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Comentarios (6)

Carmen | 16.04.2011
Estimado Felipe, En primer lugar quiero entregarles a Fernando Battle, James Hamilton, José Murillo y Juan Carlos Cruz mis más sinceras felicitaciones por la valentía de compartir con la sociedad sus crudos testimonios, mi profunda admiración por poner sus dolorosas historias al servicio del bien común, y también, mi sincero y humilde elogio por el coraje que tuvieron para detenerse, mirarse y mirar, y así poder transitar por el difícil proceso mental y psicológico de “ponerle nombre “a la agresión. Sé muy bien que esos procesos conllevan mucho tiempo, mucha honestidad, mucho dolor y una profunda pena; es un duelo de conciencia. Las personas que no han vivido el abuso jamás podrán imaginar lo complejo y doloroso que es mirar de frente “la culpa” –el más vil invento de la iglesia católica, mi iglesia-, para así poder empezar a ordenar la mente y las emociones e iniciar el proceso de distinguir al victimario de la víctima, -o sea, el otro de uno mismo-. Solo entonces, -luego de tiempos de maduración que son absolutamente personales- se está preparado para unir esa conciencia (construida al revivir los hechos más dolorosos) con una espectacular dosis de coraje y valentía, y finalmente poder tomar la decisión de denunciar y alejarse. Esa decisión es tal vez tan dura como aquella de mirar la culpa para desmenuzarla y así transitar hasta rearmarse personalmente. Si Felipe, créeme, el abuso destruye hasta los cimientos del ser abusado; sangra y duele el alma, el corazón, el cuerpo y la mente de la víctima; y no menos de las veces, también es sinónimo de soledad y abandono. El abusador es tan perverso, que destruye alrededor –con las más increíbles artimañas- cualquier posible apoyo que pueda tener la víctima para salir de su cárcel. Me alegro Felipe que tú al parecer no lo entiendas en toda su dimensión, porque eso quiere decir que no lo has vivido. Sin embargo apelo a tu respeto y compasión por las víctimas para que te permitas abrir tu mente y tu corazón para entender que ante el abuso, la edad de 17 o 18 años o incluso 30 o 40, la victima del abuso perverso no siempre tiene conciencia de lo que es bueno y malo, ni tiene conciencia de sus actos ni tampoco de los actos de su abusador. Felipe, lo más paradójico es darse cuenta que el abuso destruye también la conciencia que permite distinguir el “bien del mal”. Eso es lo que hace el abusador, para poder seguir abusando; por eso le doy el adjetivo de perverso. Perdóneme James, Fernando, José y Juan Carlos por atreverme a comparar mi historia con la de ustedes; solo me permito hacerlo para mostrarle a Felipe y a muchos otros, que a veces con 50 años todavía se puede ser incapaz de tener plena conciencia de lo que es “bueno y malo” cuando se es víctima de abuso. Lamentablemente tampoco tiene que ver con el desarrollo intelectual o la preparación profesional: los títulos de doctorado, magíster o profesionales que tengo a mi haber tampoco me ayudaron a protegerme y alejarme de una situación de abuso; incluso me jugaron en contra cuando éstos se aliaron con mi propia vergüenza. También me permito contribuir con esta carta como una forma de agradecerles a los cuatro y especialmente a James ya que, al escuchar su testimonio y haberme visto reflejado en él, me ha permitido empezar a salir desde mi propia cárcel de abuso. Me vi interpretada, y se lo agradezco, y aunque mi historia de abuso no tiene el mismo abusador, es igualmente dolorosa. Yo he sido una mujer abusada por su esposo. Por eso y también, esta carta es una forma de “gritarle” a otras muchas mujeres violentadas y agredidas por sus parejas, para que más temprano que tarde puedan ponerle fin a su propio sufrimiento. Yo he sido víctima por treinta años del abuso y agresión de mi “mar-ido”, incluido el atroz, destructivo y horroroso abuso sexual que finalmente ha sido tipificado en nuestra legislación de violencia intra-familiar. Y tengo algo más –o bastante más- que 17 años. Hoy estoy empezando a salir y solidarizo por ello con ustedes las víctimas y le pido a Felipe y otros como él, que se abran a escuchar si no pueden sentir, desde la compasión y el amor, el dolor del ser humano valiente. James, te entiendo más de lo que crees y desde mi particular vivencia. Sé que además de la profunda pena y dolor que todo esto significa, se acarrea con la rabia, la peor rabia que puede un ser humano cargar: la propia. Mi rabia conmigo misma es por no haber sido capaz de defenderme a mí y A MIS HIJOS, por no haber podido desarrollar la conciencia del abuso y así poder dilucidar que eso no era amor ni mucho menos matrimonio. Hoy vivo con toda la destrucción que trajo consigo el abuso del que fui víctima. Yo he dormido con el “enemigo” en mi propia cama por más de 30 años, mal entendiendo lo que significa defender la institución del matrimonio. Pero he podido salvarme, hay otras mujeres que lo han pagado con su propia vida. Un abrazo y todo mi cariño a todos y cada uno de ustedes. Tengo la más absoluta seguridad que nos mueve un firme convencimiento: construir una mejor sociedad para nuestros descendientes. Carmen
