FUNDADOR DE HOGAR EN QUINTA DE TILCOCO, FALLECIÓ EN 2003 Y AÚN SE INVESTIGAN SUS ACTUACIONES
La historia del sacerdote Alceste Piergiovanni: la segunda persona con más denuncias por adopciones irregulares investigada por la PDI
28.07.2025
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FUNDADOR DE HOGAR EN QUINTA DE TILCOCO, FALLECIÓ EN 2003 Y AÚN SE INVESTIGAN SUS ACTUACIONES
28.07.2025
El “padre Alceste”, a través de su Fundación Icyc, gestionó desde los años 70 la entrega de niños chilenos a familias de diversos países, principalmente Italia, pero también Estados Unidos, Alemania y Bélgica. “Soy un ginecólogo internacional”, solía decir, en alusión a su labor para parejas extranjeras. Su trabajo, que le valió la nacionalidad honorífica chilena y el título de Caballero al Mérito de la República Italiana, ha sido continuado por la Asociación de Familias Adoptivas Pro Icyc Onlus. Pero, decenas de madres denunciaron al sacerdote Alceste Piergiovanni por la sustracción de sus hijos y es la segunda persona con más denuncias investigada por la PDI en la extensa causa por adopciones irregulares que lleva la justicia chilena. A pesar de esto, la organización que fundó sigue acreditada por los gobiernos chileno e italiano para tramitar adopciones internacionales.
Este artículo contó con la colaboración de la periodista Paulette Desormeaux.
Por más de 40 años, solo un hogar tramitó al menos 1.200 adopciones de niños chilenos enviados a familias extranjeras: el hogar de Quinta de Tilcoco (Región de O’Higgins), fundado en 1970 por Alceste Piergiovanni, un sacerdote católico italiano fallecido en 2003, a los 94 años. El religioso llegó a Chile en 1956 para “ayudar a los niños desafortunados del sur del mundo”, como se leía hasta hace algunos meses en la web de Fundación Icyc, la entidad creada por el sacerdote para gestionar adopciones internacionales. Según algunos, fue un santo, un benefactor. Pero, es la segunda persona que figura con más denuncias por adopciones irregulares que es investigada por la Policía de Investigaciones (PDI) en el proceso judicial sobre miles de niños que fueron entregados a parejas extranjeras sin autorización de sus familias originales.
El “padre Alceste”, con su Fundación Icyc, gestionó la adopción de niños chilenos desde los años 70, llevándolos a diversos países, principalmente Italia, pero también Estados Unidos, Alemania y Bélgica. Desde hace años, decenas de madres denuncian la actuación del religioso, asegurando que sus hijos fueron secuestrados y dados en adopción de forma ilegal. Las acusaciones presentadas ante la PDI son muchas y abrumadoras, describiendo un modus operandi que parece repetirse a lo largo de los años: decenas de madres –en su mayoría solteras y en condiciones de vulnerabilidad– cuyos hijos fueron sustraídos y adoptados por familias europeas, sobre todo italianas, y estadounidenses.
“[Se trataba de] mamás que tuvieron acceso a las visitas en un principio y, de repente, se las negaban. Y eso favorecía la demostración de la condición de abandono del menor, para que el juez otorgara el permiso de adopción”, relata Melisa, de la agrupación Hasta Encontrarte, que ayuda a las madres de las regiones del Maule y O’Higgins que denuncian la adopción ilegal de sus hijos, realizada por el hogar de Quinta de Tilcoco.
Y hay un dato inquietante: la Fundación Icyc, creada por el “padre Alceste”, siguió acreditada, tanto por el Servicio Nacional de Menores (Sename) de Chile como por el Estado italiano, para gestionar adopciones. Esto, a pesar de que las primeras denuncias se remontan a los años ‘70 y se prolongan hasta años muy recientes: la última que se pudo recopilar para esta investigación periodística es de 2005.
