Contribuciones, el impuesto al talento: la segregación invisible que expulsa a los nuevos profesionales
22.07.2025
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22.07.2025
El autor de esta columna escrita para CIPER propone modificaciones al mecanismo de cálculo de las contribuciones, de tal modo de hacer un sistema. Sostiene que “en medio de una crisis habitacional y creciente desigualdad, repensar las contribuciones (impuesto territorial) es esencial para ciudades inclusivas. Proteger el talento significa reconocer que el esfuerzo no debe ser castigado con el exilio urbano. De lo contrario, seguiremos pagando el alto costo social de una segregación que fractura nuestras comunidades”.
En un país como Chile, donde la movilidad social se promueve como un ideal compartido, es contradictorio que una política tributaria tan común como las contribuciones (impuesto territorial) actúe como un obstáculo oculto al avance personal y colectivo. Este mecanismo, que reajusta anualmente el valor de las propiedades para calcular el pago, no solo intensifica la segregación urbana, sino que se convierte en un auténtico «impuesto al talento». Castiga a los profesionales emergentes que, gracias a su esfuerzo y habilidades, logran comprar una vivienda en barrios con potencial, solo para verse obligados a abandonarlos por alzas insostenibles en los pagos.
Imaginemos a un ingeniero joven, una profesora o una emprendedora de clase media, sin herencias ni fortunas familiares. Deciden invertir en una casa en un barrio en desarrollo, calculando sus ingresos futuros, el crédito hipotecario y el potencial de mejora en el entorno. Apuestan por un lugar que promete mejor acceso a servicios, transporte y calidad de vida. Pero, a medida que el barrio progresa, impulsado por la demanda de sus propios residentes por parques, comercios y vías, el valor de las propiedades sube rápidamente. Con ello, el avalúo fiscal y las contribuciones (impuesto territorial) se disparan, creciendo más velozmente que los salarios. Lo que era un pago accesible se transforma en una carga pesada, forzando a estos «nuevos profesionales» a vender y mudarse a zonas más periféricas y de menor calidad.
Este «impuesto al talento» no es una etiqueta casual: penaliza directamente el mérito y el trabajo duro. Afecta a quienes han invertido en educación y carreras para ascender socialmente, sin contar con patrimonios heredados. Estos individuos no solo enriquecen los barrios con su presencia aportando diversidad, ideas innovadoras y cohesión social, sino que impulsan el crecimiento económico del país. Al expulsarlos, se crea un ciclo perverso: los barrios mejoran gracias a esta mezcla inicial, pero terminan reservados para familias de altos ingresos, perpetuando la desigualdad y limitando oportunidades para las generaciones futuras. Es un gravamen que castiga el éxito personal, desincentivando la inversión en vivienda y frenando la movilidad ascendente que tanto se necesita en Chile.
Un análisis reciente basado en simulaciones de machine learning, utilizando algoritmos como el Q-learning, ilustra este problema de manera clara. En un modelo con mil hogares distribuidos en cinco barrios de distinta calidad, se comparan dos escenarios: uno con reajustes anuales en las contribuciones (impuesto territorial) y otro donde se anclan al valor de compra inicial. Los resultados muestran una segregación evidente en el primer caso, con hogares de ingresos medios y bajos concentrados en barrios de menor calidad después de 30 años. En cambio, el anclaje al valor original promueve una distribución más equilibrada, manteniendo la diversidad en zonas de mayor plusvalía.
Estudios internacionales respaldan esta visión. Por ejemplo, se ha demostrado que la vivienda principal es un bien no solo económico, sino emocional y de largo plazo, donde los residentes desarrollan un «sentimiento» que influye en decisiones locales. Otro trabajo analiza cómo los incrementos periódicos en impuestos a la propiedad aceleran la gentrificación, desplazando a residentes de menores ingresos. Una comparación entre el Reino Unido, donde se ancla el impuesto al valor de compra y Estados Unidos con reajustes frecuentes revela que la segregación es mucho menor en el primero. En Chile, donde el sistema de contribuciones carece de progresividad real con exenciones limitadas a 45 UTM que excluyen a muchos de clase media emergente, este impuesto se vuelve regresivo, agravando la brecha social.
La segregación resultante no solo es espacial, sino que atenta contra la integración social. Barrios diversificados fomentan el intercambio de conocimiento y la cohesión, beneficiando a toda la comunidad. En cambio, la concentración de riqueza en unas zonas y pobreza en otras limita la creación de comunidades, perpetuando ciclos de desigualdad. Este «impuesto al talento» invisibiliza el esfuerzo de profesionales que, al ser desplazados, pierden no solo su hogar, sino la red de oportunidades que habían construido.
La solución es práctica y urgente: reformar la política para proteger la primera vivienda, anclando las contribuciones (impuesto territorial) al valor de tasación al momento de la compra, con reajustes solo por inflación. Esto permitiría a las familias planificar a largo plazo, alineándose con sus proyecciones de ingresos. Además, habilitar ajustes retroactivos para quienes ya han sido afectados, solicitando el cambio desde la fecha de adquisición. Al vender voluntariamente, se podría aplicar un reajuste, dando claridad al nuevo comprador. Estas medidas no eximen pagos, sino que los hacen justos y predecibles, incentivando la compra de vivienda sin desincentivar el progreso personal.
Es momento de que las autoridades actúen. En medio de una crisis habitacional y creciente desigualdad, repensar las contribuciones (impuesto territorial) es esencial para ciudades inclusivas. Proteger el talento significa reconocer que el esfuerzo no debe ser castigado con el exilio urbano. De lo contrario, seguiremos pagando el alto costo social de una segregación que fractura nuestras comunidades.
¿Qué opinan? Debemos debatir y empujar cambios por un Chile donde el mérito abra puertas, no las cierre.