Señor director:

Las proyecciones del déficit de profesores a un nivel crítico para 2025, los más de 50 mil estudiantes que no volvieron a la escuela en 2022, el desgaste y agobio en los docentes tras la crisis sanitaria de los años anteriores, y los problemas matemáticos y de lectura en los estudiantes de la educación inicial evidencian un desolador panorama en el sistema escolar actual. Hace falta una gran fuente de inspiración para dar respuesta a todas las variables esbozadas previamente; algunas son efecto de la pandemia y, ciertamente, lo que se pierde en dos años no se recupera en los dos siguientes. Sin embargo, la falta de profesores y profesoras hacia 2025 no es de corta data. Hace más de cinco años que este dato ya estaba dando vuelta, y lo más preocupante, es que es una cifra “en progreso”; es decir, su número ya no es el mismo del año anterior. Si la base del sistema educativo son los profesores y profesoras, y el aprendizaje es un proceso que requiere la mediación de la docencia, ¿por qué no se ha diseñado una política pública, de mediano y largo plazo que permita abordar esta problemática?; ¿acaso las autoridades de nuestro país, sin distinción de algún tipo, consideran que la educación puede quedar en manos de cualquier persona? O, quizás, hay quienes piensan que puede ser solucionado de una forma rápida, tal como se hizo en los años 60 por efectos de la política de ampliación de la base educativa impulsada por el expresidente Eduardo Frei Montalva. Los esfuerzos realizados hasta el día de hoy no han sido suficientes, la Beca Vocación de Profesor, la disminución de horas lectivas, la prohibición de formar docentes por parte de los institutos profesionales y otras de menor impacto no han logrado atraer a más interesados en la tarea docente. Tal vez es el momento de dejar de pensar en otros modelos educativos como el de Finlandia y centrarse en Chile, para así generar una política que aborde la crisis que se encuentra a la vuelta de la esquina.