Entender la identidad policial para pensar la acción policial
09.07.2025
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09.07.2025
La siguiente columna anticipa algunas observaciones de una etnografía realizada al interior de Carabineros de Chile, y aprovecha otros estudios para explicar el sentido de pertenencia de sus funcionaros, desde lo bueno y lo malo. Enfatiza la importancia de potenciar los elementos unificadores y distintivos de la formación policial, con énfasis en la probidad y los valores democráticos.
Imagen de portada: Diego Martín / Agencia Uno
Muchas instituciones están en crisis. Está en crisis también el mundo laboral como aquel espacio que dota de significado e identidad a las personas: cada vez más se deja de ver la ocupación como un espacio de significado vital, o el lugar de trabajo como un ámbito importante de la identidad. Esto, por supuesto, con matices.
Carabineros de Chile y la labor policial, en tanto organización y ocupación particular, no es la excepción. En los últimos años, reportajes tanto de este medio como otros, han mostrado cómo la situación que afecta a la población entera permea también a la institución. Así como salieron a la luz las licencias médicas de los funcionarios públicos, hace algunos años eso ya era noticia en Carabineros. Así como el deterioro de la salud mental es un problema cada vez mayor en los jóvenes, hace algunos años que conocemos ya esta situación en Carabineros. Así como la violencia de género y las malas condiciones laborales angustian a miles de personas en el país, hace algunos años que esas situaciones son denunciadas y conocidas en Carabineros. A esto podemos sumar denuncias por falta de apoyo institucional, el conocido “Pacogate” que genera sensaciones de injusticia y resentimiento al interior, el éxodo de funcionarios a la seguridad privada, y otros factores que llaman a pensar tanto en las características organizacionales como en las “funciones de la policía en la sociedad moderna” (parafraseando a un clásico en estudios policiales, Egon Bittner).
Pero esto puede ser aún más profundo: así como las nuevas generaciones no se identifican con su ocupación, los carabineros pueden dejar de sentir “la sangre verde por sus venas” (ocupando términos de ellos). La desidentificación en un trabajo como el policial puede tener consecuencias graves, pues quienes lo ejercen están constantemente expuestos a riesgos físicos, a intentos de corrupción o de soborno, de cinismo respecto a su rol y —como no, al detentar el monopolio de la violencia legítima— al uso abusivo de la fuerza. Para que estos elementos de la labor policial se lleven a cabo como espera una sociedad democrática, no basta con normativas claras o regulaciones formales que establezcan qué debe, o no, hacer un policía. Son necesarias, pero para nada suficientes. Esto último lo han dicho estudios etnográficos hasta el cansancio en otros lugares, pero en Chile no tenemos investigaciones de estas características en nuestra institución policial.
Dicho vacío, sin embargo, se está llenando, y bienvenido sea. Gracias a algunas autoridades institucionales que comprenden la importancia de pensar en conjunto con la ciencia social, y que ésta pueda observar “desde dentro” a una institución que se busca mejorar, se están desarrollando algunas investigaciones cualitativas en y con Carabineros, que permiten entender mejor las complejidades del asunto. He podido conocer algunas de ellas, llevadas a cabo por grandes investigadores, y no puedo sino esperar con ansias a que vean la luz pública —toda buena investigación, sin embargo, requiere de tiempo—. Pero ahora entraré particularmente en mi experiencia en la Escuela de Carabineros, en un intento por acercar la investigación académica con la discusión pública y de destacar la importancia que tiene la “familiaridad” que aporta la etnografía para problemas como los que planteo al inicio. A lo que me referiré acá está incluido principalmente en mi tesis recientemente publicada, pero otros aspectos están siendo elaborados en otros artículos académicos.
¿Por qué Carabineros de Chile ha gozado de una legitimidad ciudadana —me refiero a aquella que va más allá de las encuestas— que no tienen, por ejemplo, las otras policías del continente? ¿Por qué un carabinero decide no aceptar un soborno en la calle, o acude a un procedimiento cuando implica riesgos personales?
El riesgo de que las policías se corrompan, o que dejen de acudir a procedimientos, es latente en cada sociedad, y Carabineros no está exento de aquello —tampoco las Fuerzas Armadas—. El punto es este: para intentar solucionar casos de excesivo uso de la fuerza, casos de corrupción con el crimen organizado y el narcotráfico, y casos de lo que la literatura llama el “cinismo legal”, se debe entender la complejidad organizacional y ocupacional de la policía.