Créditos: Agencia Uno
La autorización a la Fundación Icyc como organismo tramitador de adopciones internacionales nunca fue suspendida ni retirada por el Estado chileno ni por el italiano. Además, en el año 2000, se fundó en Italia la Asociación Familias Pro Icyc, autorizada por la Comisión de Adopciones Internacionales en 2007 y que operó en Chile hasta 2021, cuando se fusionó con el instituto italiano SOS Bambino.
Además, las autoridades chilenas nunca han comunicado a las italianas que el Hogar de Quinta de Tilcoco y el sacerdote Alceste Piergiovanni han sido objeto de denuncias, como atestigua Vincenzo Starita, vicepresidente de la CAI, la autoridad central italiana en materia de adopciones internacionales: “Si una autoridad extranjera –explica– tiene conocimiento de investigaciones que impliquen a entidades italianas, está obligada a comunicárnoslo inmediatamente para que podamos hacer las averiguaciones necesarias. Pero, nunca hemos recibido ninguna denuncia en este sentido”.
A partir de esta investigación periodística, Vincenzo Starita se comunicó con la autoridad central chilena la cual, en una nota formal, le contestó: “En relación con las actuaciones referidas, este Servicio no tiene conocimiento de denuncia o investigación alguna que se refiera específicamente a entidades extranjeras autorizadas a operar en Chile, y de ser así, se iniciaría un procedimiento administrativo de control, informando de esta situación a la Autoridad Central del estado correspondiente”. Además, sigue la nota, la autoridad chilena garantizó “el pleno apego a las normas legales vigentes, y en particular al propio Convenio [se refiere al convenio de 29 de mayo de 1993 relativo a la Protección del Niño y a la Cooperación en materia de Adopción Internacional], pudiendo garantizar que sólo iniciaremos procedimientos de adopción internacional de niños, niñas y adolescentes declarados susceptibles de adopción conforme a los procedimientos establecidos en la legislación vigente, mediante sentencia firme y ejecutoriada”.
Piergiovanni, fallecido en 2003 sin haber sido nunca juzgado, dirigió varios hogares en Chile. Así se desprende de las investigaciones realizadas por la PDI y por el ministro Alejandro Aguilar, el magistrado que encabeza la causa abierta por el Poder Judicial sobre las adopciones irregulares (y que sustituyó al anterior ministro Jaime Balmaceda, después de que este hiciera unas polémicas declaraciones al diario El País en las que afirmó “no he logrado establecer que haya habido delito”).
El “padre Alceste” era una figura muy conocida para quienes trabajaban en el ámbito de las adopciones internacionales y sus contactos eran amplísimos. Para desarrollar la red de adopciones denunciadas como ilícitas, contó con la complicidad de trabajadores sociales y funcionarios del Poder Judicial. Por ejemplo, una de las cinco personas oficialmente procesadas en esta causa es la exjueza de menores de San Fernando, Ivonne de las Mercedes Gutiérrez Pávez (85 años). El pasado 2 de junio, en una decisión inédita, el ministro Aguilar dictó una orden de extradición contra la exjueza que actualmente reside en Israel, a donde escapó en 1983 mientras se encontraba en el centro de un escándalo judicial sobre adopciones ilegales junto al abogado Alberto Bronfman, su pareja. Gutiérrez es acusada de “asociación ilícita, sustracción de menores y prevaricación dolosa».
En el expediente judicial al que accedimos para esta investigación, la figura de Gutiérrez es ampliamente analizada y claramente descrita como una de las principales responsables de la sustracción de menores. Las pruebas y la descripción del modus operandi de la exmagistrada, removida del Poder Judicial en 1984, fueron principalmente relatadas en el expediente por el funcionario de la PDI Fernando Edwards Hernández: “La señora Gutiérrez, quien a través de Silvia Clara Vilches Rojas y Roberto Vilches Rojas, localizaban a familias vulnerables económicamente y mujeres que tenían la necesidad de trabajar, obteniendo órdenes de protección de los menores de edad a través de la jueza ya individualizada”.
