Se acabó el tiempo de la comida barata
25.02.2011
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25.02.2011
Entre 2007 y 2008 los precios del arroz se triplicaron en seis meses y el Banco Mundial alertó que unas 100 millones de personas en el mundo podían verse en riesgo, pues el arroz es parte central de su dieta alimentaria. Ahora, a mediados de febrero, un nuevo estudio de este organismo llamó la atención sobre las consecuencias de las alzas en los precios de los alimentos. Según la investigación, el fenómeno ha empujado a 44 millones de personas más a la pobreza. Días antes, la FAO (el organismo de Naciones Unidas encargado de la agricultura) anunció que el índice de precios que agrupa a los principales productos básicos había superado todos los récords en diciembre, y batió de nuevo esas marcas en enero.
Ante la magnitud del problemea, The Economist publicó el pasado 24 de febrero un especial sobre la situación alimentaria. La gran interrogante del semanario británico es si habrá cómo alimentar a las 9 billones de personas que habitarán el planeta para 2050:
“Una era de comida barata ha llegado a su fin. Una combinación de factores -aumento de la demanda en India y China, un cambio en la dieta desde los cereales a la carne y los vegetales, el aumento en el uso del maíz como combustible, y otros hechos ajenos a la agricultura, como la caída del precio del dólar- han llevado al fin de un período que se inició a comienzos de los ’70, donde el precio real de los cultivos básicos (arroz, maíz, trigo) caía año tras año”
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En España, el diario El País también postuló que la época de los precios bajos había llegado a su fin. El 13 de febrero, realizó un completo reportaje sobre la crisis de los alimentos bajo el título “Adiós a la comida barata”.
En 2008, en medio de la debacle de la burbuja de los créditos hipotecarios, economistas y expertos alimentarios planteaban que una de las explicaciones para la inusitada alza del precio del arroz era un fenómeno parecido al que había originado la crisis financiera: la especulación en escala sobre el precio de los granos. Como si en diversas partes del mundo se compraran y vendieran granos de arroz sobre la base de reservas ficticias y abultadas, para decirlo bien en simple.
Esta vez la crisis alimentaria surge de la mano de las alzas en los precios del trigo, el maíz, el azúcar y los aceites. Y según el economista y premio Nobel, Paul Krugman, no es culpa de los especuladores, ni de las millones de nuevas bocas que hay que alimentar diariamente, ni de la Reserva Federal o el desatado crecimiento de China. En su en su columna del The New York Times reproducida por El País, afirma que estos factores jugarían el papel de amoblado de una escenografía mucho más compleja:
“Aunque hay varios factores que han contribuido a la drástica subida de los precios de los alimentos, el que realmente sobresale es la medida en que los acontecimientos meteorológicos adversos han alterado la producción agrícola. Y estos acontecimientos meteorológicos adversos son exactamente la clase de cosas que uno esperaría ver a medida que el aumento de las concentraciones de los gases de efecto invernadero cambie el clima (lo que significa que la actual subida del precio de la comida podría ser solo el principio) (…) Las pruebas indican, de hecho, que lo que estamos viviendo ahora es un adelanto de la alteración, económica y política, a la que nos enfrentaremos en un mundo recalentado. Y dada nuestra incapacidad para actuar frente a los gases de efecto invernadero, se avecinan muchas más cosas, y mucho peores”
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El New York Times dedicó su “sala de debate” al tema crisis de alimentos. Allí, economistas, científicos, activistas, expertos alimentarios exponen una variedad de argumentos que explican el fenómeno desde distintos ángulos y promueven políticas que los países debiesen llevar adelante para enfrentar una crisis que irá recrudeciendo en los próximos años.
El punto es que la subida en los precios de los commodities afecta fundamentalmente a aquellos dos mil millones de personas que viven con dos dólares diarios o menos y destinan prácticamente el total de su ingreso a la alimentación. O aquellos países de desarrollo medio, como Chile, donde buena parte de su población percibe ingresos bajos.
“Algunas de estas personas comprarán menos comida a medida que los precios aumenten, porque simplemente no podrán asumir el nuevo costo. No me sorprendería ver más conflictos civiles (como los que hoy afectan a los países del norte de Africa y Medio Oriente) a medida que más personas experimentan hambre”
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