Sobregiro ecológico y la crisis de gobernanza política
28.05.2025
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28.05.2025
El 17 de mayo recién pasado Chile consumió todos los recursos disponibles en nuestra naturaleza para el año en curso, según estimaciones de Global Footprint Network. La autora de esta nota que pese a los avances en los últimos años, hay serios indicios de retroceso en el cuidado del medio ambiente. Sostiene que «necesitamos políticas públicas que avancen en la protección de los ecosistemas, entendiendo que sólo así podemos pensar en sociedades seguras, resilientes y prósperas económicamente».
Según las estimaciones de la organización internacional Global Footprint Network, este 17 de mayo Chile consumió todos los recursos disponibles en nuestra naturaleza para el año en curso; algo que es conocido como «sobregiro ecológico» e indica la fecha estimada en que las demandas de cada país sobrepasan lo que el planeta es capaz de regenerar.
No sólo es preocupante que nuestro país sea el primero de la región (por sexto año consecutivo) en llegar al sobregiro, sino que además cada año lo estamos alcanzando de manera más precoz: si en 2021 agotamos nuestros recursos anuales el 29 de julio, este 2025 nos hemos adelantado más de 70 días.
Pese a los declarados esfuerzos del Estado de Chile -a través de la firma de acuerdos internacionales o regulaciones como la Ley Marco para el Cambio Climático, por ejemplo-, lo cierto es que cada año estamos emitiendo más gases de efecto invernadero de los que nuestros ecosistemas son capaces de absorber.
Poco parece importar esta realidad a buena parte del sector privado, que considera que un crecimiento económico en torno al 2% en el país es “deficiente”, mientras que candidatos presidenciales prometen alzas al 4% o 5%. En este escenario, parece justo preguntarse, en qué planeta viven si consideran que el crecimiento sin límites y la explotación de recursos a destajo son posibles hoy.
Un ejemplo de esta mezquindad es evidente en el manejo de los residuos de plástico en el país: es conocido que en Chile se consumen cerca de 990 mil toneladas cada año y que sólo se reciclan 83.679 toneladas (un 8,5%). Por eso, cuesta entender que el Congreso sucumba ante el lobby de grandes cadenas de comida rápida y no sólo retrase la entrada en vigencia de la última etapa de la Ley 21.368 -que regula la entrega de plásticos de un solo uso y botellas plásticas-, sino que además desde el Senado se presente un nuevo proyecto de ley para modificar la mencionada normativa, permitiendo la entrega de productos desechables de un sólo uso (como envases biodegradables y/o valorizables que se puedan reciclar o recuperar, lo que se podría entender también como plásticos), implicando una enorme regresión en la materia y atentando contra el espíritu original de la ley.
Lamentablemente, muestras de esta avaricia hay por todas partes. En un escenario donde comenzamos a consumir las reservas del planeta en sólo 4 meses y fracción, cuesta entender que se sigan sacrificando ecosistemas completos para la explotación de recursos que enriquecerán a unos pocos; que se arrase con dunas y humedales para el avance de la industria inmobiliaria, o que al interior de áreas protegidas operen industrias tan degradantes como la salmonera.
Cada vez que tenemos la posibilidad de dar un paso al frente para hacernos cargo de nuestras emisiones y poder prepararnos mejor para enfrentar la triple crisis planetaria (climática, de contaminación y de biodiversidad), nuestra clase política parece tomar la ruta menos obvia y avanzar directamente en dirección contraria: atacando al movimiento medioambiental, proponiendo desregular y dejando a las comunidades en mayor indefensión.
Necesitamos que la clase política tome decisiones mirando la evidencia científica y escuchando a los territorios más afectados. Necesitamos políticas públicas que avancen en la protección de los ecosistemas, entendiendo que sólo así podemos pensar en sociedades seguras, resilientes y prósperas económicamente.
Necesitamos no perder la esperanza de que todavía es posible ajustar el rumbo y generar los cambios necesarios. Como tan bien aseguraba el recién fallecido Pepe Mujica, hoy no enfrentamos una crisis ecológica solamente, sino una crisis de gobernanza política. Una crisis marcada por la falta de liderazgo, por la avaricia, la codicia y la falta de posiciones de encuentro respecto de la urgencia global que estamos viviendo.