UN SOBRINO DE LA MUJER QUE LO SACÓ Y EL PROPIO ERNESTO REVELAN CÓMO SE CONCRETÓ LA FUGA
Un niño rescatado de la dictadura: Ernesto Lejderman tenía dos años cuando lo sacaron por Pudahuel dentro de una maleta
10.09.2025
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UN SOBRINO DE LA MUJER QUE LO SACÓ Y EL PROPIO ERNESTO REVELAN CÓMO SE CONCRETÓ LA FUGA
10.09.2025
Elda Basteiro trabajaba en Aerolíneas Argentinas cuando en 1974 le pidieron que sacara de Chile a un niño de dos años: Ernesto Lejderman, cuyos padres habían sido acribillados por militares en una mina abandonada al interior de Coquimbo. Elda puso al pequeño dentro de una maleta y burló los controles del aeropuerto de Pudahuel, para entregarlo en Buenos Aires a sus abuelos, quienes habían pedido apoyo al presidente Juan Domingo Perón. Hasta hoy, ya con 80 años, Elda no habla de este episodio para proteger a otros involucrados. Pero, su sobrino Fabio Basteiro y el propio Ernesto Lejderman conversaron con CIPER y revelaron detalles inéditos del rescate. Una historia que involucró a dos monjas, un presidente argentino, un militar chileno que llegaría a ser comandante en Jefe y una mujer valiente.
“Me sacaron encerrado en una maleta por el aeropuerto”. Ernesto Lejderman Ávalos cuenta que tenía apenas dos años cuando escapó de forma clandestina de Chile. Eludió los controles de la terminal aérea de Pudahuel el 14 de enero de 1974, un mes después de que una patrulla del Ejército acribillara delante de él a sus padres, Bernardo y María del Rosario, en una zona rural de la Región de Coquimbo. La mujer que lo rescató fue Elda Basteiro, una funcionaria y dirigenta sindical de Aerolíneas Argentinas, quien viajó a Santiago por encargo de los abuelos paternos del niño, quienes días antes se habían reunido con el presidente de ese país, Juan Domingo Perón, para pedirle que interviniera.
Los detalles del rescate jamás fueron entregados siquiera a la justicia, para proteger a quienes participaron en la operación. De hecho, la principal involucrada, Elda Basteiro, a sus 80 años aún se resiste a hablar del tema. Pero, CIPER conversó con su sobrino Fabio Basteiro y también con el propio Ernesto Lejderman -quien en los hechos es el primer nieto recuperado argentino- y pudo reconstruir las claves de una historia que involucró a dos monjas, un presidente argentino, un militar chileno que llegaría a ser comandante en Jefe y a Elda “Coca” Basteiro.
Estos son los hechos y los testimonios.
La historia comenzó a gestarse el 8 de diciembre de 1973, cuando una patrulla militar enrumbó hacia una mina abandonada en Gualliguaica, al interior de Coquimbo. Iban guiados por Luis Ramírez, un campesino sin militancia política al que habían torturado de manera reiterada desde el día anterior, tras detenerlo en su casa, frente a su familia, luego de recibir información de que éste ayudaba a militantes de izquierda extranjeros, escondidos en su predio.
Comandados por el capitán Fernando Polanco, quien ascendería hasta general, los uniformados dejaron a Ramírez a unos mil metros del lugar en que estaba oculto el matrimonio formado por el argentino Bernardo Lejderman y la ciudadana mexicana María del Rosario Ávalos, según pudo acreditar la investigación judicial de este crimen (vea ese dictamen) y el Informe Rettig (vea ese documento).
La pareja permanecía en aquel refugio desde el 11 de septiembre de 1973, junto a su pequeño hijo Ernesto. En esas circunstancias, forjaron una relación con Ramírez, quien descubrió de manera causal su presencia en esos terrenos y comenzó a proveerles alimentos y ayuda.
Ante la Justicia, Ramírez dijo que sintió disparos y que luego los miembros del Ejército le ordenaron que cavara una tumba, para enterrar a María del Rosario Ávalos. Luego le dijeron que los restos de su esposo quedarían al aire libre, para que se los comieran los animales. Luis Ramírez, sin embargo, volvió al día siguiente y le dio sepultara de manera clandestina en ese mismo lugar.
Este lugareño -hoy fallecido- fue también quien observó cómo los militares se llevaban al hijo del matrimonio asesinado. El niño sería entregado por el entonces teniente Juan Emilio Cheyre, quien entre 2002 y 2006 se transformaría en comandante en jefe, a las monjas de la Congregación Hermanas de la Providencia.
Con los años, aquel niño declaró a la Justicia que se había reunido en reiteradas ocasiones con Luis Ramírez, el hombre que había inhumado a sus padres. “Me miró a los ojos y me contó todo lo que pasó, me dijo ‘yo conduje a los militares adonde estaban ustedes, pero lo hice amenazado y porque me habían torturado’”, recordó Ernesto Lejderman en tribunales. También dijo ante los jueces que tenía sólo algunos recuerdos de esas horas clave: “Mi mama ya mal herida conversaba con los militares y después fue rematada por otra balacera de metralleta”.