La operación dirigida por Gutiérrez era muy articulada y –según consta en el expediente y como también lo confirmaron fuentes de la PDI para este reportaje– el sacerdote Alceste Piergiovanni también formaba parte de esta. De hecho, durante años Gutiérrez envió regularmente a muchos de esos niños secuestrados al hogar Quinta de Tilcoco, dirigido por el religioso, listos para ser adoptados, principalmente por familias italianas, como se relata en el mismo expediente.
Desde que estalló el escándalo de las adopciones ilegales en Chile, se ha hablado mucho del papel desempeñado por algunos países europeos (como Suecia), pero nunca se ha examinado en profundidad el de Italia. Hasta la fecha, el gobierno italiano nunca ha investigado a los miles de niños que llegaron ilegalmente a su territorio desde Chile, ni en las décadas del setenta ni del ochenta ni en años mucho más recientes. Pero, según la brigada de la PDI que investiga las adopciones irregulares, Italia es uno de los países que más niños ha recibido. Al día de hoy, no se sabe con exactitud cuántos fueron secuestrados en Chile y adoptados ilegalmente en Italia, pero –para tener una idea– es suficiente pensar que sólo en Cerdeña, una isla de apenas 1,5 millón de habitantes, en los años 70 y 80 llegaron alrededor de 500 niños chilenos. En esos años fueron sobre todo grupos de monjas y sacerdotes italianos, como Alceste Piergiovanni, quienes los llevaron.
Piergiovanni no es una figura muy conocida en Italia, pero sin duda lo es dentro de la Iglesia Católica italiana. Nacido en el pequeño pueblo de Tuscania el 28 de marzo de 1929, ingresó al seminario con sólo 10 años, fue ordenado sacerdote en octubre de 1954 y enviado a Chile dos años después.
En la prensa italiana vinculada a la Iglesia Católica hay varias notas sobre Piergiovanni y su trabajo en Chile. En un artículo publicado en 2016 en Avvenire, el principal periódico católico de Italia, se cuenta que se autodenominaba “ginecólogo internacional”, por los cientos de adopciones que había tramitado desde Chile. Ese artículo muestra la postura pública del sacerdote sobre el secuestro y la venta de niños en adopciones ilegales: «Los niños no se compran», afirmaba, «quien acepte quiere decir que no ha entendido lo que es un hijo». Una postura que parece contrastar con la información recogida en la carpeta del caso a cargo del ministro Aguilar. Un ejemplo es el testimonio que prestó Ana Luisa Prieto Peralta (fallecida en 2020), quien fue jueza titular del Primer Juzgado de Menores de Santiago y fundadora de la Fundación Nacional para la Defensa Ecológica del Menor de Edad:
“El curita de la Quinta de Tilcoco era conocido por robarse a los niños sin la autorización de sus padres. Tenía muy buenas relaciones, nos invitaba a reuniones en Santiago, en Erasmo Escala (una calle de Santiago donde funcionaba ICYC, Instituto Chileno de Colonia y Campamentos, creado por Piergiovanni), pero lo que buscaba en definitiva era mayor apoyo para sacar niños del país para ser adoptados”, declaró la exmagistrada.
En el año 2000, el sacerdote Piergiovanni fue nombrado “Cavaliere al Merito” de la República Italiana, uno de los más altos honores que otorga ese país. Ese mismo año, por iniciativa de un grupo de diputados, entre ellos Andrés Chadwick Piñera y Evelin Matthei, se le concedió la ciudadanía chilena por gracia: “Por su inagotable e incansable obra en nuestro país al servicio de los menores y de los más desposeídos. El Padre Alceste ha sido un pionero de la adopción en Chile, como la óptima alternativa para los niños abandonados. En efecto, ha sido un incansable luchador ante los Jueces, Ministros, Congreso Nacional y toda autoridad relacionada con el tema para conmoverlos ante la patética realidad de niños que crecen sin familia”.