Uno de los aspectos en los que se debe poner atención es en la identificación institucional que genera Carabineros de Chile en sus miembros. Pienso que las preguntas de arriba no pueden obviar la identificación al intentar responderlas. En un artículo en proceso, a cargo del investigador Matías Fernández, recalcamos la importancia que tiene la identidad laboral al transformarse en maneras de ser que generan a su vez maneras de hacer. Simplificando: “no acepto la coima porque soy carabinero, y un carabinero no acepta una coima”. Y aquí otro punto importante que desarrollamos con Fernández: en una institución como Carabineros de Chile, con su carácter militar y su arraigada jerarquía interna, existe la posibilidad de que la institución misma maneje esas identidades —a esto lo llama la literatura organizacional “symbolic management”—. Entonces, si la institución puede manejar maneras de ser que impliquen maneras de actuar, existe en ella misma la posibilidad de que esas identidades institucionales sean la de un policía democrático, probo, honesto, y al servicio de la comunidad.
En la etnografía en la Escuela de Carabineros, donde participé como “un aspirante a oficial más” —esta afirmación lleva en sí complejidades metodológicas que no cabe discutir acá—, observé cómo inicia el proceso de identificación de los oficiales de Carabineros. A partir de esa experiencia, propongo que lo que llamo “distinción por conformación” genera una identidad profunda y un fuerte sentido de pertenencia en quienes ingresan a la institución. Sin ahondar en lo que implica sociológicamente ese proceso, le presento al lector algunos elementos de él que entran en la discusión sobre lo que vengo diciendo.
Desde el primer día del período de inducción, cuando los aspirantes están ya formados y aprendiendo pasos militares para desfilar ante sus familiares en lo que es su primer desfile como carabineros, se les dice que la “idea es que se desprendan de lo que eran para que se adapten a lo que son desde ahora” (nota de campo, 2024). Eso que “son desde ahora” incluye maneras de moverse, comunicarse, y actuar que son desconocidas para la mayoría de los aspirantes a oficiales, y deben aprehenderlo en cuestión de minutos. Deben, por ejemplo, mantenerse horas parados en “posición firme”, mirando al frente —que “es, sobre todo, una cuestión más mental que física”, como me comentaba un aspirante y con el cual concuerdo—; comer y tomar lo delimitado; referirse con un “mi” cuando se dirige la palabra a un superior (“más antiguo”); dormir y despertar con el toque de diana para salir a formar. En definitiva, una serie de actividades diarias que no se condicen con la vida previa, antes de pasar la reja de Vasconia ese 1 de febrero.
Todo esto se hace corriendo; los nuevos aspirantes deben aprender que “siempre están atrasados”, y que “tienen que andar nerviositos”. Pertenecer a grupos totalmente homogéneos internamente suele generar estados de ansiedad, y las personas —por razones obvias— buscan salir de ese estado lo antes posible. La mejor manera de salir, dice la literatura en organizaciones, es adaptarse rápidamente a la norma. Pero en una institución como Carabineros hay algo más, que no es mera adaptación: es confirmación subjetiva y volitiva de los valores nucleares de la institución.
La psicología social de las últimas décadas ha postulado que en todo grupo las personas buscan un equilibrio entre la identidad personal y la identidad grupal; pero, de nuevo, acá se observa un fenómeno particular: esas dos identidades confluyen demasiado, y eso produce orgullo (no hastío) y el deseo ferviente de la confluencia continúe. Ese deseo, a su vez, se satisface confirmando la identidad institucional. Esta mezcla —de factores organizacionales que asimilan y que buscan formar identidades, con el deseo que encuentran los aspirantes por confirmarlas— genera un fuerte sentido de pertenencia, percibiéndose los aspirantes a sí mismos desde los simbolismos institucionales.
La búsqueda incesante del sentido de pertenencia, sin embargo, tiene posibles riesgos. Algunos son: 1) que esa búsqueda se concrete en una subcultura informal de patrones discriminatorios respecto a ciertos grupos sociales; 2) que el fervor de la búsqueda amaine cuando los simbolismos y lo que he llamado “ceremonias rituales” dejan de hacer sentido en función de una identidad que se aspira a alcanzar. Luego, en un trabajo donde la identificación es tan relevante para las complejidades que se enfrentan en el día a día, el apagamiento de ella puede tener consecuencias problemáticas —tanto para la gente que reclama seguridad como para quienes están llamados a asegurarla—.
La identificación, y en esto concuerda bastante la investigación en sociología y psicología social, no es algo estático, sino un proceso de constante producción. Por lo mismo, tiene la posibilidad de ir fortaleciéndose, cambiando, y también menguando. En la labor policial ese proceso tiene implicancias importantes, y la discusión sobre ella no está tomándolo suficientemente en cuenta.
Las preguntas que quedan, entonces, son sobre cómo tener un cuerpo policial en que los aspectos positivos de la identificación se fortalezcan; cómo hacer que los símbolos que generan sentido de pertenencia sean aquellos que dotan de significado al servicio a la comunidad y la incorruptibilidad; y cómo establecer que la doctrina que los funcionarios introyectan esté basada en valores democráticos, honestos e imparciales.