Felipe | 14.04.2011
Primero que nada, que bueno es poder discutir un tema MUY complicado, pero cada uno con sus puntos de vistas, y sin que nadie se sienta atacado. Lamentablemente, al parecer, Fernando se sintió atacado por mis comentarios, pero eso esta lejos de ser mi intención. También tengo claro, que al nunca sufrir ningún tipo de abuso, difícilmente podré entender por lo que Fernando paso, o por lo que Mónica relata.  Los abusos son abusos, independiente de la edad, eso también lo trate de dejar claro. Tengo claro que la única forma que la Iglesia salga de este tema fortalecida, es colaborando con la justicia civil, y transparentado y mejorando los procedimientos ante denuncias de abuso. El único punto que resalte, fue que para mi, una persona de 17 años tiene conciencia de lo que hace. Mantengo mi punto, pero concedo que somos todos distintos, y quizás hay personas más vulnerables que otras, por diferentes motivos, y por lo tanto más susceptibles a "ser abusados" Lo que me molesta, y lo plantea Igor muy bien en su carta, es que algunas personas se sientan en el derecho de criticar a la Iglesia y a sus integrantes (hasta ahi nada malo), pero que al momento que salimos algunas personas a defender ciertos puntos, se nos critique, se nos trate de retrógrados o ser cómplices de los abusos. Incluso, en algún momento, Fernando dice que "no guarda ningún rencor contra mi"¡¡¡ ¿Por pensar distinto?¿Por atreverme a escribir en un medio donde claramente la visión es distinta a los que pienso?¿Por no pensar como él?. Soy de la generación post 73. Soy de aquellos que nacimos después de que el país de polarizo radicalmente, donde por no escuchar incluso llegamos a matar a nuestros vecinos. Si hay algo que nuestra generación posee, es el poder discutir con altura de mira, tratando de no descalificar a nadie, pero por sobre todo tolerando al vecino, tal como es, incluso si piensa diferente. Eso el lo que me molesto de mi intercambio de cartas con Fernado. Siempre trate cuidar mucho lo que escribía, ya que mi interlocutor no era un lector cualquiera, sino que una persona que sufrió en carne propia el abuso de una persona  nefasta. Sin embargo, en gran parte de los comentarios, Fernando me ataca, preguntándome por que defiendo a Medina, que cosas hay detrás de esa defensa, en fin como puedo pensar distinto a él, no entendiendo que legítimamente hay personas que simplemente pensamos distinto. Saludos, Felipe 
Monica | 12.04.2011
Concuerdo plenamente con Daniela Oyarce, yo sin ser psicóloga ni asistente social o con una carrera afin, entiendo lo del el ser abusado. Mi ejemplo es que yo también lo fuí y por mi 1º pareja. Fué mucho tiempo el que tuve que soportar sus abusos tanto psicológicos como carnales de parte de ese señor, yo era casi una niña cuando me embaracé la 1º vez, tenia 16, hoy tengo 36 y aún tengo muy vivos algunos recuerdos que me siguen atromentando y fundando un miedo terrible, que desembocan sin duda en la educación que tengo para con mis hijas (3) a mi? EL MIEDO SE ME NOTA A LEGUAS en cuanto a mis hijas se refiere, si me preguntan por qué no fuí a denunciar, o por qué no hice algo en ese tiempo tengo una laaaaaaaaaaaaaarga lista de motivos del por qué no, sonde el más suave es miedo por mi vida y la de mis hijas... pero bueno, tema a parte ese. Hacia donde voy?es a que primeramente el sr. Felipe no está basureando, ni faltando el respeto al proceso de reparación del que todos los implicados o victimas de el cura Karadima estan hoy exigiendo, sino pienso que es una duda y una curiosidad muy típica de una persona que no ha vivido una situación similar, es súper legítimo el cuestionamiento y también lo es la duda, más sin embargo Felipe debería ser un poquitin mas cuidadoso en cuanto al planteamiento de esas dudas y cuestiones. Por otra parte, el abuso es ABUSO y nada que hacer ahi, los menores de edad son intocables en esta sociedad y todo aquel que se sienta tan valiente y orgulloso en hacerlo, si es descubierto tiene que atenerse a las consecuencias sean cuales sean, punto. El consentimiento no es legal sino hasta los 18 años... ahora bien, han pasado muchos años, más sin embargo nunca es tarde para denunciar un hecho como éste, sobre todo tratandose de una persona tan influyente e inconsecuente a la vez, un mentiroso y lobo con piel de oveja como lo es Karadima y todos sus pares (no hablo de todos los curas, solo de los pedófilos pederastas) Me siento muy orgullosa de que en mi país aún existan personas como Hamilton, Batlle y todos ellos, son un ejemplo de valor y conciencia. Tienen todos ustedes MIS MAS PROFUNDOS RESPETOS, y no sólo los míos, sino los de toda mi familia. Mónica