En Italia hay un grupo de padres adoptivos y niños adoptados en Chile gracias a la obra de Alceste Piergiovanni que se ha mantenido muy unido a lo largo de los años, con reuniones anuales y eventos celebrados en memoria del sacerdote. El grupo niega rotundamente cualquier irregularidad en la labor del “padre Alceste”, pero entre los adoptados hay quienes denuncian, con rabia y dolor, irregularidades ocurridas en sus casos.
Germán Gregorio, por ejemplo, es uno de los niños que vivió en el hogar de Quinta de Tilcoco y que fue catalogado por el Estado chileno como abandonado por sus padres. Pero, no fue así. Nació en 1976 y vive en un pueblito cerca de Roma, a donde llegó cuando tenía 12 años. “Padre Alceste me preguntó si quería ser adoptado y yo le contesté que sí, que yo quería” nos cuenta, en el comedor de su casa.
“Yo sabía que en mi casa éramos muchos y que no había posibilidades para todos, y deseaba tener una familia solo para mí. Además, veía a todos esos niños felices que viajaban para ser adoptados en Italia. Pero, me acuerdo de que mi mamá me iba a visitar a Quinta cada vez que podía”, relata Germán. Él cuenta que su madre biológica, Marta Gaete, era una mujer pobre, casada, con muchas dificultades económicas. Por esta razón, señala Germán, ella decidió dejar –temporalmente– a su hijo de 5 años en el hogar de Quinta de Tilcoco. Marta lo visitaba tan a menudo como podía, caminando incluso hasta cuatro horas sólo para verlo unos minutos y darle de comer con lo poco que tenía. Hasta que un día, Germán se acuerda de su mamá que, llorando, bajaba la escalera del hogar después de haber hablado con Piergiovanni. “Me acuerdo que lloraba mucho. ¿Era porque le dijeron que me iban a dar en adopción? Nunca lo sabré”. Poco después a Germán lo cambiaron de hogar: “Probablemente para que se diera la condición de abandono, necesaria para la adopción”, señala.
En el informe de Carabineros que se encuentra junto a los documentos de su adopción, se afirma, sin que la declaración sea apoyada por un certificado médico, que Germán debe ser adoptado porque la madre padece de oligofrenia –término utilizado para indicar un desarrollo mental por debajo de lo normal–, por lo que no puede hacerse cargo de él. Lo cual, como Germán descubrió más tarde, era falso.
La familia adoptiva de Germán lo amó y él guarda muchos recuerdos conmovedores junto a sus padres adoptivos. Sin embargo, a otros dos niños del hogar de Alceste Piergiovanni que fueron enviados al mismo pueblito italiano, no les fue tan bien. Uno fue adoptado por un hombre solitario y alcohólico que le pegó a lo largo de años, tanto que, en cuanto se volvió mayor de edad, regresó a Chile. La segunda, una niña, llegó a otra familia abusiva y empezó a tener problemas de adicción y de salud mental. La última vez que Germán supo algo de ella, vivía en la calle.
Otra chica, Evelin Camporeale Russo, quien nació en Chile como Evelin Bustos Bustos, tampoco tuvo suerte con la adopción que se manejó desde Quinta de Tilcoco. Su historia fue contada en 2006 por la revista Paula y después fue narrada por muchos medios de comunicación, tanto en Chile como en Italia. Evelin nació en 1991, sufrió violencia intrafamiliar y pasó por varios hogares de menores. A los 11 años terminó en el hogar del “padre Alceste”. Allí, como contó, le decían que tenía que esperar que la adoptaran para que pudiera finalmente ser feliz. La entregaron a un matrimonio italiano que al poco tiempo se arrepintió y quiso revertir la adopción, sin lograrlo. Evelin terminó en un hogar de menores en Tricase y se quedó ahí hasta los 18 años. Los Camporeale Russo nunca terminaron de tramitar su adopción, así que cuando salió del hogar no tenía documentos italianos. “La verdad es que no fui importante para nadie en ninguno de los dos países y me olvidaron como si fuera basura», declaró a La Cuarta en 2018.
