Vargas Llosa escribe en El País sobre la salida de Fontaine del CEP: “¿La hora de las trincheras?”
03.06.2013
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03.06.2013
“La súbita destitución de Arturo Fontaine como director del Centro de Estudios Públicos (CEP) ha causado un pequeño terremoto en Chile, a juzgar por la veintena de artículos sobre el tema que han llegado a mis manos. A muchos nos ha apenado esa mala noticia, más que por Arturo, por el CEP y por Chile”. Así comienza la columna de opinión escrita por Mario Vargas Llosa y publicada por el diario español El País este domingo 2 de junio.
El reconocido escritor peruano describe a Fontaine como “un hombre de varios talentos, poeta, novelista, filósofo, profesor, versado también en economía y en derecho”. Durante los 31 años que el CEP estuvo bajo su mando, dice su columna, ese think tank se convirtió en “una de las instituciones que más ha contribuido a la formidable transformación política, social y económica de Chile del país subdesarrollado que era en la democracia moderna y próspera que es ahora y que araña ya las características de una nación del primer mundo”. Uno de los aciertos de Fontaine, señala la columna, fue “haber creado el sistema de encuestas de opinión pública más objetivo y confiable de Chile”.
“En las actividades que patrocinó y en sus publicaciones -opina Vargas Llosa en su texto- el CEP ha combatido aquella aberración que hace del liberalismo nada más que una receta económica centrada en el mercado, y ha demostrado que la filosofía de la libertad es una sola, en los ámbitos económico, político, social, cultural e individual, y que la libertad, sin la tolerancia y la convivencia, es letra muerta”. Por eso, dice el novelista, de la mano de Fontaine el CEP “siempre se resistió a considerar, como muchos irresponsables, que el progreso social es fundamentalmente una empresa económica, y dio atención no menos importante que al mercado, a la libre competencia, a la apertura de fronteras, a la disciplina fiscal y a las privatizaciones, al derecho a la crítica, a los derechos humanos, a la cultura, a las actividades literarias y artísticas”.
Tras enumerar esas “credenciales tan envidiables”, Vargas Llosa se pregunta por qué Fontaine “ha sido defenestrado de manera tan impropia e injusta”. Y se responde: “Al parecer, los patrocinadores del CEP habrían descubierto que Arturo Fontaine es demasiado independiente para su gusto y que se toma libertades ideológicas que no convienen a su idea particular de lo que debe ser la centro derecha, es decir, una derecha sin centro que la estorbe. Lo habrían advertido en el hecho de que Arturo aceptó formar parte del Directorio del Museo de la Memoria que creó el Gobierno de Michelle Bachelet, y, sobre todo, en sus opiniones sobre el tema de la política universitaria, asunto que, como es sabido, ha dado origen a intensos disturbios y manifestaciones de estudiantes contra el Gobierno de Piñera”.
Vargas Llosa explica latamente el cuestionamiento público que ha hecho Fontaine al lucro en las universidades, dando a entender que yace en esta postura del ex timonel del CEP la razón de su salida: “La crítica que hace Fontaine a la situación universitaria chilena es la siguiente: que, en un país donde las leyes prohíben explícitamente que haya universidades privadas con ánimo de lucro, muchas instituciones hayan encontrado la manera de burlar la ley haciendo pingües negocios en este dominio (…). Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con esta postura (…), pero nadie que cree que el respeto de la legalidad es un principio básico de la civilización podría discrepar con él cuando exige que en Chile se cumpla la prohibición legal de hacer negocios con la Universidad. O que, en todo caso, se cambie la ley y se autoricen las universidades privadas con fines de lucro. Pero, en ese caso, estas empresas deberán funcionar como las otras, sin las prerrogativas de que gozan ahora todas las universidades (exoneración de impuestos y subsidios estatales, por ejemplo)”.
A juicio de Vargas Llosa, lo que habría detrás de la salida de Fontaine “es más complejo que una simple discrepancia: el temor de una parte mayoritaria de los patrocinadores del CEP de que, en las próximas elecciones, gane de nuevo Michelle Bachelet y que la Concertación que suba con ella al poder sea mucho más radical de lo que lo fue en su anterior gobierno”. Frente a este temor, dice el novelista e ícono del liberalismo latinoamericano, reacciones como esta que ha puesto fin a la gestión de Fontaine en el CEP le hacen más daño a la derecha que a sus adversarios:
“Nada puede perjudicar más a la derecha, en esta circunstancia, que oponer a esta radicalización de la izquierda un extremismo paralelo, atrincherándose en la intolerancia de las verdades únicas y dogmáticas y purgando de sus filas a todos quienes osan discrepar. Nada daría más razón a quienes sostienen, desde el bando opuesto, que la derecha es egoísta, intolerante y autoritaria, que su adhesión a los valores democráticos es superficial y de coyuntura, que detrás de la propiedad privada, el mercado libre y la democracia burguesa hay siempre un Pinochet. Chile parecía haber dejado atrás esa visión pequeñita y mezquina que, por desgracia, todavía alienta en la derecha liberal de América Latina”.