Cuando los datos no alcanzan para ver lo invisible
19.08.2025
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19.08.2025
Señor Director:
La reciente entrega de resultados del Censo 2024 vuelve a evidenciar una deuda pendiente: la invisibilidad estadística de las personas con esquizofrenia y otras discapacidades psíquicas. En el Censo, estas realidades quedan diluidas en una categoría amplia de “discapacidad” que agrupa condiciones físicas, sensoriales, intelectuales y psíquicas, sin un registro claro que permita dimensionar su magnitud ni condiciones de vida. Y esto no es un detalle técnico: es la diferencia entre ser visibles para las políticas públicas o permanecer fuera del mapa.
No es que en Chile no existan otros instrumentos. La Encuesta Nacional de Discapacidad (ENDISC 2022) sí distingue la discapacidad psíquica, pero no entrega información desagregada sobre diagnósticos específicos como la esquizofrenia. El Registro Nacional de Discapacidad —que no es de acceso público— y los registros administrativos de salud mental del Ministerio de Salud —también sin acceso abierto— podrían aportar datos, pero todos comparten sesgos importantes: quienes no cuentan con credencial, pensión o diagnóstico, o no acceden a tratamiento, simplemente no aparecen en las cifras.
La esquizofrenia es un trastorno de salud mental discapacitante que muchas veces pasa inadvertido —y otras tantas es deliberadamente ocultado—. Solo parece “visible” cuando irrumpe en la agenda mediática, normalmente asociada a episodios de crisis sin tratamiento o a casos aislados de violencia, reforzando un estigma que ya pesa demasiado sobre quienes viven con este diagnóstico y sus familias.
Entendemos que la metodología censal, por su carácter general y orientado a obtener una panorámica amplia de la población, no puede indagar en todo con el nivel de detalle que quisiéramos. Sin embargo, la falta de instrumentos estadísticos específicos para medir la salud mental —en particular, los trastornos más graves— tiene consecuencias concretas: sin datos desagregados y confiables, es imposible asignar presupuestos realistas, diseñar programas focalizados o evaluar el impacto de las intervenciones.
La experiencia internacional demuestra que esto sí es posible. En países como Canadá o Australia, encuestas nacionales específicas han permitido estimar con precisión la prevalencia de esquizofrenia, orientar políticas y reducir brechas de acceso a tratamiento.
En Corfapes creemos que visibilizar es el primer paso para hacernos cargo. Hablar de esquizofrenia es prevenir riesgos, abrir posibilidades y construir oportunidades junto a todos los sectores de nuestro tejido social. Por eso, nos preocupa que —hasta la fecha— ninguna candidatura presidencial haya presentado propuestas consistentes para enfrentar este déficit de información y acción en salud mental.
Si no tenemos los datos, no podemos dimensionar el desafío. Y si no lo dimensionamos, no podremos enfrentarlo. Es hora de que el próximo gobierno asuma el compromiso de medir y actuar. Porque ver lo invisible no es un lujo: es una urgencia.