Lamentablemente, la madre de Germán murió antes de que él pudiera encontrarla y nunca pudo contarle lo que le había ocurrido ese día en que la vio llorar. Pero, hay otras madres que han podido relatar lo que les sucedió en el hogar de Quinta de Tilcoco. Mamás como Verónica, Cecilia y María (nombre ficticio), tres madres pobres, tres trabajadoras a las que sus empleadores les sugirieron llevar sus hijos a un hogar fundado por un cura italiano para que ellas pudieran trabajar mejor y sin preocupaciones. Tres mujeres que perdieron a sus hijos.
Verónica, que trabajó en el campo y nunca pudo estudiar, tenía dos hijos. Era 1999 y en esa época era empleada doméstica de una familia acomodada de la zona. Fue la misma dueña de la casa quien le sugirió que dejara a su hijo en el hogar de Quinta de Tilcoco. Verónica lo visitaba todos los fines de semana, pero en una oportunidad sus jefes le pidieron que se quedara, porque iban a dar una fiesta. Ella aceptó y no asistió al hogar. A la semana siguiente volvió a visitar a su hijo, pero le negaron el ingreso. Nunca más pudo verlo. A lo largo de meses fue al hogar, pero no la dejaron entrar y le gritaron en la cara que se resignara, porque a su hijo ya lo habían dado en adopción. “Soy analfabeta, no tenía ni idea de qué podía hacer, a quién podía acudir para que respetaran mis derechos y los de mi hijo”, cuenta, llorando.
Asistida por el grupo Hasta Encontrarte, Verónica volvió al hogar el año pasado exigiendo justicia, pero fue despedida bruscamente. Después de mucho insistir, y tras haber sido advertida de que dejara de hacer preguntas, en el lugar se limitaron a darle un papel en el que habían escrito a mano dos fechas, la de entrada y la de salida del niño: 30-06-1999 y 11-08-2004. Hoy, Verónica sabe que su hijo fue adoptado por una pareja italiana y ha intentado ponerse en contacto con él. “Sólo quiero que sepa la verdad”, susurra: “Quiero que sepa que nunca lo abandoné, que pensaba en él todos los días y que su ausencia fue el mayor dolor de mi vida”.
Cecilia, por su parte, quedó embarazada a los 17 años y su hijo nació en 1987. La dueña de la casa en donde trabajaba como empleada doméstica, nos cuenta, le pidió que le entregara a ella el niño. Cecilia dice que se negó y que la señora le dijo “te vas a arrepentir”. Al poco tiempo, según cuenta Cecilia, la mujer llamó a los asistentes sociales. Vicente, su hijo, tenía un año cuando se lo quitaron y al poco tiempo lo trasladaron a Quinta de Tilcoco. Ella siempre lo iba a visitar, pero en un punto empezaron a negarle las visitas y a los 9 años Vicente salió adoptado por un matrimonio italiano. Cecilia encontró a su hijo que hoy vive en Italia, pero él, después de un primer acercamiento, no quiso saber más de ella, porque, según le dijo, lo había “regalado”.
María vive en una localidad cerca de Quinta de Tilcoco. Cuando su hijo nació, en 2005, tenía una vida difícil. Ya en el hospital, se rehusaron a entregarle su hijo y lo mandaron a una sala cuna que funcionaba en Rengo. Ahí, el niño se quedó hasta los dos años y María lo iba a visitar con regularidad, hasta que un día le dijeron que ya no estaba. Así, sin más, sin comunicación previa. A María le costó mucho averiguar a dónde habían enviado a su hijo, hasta que se encontró con que el niño había llegado al hogar de Quinta de Tilcoco. Ahí pudo visitarlo unas tres veces y después empezaron a negarle las visitas por distintas razones, hasta que una mujer que trabajaba en el hogar le dijo que no perdiera más el tiempo, porque el niño ya no estaba: lo habían dado en adopción.
