicas. «Muy a menudo la discusión acerca de cómo incentivar a los niños a leer se centra sólo en las escuelas, pero las bibliotecas y las familias desempeñan un papel clave”, dijo. «No vamos a terminar con estos problemas a menos que construyamos un enfoque más sistémico”, propuso.