Chile, el Bull Trap Elegante: Del Sueño de Progreso a la Fuga de Futuro
30.06.2025
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30.06.2025
Señor Director:
El estallido social de 2019 no solo fue un síntoma de desigualdad, sino también un catalizador que aceleró la salida de capital, talento y confianza. Entre un 5% y un 8% del capital privado formal dejó el país en menos de dos años: inversiones, ahorros, mudanzas familiares y emprendimientos que hoy tributan y apuestan por otros mercados. Lo mismo ocurre con jóvenes y profesionales que se van, o con startups que despegan desde afuera porque sienten que en Chile el techo es demasiado bajo y la cancha, demasiado cerrada.
Pero la trampa no termina ahí. El país sigue operando sin urgencia tecnológica, formando miles de profesionales en carreras largas y rígidas, muchas veces guiados por profesores sin experiencia real fuera del mundo académico. Los títulos nacionales, “Ingeniería Civil X”, “Ingeniería Comercial”, “Ingeniería en Turismo”, suenan bien en casa, pero pesan poco en el mercado internacional, donde lo digital y la adaptabilidad mandan. Así, el chileno que busca oportunidades afuera descubre que su currículum no traduce y que la innovación local es apenas una nota al pie en un mundo que avanza a mil por hora.
A esto se suma un bloqueo financiero estructural: las AFPs, que administran buena parte del ahorro nacional, no tienen interés real en apostar por startups ni en diversificar el riesgo productivo. Prefieren dejar el capital en manos de un grupo reducido de empresas y sectores tradicionales, reforzando el círculo cerrado y dejando fuera a la nueva economía. El resultado: las grandes ideas buscan capital afuera, y el país pierde su oportunidad de crecer por vías distintas al cobre y al retail.
Como si fuera poco, todo este ciclo está reforzado por un clasismo rígido, que pareciera estar diseñado solo para mantener a cada quien en su lugar y evitar que la élite asuma riesgos reales. Aquí, más que competir por innovar, se compite por conservar privilegios y defender la posición heredada. El resultado es una receta perfecta para quedarnos atrás: talento y capital que emigran, falta de riesgo, y una sociedad que se especializa más en administrar lo que tiene que en imaginar lo que podría ser.
Mientras tanto, la inteligencia artificial y la automatización reconfiguran economías, empleos y sociedades, pero en Chile la conversación sigue atrapada en modelos educativos y laborales del siglo pasado. Persistimos en la lógica del alumno obediente y la carrera “de prestigio”, justo cuando el resto del mundo premia la creatividad, la flexibilidad y la capacidad de aprender por cuenta propia.
No reconocer que la fuga de capital, talento y ambición tecnológica está vaciando a Chile por dentro solo garantiza un futuro más predecible, pero también más pobre y con menos opciones. El país que alguna vez prometió progreso, hoy es el bull trap más elegante de Sudamérica: invita a subir, pero camina decidido hacia el lado opuesto, perdiendo en el trayecto no solo dinero, sino la capacidad misma de reinventarse y competir.