Alceste Piergiovanni (Créditos: Grupo público de Facebook en memoria del padre Alceste Piergiovanni)
El patrón de negar las visitas para que se declare que el menor fue abandonado, es algo que vuelve en cada testimonio que recogimos para este reportaje, tanto de madres como de representantes de organizaciones y agrupaciones que las ayudan en el intento de aclarar qué pasó con sus hijos.
Por ley, el plazo en el que se puede declarar el abandono por parte de un progenitor es muy corto: solo dos meses y, si el niño tiene menos de un año, apenas 30 días. Por supuesto, los que trabajan en los hogares conocen la ley y parecen aprovecharse de esto, como nos confirmó una persona que trabajó en Quinta de Tilcoco hace pocos años y que habló bajo la condición de quedar anónima: “Les decían a los padres ‘el niño no está, el niño salió a una actividad’, cuando en realidad estaba en el hogar. Entonces, no resultaba la visita de los padres. Ese era el juego. A los padres los entretenían ahí en la entrada y el niño estaba adentro llorando, porque quería ver a sus padres. Al mismo tiempo, ellos iban anotando que el padre o la madre no visitaba al niño. Y eso producía para el tribunal el incumplimiento”. Aun así, relata, el sacerdote Piergiovanni fue intocable a lo largo de los años. “Nadie se atrevía a cuestionar su forma de actuar. Pero, era bravo el caballero, era bravo”.
Como muchas otras residencias de menores, la de Alceste Piergiovanni es una fundación sin fines de lucro que, según la Ley 20.032, actúa como Organización de Colaboración Acreditada (OCA) dependiente del antiguo Servicio Nacional de Menores (Sename), que ahora se denomina Servicio de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia. A través de esta entidad, las OCA concursan para obtener subsidios, cuyos montos se basan en el número de cupos disponibles: cada niño, por lo tanto, genera dinero al establecimiento.
En 2016, la asociación Pro Icyc y el hogar de Quinta de Tilcoco terminaron en el centro de un escándalo por la muerte de una menor. El 30 de noviembre de 2017, las autoridades chilenas fueron notificadas del cierre del hogar Quinta de Tilcoco como residencia acreditada del Sename por falta de fondos. El cierre se produjo tras una denuncia contra la directora del hogar, María Teresa González, y la educadora Sonia Gaona por la muerte de Rechel Contreras, quien falleció en 2016, con solo 10 años de edad, por no recibir un tratamiento adecuado para el lupus. Los padres habían sido despojados de la custodia de su hija por el Sename precisamente porque –según las acusaciones– no le brindaban la terapia necesaria.
La fundación Pro Icyc, según relata la misma fuente que pidió la reserva de su identidad, la dirigía la “congregación Madre de Dios, que es una congregación italiana, donde uno de sus líderes más importantes fue el padre Alceste”. Él, según comentarios de los mismos residentes que trabajaban ahí, logró en su época “una conexión muy fuerte con la primera dama del gobierno militar, con doña Lucía Hiriart. Era casi el sacerdote de cabecera que tenía ella. Entonces, eso facilitó mucho para que él pudiera iniciar en los años 80, quizás antes, la adopción internacional, buscándole padres a estos hijos supuestamente abandonados”.
En 1980, el papá adoptivo de Cristina Prisco, hoy ciudadana estadounidense de 45 años, la fue a buscar a Quinta de Tilcoco. Su padre, cuenta ella, le relató que se encontró con muchos niños de varias edades a los que solo “le daban agua y azúcar”. “Si Dios quiere que vivan, vivirán”, le habría dicho el sacerdote Piergiovanni, según le contó a su hija.