Oscar | 11.04.2011
Lamentablemente (y al parecer como resultado de los hechos sufridos) Fernando no logra entender que la postura de Felipe no es de ataque, o censura a su proceder. Creo que cada abuso debe ser entendido en su dimensión global, y es eso lo que hace tan terrible el abuso cometido por el señor Karadima. El atentado contra la confianza es lo que hace deplorable lo que ocurrió en dicho lugar, y la edad de los menores en menor grado; No obstante, resulta más simple (dentro de una escala de dificultad inimaginable para quien no ha sido sometido a tales niveles de manipulación) para un menor que se acerca a su mayoría de edad, que ha visto, leído o escuchado cuales son los estándares de aceptación de la sexualidad "sana", darse cuenta que lo que está ocurriendo no está bien. Es decir, aún cuando reconoce lo que le está ocurriendo como incorrecto (por decir lo menos) no es capaz de salir de una burbuja creada por manipulaciones de su abusador. Sin embargo, para alguien de menor edad, el abuso puede ser visto como algo normal, en especial cuando la manipulación incluye "beneficios" como contraprestación, por lo tanto es inconciente de lo que está ocurriendo, mucho menos entonces tiene la posibilidad de salir de ese círculo (que incluso puede ser creado por quien debiera ser su círculo protector, como sus padres o tutores). Creo que a eso apunta Felipe, a la consciencia o inconsciencia de lo que está ocurriendo. Por el lado del abusador, no hay nada que decir, la maldad existe en todos los casos y es igual de grave. Sin perjuicio de lo dicho, a Medina hay que entenderlo entre líneas y en virtud de su historia macabra, por lo tanto creo que trató de culpar a los menores para exculpar a Karadima. Oscar.
Daniela Oyarce | 11.04.2011
Escribo este mensaje para Fernando Batle. Estimado Fernando, Te escribo este mensaje, a propósito del intercambio de cartas con un lector. Soy psicóloga, trabajo con niños y adolescentes. Estoy completamente de acuerdo contigo. No importa la edad que tengas, un ABUSO, es siempre UN ABUSO. Porque las dinámicas abusivas son perversas y envuelven a la víctima, sea cuál sea su edad, en una red de culpa, vergüenza, miedo. Da lo mismo la edad, el ABUSADOR es un perverso que envuelve a su víctima de una manera tal, que lo deja sin escapatoria. Aunque, yo no he sufrido abusos, he visto en la consulta padres, niños y adolescentes desgarrados debido al silencio de quienes pudieron protegerlos, por la soledad, el dolor. Como profesional, que trabaja con niños y adolescentes, sólo les puedo dar las gracias a todos ustedes, por su valentía, por ser ejemplo de reparación y de lucha. Sé que en la mente de muchos padres, niños y adolescentes, que han sido víctimas, ustedes les dan una luz de esperanza. Muchas gracias Daniela
Jorge Larraín | 11.04.2011
Sr(a) Editor(a), Interesante el intercambio entre Fernando Batlle y el suscriptor Felipe. Estoy con la posición de Fernando, pero respeto a Felipe, porque creo que está tratando de entender y es necesario hacerse cargo de sus argumentos. Lo que a él le falta entender, creo, es que en estos casos de abuso no se trata de actos aislados frente a los cuales el adolescente de 17 años se puede plantear con una consciencia clara. Felipe ignora que hay una relación anterior muy fuerte, muy intensa, con una fe ciega en el sacerdote, con gran admiración y dependencia emocional. Es más que un padre biológico en muchos casos, es el guía de la vida y en él se ha depositado una confianza total. Esa es la razón por la que en un primer momento es practicamente inimaginable para el abusado pensar que algo malo pueda venir de esa persona. Es como aceptar que el papá está haciendo una cosa horrible e indebida contra ti. Se rechaza espontáneamente esa posibilidad de buenas a primeras porque rompe dramáticamente una relación afectiva y de confianza muy fuerte. Además, el abusador se va acercando de a poco a lo que desea, las primeras actitudes son ambiguas, pueden interpretarse en otro sentido, el proceso va deslizándose lentamente a cosas mayores siempre protegido por la confianza ilimitada y por los sentimientos de culpa del abusado. Felipe debe mirar con más cuidado todo el proceso psicológico que afecta al abusado para poder entender que es perfectamente posible que pueda reaccionar como un niño de 7 o 9 años. La referencia abstracta a la consciencia del bien y el mal no ayuda mucho en estos casos. Jorge Larraín
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