Juan Emilio Cheyre (Créditos: Francisco Castillo / Agencia Uno)
Fue en esas circunstancias que las religiosas que recibieron al pequeño Ernesto contactaron al cónsul de Argentina en La Serena, Telémaco González, quien a su vez logró comunicarse con Herz Lejderman y Elisa Konujowska, padres de Bernardo, afincados en Buenos Aires. Enterados de lo sucedido, ellos gestionaron entonces una reunión con el presidente Juan Domingo Perón, la que se efectuó en el verano de 1974, para pedirle que los ayudara a rescatar a su nieto Ernesto. Así, desde la cancillería argentina comenzaron a apoyarlos.
“La que iba a viajar a rescatarme era mi abuela, pero desde la cancillería argentina le aseguraron que corría peligro su vida. Habían matado a mis padres, ¿por qué no lo iban a hacer con ella? Era riesgoso hasta para mí. Entonces, ahí aparece Bernardo Drechler, un amigo de mi papá que estaba emparejado con Elda ‘Coca’ Basteiro, una mujer que trabajaba en Aerolíneas Argentinas y cuya familia había estado ligada siempre a la conducción sindical de esa empresa”, recordó Ernesto Lejderman para CIPER.
La versión fue confirmada por el sobrino de “Coca”, el otrora futbolista y diputado Fabio Basteiro, quien hasta hoy es también dirigente de Aerolíneas Argentinas. “En esa época, mi viejo, Héctor Basteiro, era el secretario de organización del sindicato y mi tía [Elda] la delegada general. Esto permitía que tuvieran un diálogo muy cercano con los tripulantes, el piloto y el jefe de base en cualquier vuelo. En Argentina, en esa época, los sindicatos influían mucho en los nombramientos de las empresas estatales”, explicó Fabio Basteiro a CIPER en un café de Buenos Aires.
Su tía “Coca” Basteiro (80), quien hoy está enferma y casi no recibe visitas, era socióloga y en 1974 trabajaba en el sector administrativo de Aerolíneas Argentinas, tras desempeñarse antes en los hangares de Ezeiza.
Ni los Lejderman ni los Basteiro contaron jamás el detalle del rescate ante tribunales, debido a los resquemores de “Coca”, la mujer que encabezó aquella operación en 1974. Hoy, sin embargo, han decidido relatar detalles a CIPER en un café de Buenos Aires. En concreto, señalan que después de coordinar la devolución clandestina de Ernesto a su familia, dos monjas de la Congregación Hermanas de la Providencia aparecieron en el aeropuerto de Pudahuel el 14 de enero de 1974.
“Tenían un miedo enorme, estaban aterradas. Me dejaron y se fueron corriendo. Ni siquiera intercambiaron una palabra con ‘Coca’ quien me fue a buscar”, dijo Ernesto Lejderman a CIPER. Con los años, él supo que una de esas religiosas era María Ibarra y logró reunirse con ella, antes de que falleciera, al igual que hizo con Luis Ramírez, el primer testigo del caso.
Así, una vez que “Coca” tuvo al niño en sus brazos, lo metió en una maleta con orificios y lo sacó del país sin pasarlo por policía internacional, según coincidieron en señalar a CIPER Fabio Basteiro, Ernesto Lejderman y Lorena Fernández, pareja de este último. Una vez que “Coca” Basteiro eludió los controles de policía internacional, sacó a Ernesto de la maleta y lo llevó a Argentina sentado en un asiento, como cualquier otro pasajero. En el aeropuerto de Ezeiza, los abuelos de Ernesto lo estaban esperando con un auto de juguete de color rojo que quedó grabado en la fotografía familiar que registró ese momento.
De hecho, y corroborando esta versión, la investigación judicial demostró que no existe ningún registro de su salida en policía internacional. Es decir, Ernesto Lejderman efectivamente salió de Chile sin que ningún tribunal ordenara su restitución a sus abuelos paternos, como él mismo lo confirmó ante la justicia (vea su declaración).
“En esa época -agregó Fabio Basteiro en la entrevista con CIPER- salieron muchas personas así desde Argentina. Yo mismo saqué gente del MIR desde acá, hablando con las tripulaciones. La diferencia es que esto se hizo en Chile”.
En los primeros años después del rescate, “Coca” solía ir a visitar a Ernesto y lo sacaba a pasear. Pero, luego ella misma debió exiliarse en Barcelona, debido a que la policía detuvo a Bernardo Drechler, su pareja, quien la había vinculado con la historia de los Lejderman.
Por ello, los Lejderman y los Basteiro perdieron el lazo, hasta que de casualidad Ernesto y Fabio volvieron a encontrarse. “Un día veo el reportaje sobre él en Página 12 y me doy cuenta del nexo, que la persona que yo conocía simplemente como Ernesto era Ernesto Lejderman. Era una historia que mi tía me había contado muchas veces durante su exilio en Barcelona”, relató Fabio.
El 25 de mayo de 2009, la Sala Penal de la Corte Suprema dictó sentencia definitiva en la investigación por los homicidios calificados de Bernardo Lejderman y María del Rosario Ávalos. Los militares Fernando Polanco, Héctor Vallejos y Luis Gallardo, fueron condenados a cinco años y un día de presidio.