Según lo que se puede leer en el documento de una organización de Estados Unidos con la que el religioso tramitaba las adopciones para ese país, los requisitos para recibir uno de “sus” niños eran bastante estrictos. La organización LAPA (Latin American Parents Association), que hoy ya no existe, y que estaba basada en Nueva York, especificaba en un documento que había dos formas de adoptar en Chile. En ese texto se describe que una fórmula era a través del “Padre Alceste Piergiovanni, que supervisa a distintos orfanatos en el país”, al que erróneamente identifican como jesuita, y que los requisitos eran que el matrimonio fuera “católico –aunque esto no era excluyente– que llevarán por lo menos cinco años de casados y que no se admitían divorciados”. Además, en el cuestionario para los padres adoptivos se preguntaba por las propiedades de la pareja, así como por el trabajo y los estudios de sus integrantes.
Cristina nació en 1980 y fue adoptada cuando tenía 3 meses a través del “padre Alceste”. Ella fue sustraída en el hospital donde su mamá había dado a luz. “Tu beba está muy amarilla, mejor te vas a tu casa y vuelves mañana a visitarla”, le dijo una doctora a la mamá de Cristina, como ella misma le contó cuando se conocieron a través de una videollamada por Zoom. Al día siguiente, según le dijo su mamá a Cristina, esa doctora no estaba y la niña tampoco. Cristina relata que “estuve 42 años pensando que mi madre me dio en adopción. Aunque había algo que no terminaba de cerrarme. Como mis padres adoptivos siempre fueron muy transparentes conmigo sobre la adopción, yo siempre tuve a disposición los documentos y había una libreta, la del hospital, en donde estaba anotado el nombre que me había dado mi madre, que era María José. Y yo siempre pensé que era algo extraño: ¿Si ella quería darme en adopción, por qué perdería tiempo eligiendo un nombre para mí?”.
LAPA y el “padre Alceste” también gestionaron la adopción de Rachel Smolka, que hoy tiene 42 años y vive en Estados Unidos. A su mamá biológica le dijeron que la niña había fallecido, pero nunca le mostraron el cuerpo. “La sedaron –cuenta Rachel–, después le dijeron que tenían que hacerme unos estudios y volvieron diciendo que había muerto. Se fue del hospital sin ningún documento. Meses después una partera le contó que yo estaba viva y que me habían enviado a un orfanato. Ahí empezó a buscarme, pero ya estaba lejos”. Los padres adoptivos de Rachel, a los que les pidieron enviar varias cosas al hogar y también donar una secadora, no pudieron viajar a Chile para buscarla. La niña llegó acompañada por la sobrina de la mujer que en esa época dirigía el hogar de Quinta de Tilcoco y que trabajaba codo a codo con el sacerdote Piergiovanni.
A lo largo de muchos años, Rachel no quiso saber nada sobre sus orígenes, hasta que un día leyó en el diario USA Today sobre algunas adopciones ilegales en Estados Unidos antes y después 1983, así que empezó a buscar en internet y fue reconstruyendo su historia de a poco. Encontró a su madre y a su familia, y se enteró de que una de sus hermanas “quería volverse enfermera para así trabajar en un hospital y ayudar a nuestra madre a buscarme”.
Tras la muerte de Alceste Piergiovanni, ocurrida en 2003, la Asociación Familias Pro Icyc, siguió con el trabajo del sacerdote, incluyendo las adopciones, bajo el mando de Giovanni Palombi. Contactado telefónicamente para este reportaje, Palombi afirmó no saber nada acerca de las investigaciones sobre el “padre Alceste”: “Nosotros solo mandábamos algo para ayudar. Todos los trámites se hacían en Chile y yo no me puedo hacer responsable de algo que se hacía en Chile”.