Sueldos millonarios: la inflación silenciosa del fútbol chileno
29.07.2025
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29.07.2025
El retorno de los jugadores de la «Generación Dorada» a jugar al fútbol chileno alegró a los hinchas, pero hizo públicos sueldos millonarios que no parecen condecirse con el nivel de la competencia local. El autor de esta columna escrita para CIPER analiza los datos de los balances públicos de las sociedades anónimas que administran los clubes más importantes, y concluye que «los clubes chilenos gastan más, invierten menos, y rinden peor. Pagar mejores sueldos no es un problema en sí mismo, siempre que eso implique mejorar el nivel competitivo. Pero cuando los salarios crecen por inercia, por presión del mercado interno o por expectativas infundadas, sin una política deportiva clara detrás, el resultado es el que hoy vemos: un fútbol caro, inflado y carente de competitividad internacional».
En el fútbol chileno, existe una inflación que nadie quiere enfrentar. No se trata de la que mide el INE, ni de la que golpea el bolsillo de los hinchas cuando suben las entradas o el merchandising. Es una inflación silenciosa, disfrazada de éxito televisivo y campeonatos efímeros, pero que en realidad encubre una alarmante desconexión entre gasto y rendimiento: la inflación de los salarios en el fútbol profesional.
Mientras Chile ya ha sido eliminado tempranamente del proceso rumbo al próximo Mundial —un hito que, por lo escandaloso, debería ser motivo de replanteamiento estructural— los clubes nacionales gozan de uno de los contratos de televisión más importantes del continente. En 2023, por ejemplo, los clubes de la Primera División A recibieron 140.000 millones de pesos, de los cuales 59.500 millones provinieron directamente de los derechos de TV. Paradójicamente, una cifra cercana —62.600 millones— fue absorbida íntegramente por los salarios de jugadores y cuerpos técnicos. Es decir, todo lo que la televisión pone sobre la mesa termina financiando un modelo de gasto que no se traduce ni en competitividad ni en espectáculo.
La Primera B, aún más vulnerable económicamente, depende en un 60% de este ingreso televisivo. Sin embargo, la tendencia es común en ambas divisiones: una porción sustantiva del presupuesto se destina a remuneraciones, mientras se minimiza lo que realmente podría cambiar el destino del fútbol chileno: la inversión.
Basta revisar los registros de los últimos 10 años para comprobar cómo los clubes campeones —Colo Colo, Universidad Católica, Universidad de Chile, Cobresal, O’Higgins— han reaccionado al éxito de la misma forma: aumentando en promedio un 25% su gasto en remuneraciones al año siguiente de levantar un trofeo. ¿La razón? La supuesta necesidad de “reforzar el plantel” para competir internacionalmente. ¿El resultado? Fracaso tras fracaso. La inflación salarial no se traduce en calidad deportiva. Solo en la ilusión de que pagar más implica competir mejor.
Más alarmante aún es que esta inflación no ha ido acompañada de una mayor inversión real en futbolistas. Por el contrario, los clubes han reducido drásticamente su gasto en adquisición de jugadores. Los intangibles —una categoría contable que refleja el valor de compra de los derechos económicos y federativos de los jugadores— han caído más de un 50% entre 2003 y 2023. En cifras: mientras en 2003 se registraban intangibles por 19.200 millones de pesos, al cierre de 2023 esta cifra se había desplomado a apenas 8.900 millones. Las adiciones, es decir, nuevas incorporaciones, pasaron de 11.500 millones a tan solo 5.200 millones en el mismo periodo.
Observemos el caso de los tres de mayor convocatoria del país en cuanto a sus ingresos, costos y remuneraciones, para el último ejercicio de año completo disponible.
Los tres clubes presentan un aumento importante en los ingresos anuales entre 2023 y 2024, destacando especialmente Colo Colo, que pasa de 29.660 millones a 47.333 millones de pesos, lo que representa un alza del 60%.
Sin embargo, este aumento se acompaña de un incremento proporcional en los costos anuales y, en particular, en las remuneraciones:
Esto refleja que los clubes tienden a gastar tan rápido como ingresan, sin generar márgenes relevantes para ahorro o inversión estratégica. El dinero nuevo no cambia el modelo: simplemente alimenta sueldos más altos.
Las remuneraciones a nivel unitario no se conocen, ya que no existe una obligación de presentar un detalle de las mismas en los estados financieros. Pero podemos hacer el siguiente ejercicio, al considerar dentro del plantel y cuerpo técnico a 35 personas. Colo Colo presentaría una remuneración promedio de $43.973.288, Universidad de Chile $21.279.540 mensual, Universidad Católica, $21.764.160 mensual.
La conclusión es brutal: los clubes chilenos gastan más, invierten menos, y rinden peor. Pagar mejores sueldos no es un problema en sí mismo, siempre que eso implique mejorar el nivel competitivo. Pero cuando los salarios crecen por inercia, por presión del mercado interno o por expectativas infundadas, sin una política deportiva clara detrás, el resultado es el que hoy vemos: un fútbol caro, inflado y carente de competitividad internacional.