Noticias falsas, simulaciones y alianzas pacifistas a través de TikTok son parte de la guerra en marcha entre Rusia y Ucrania. «Los jóvenes están complejizando la máquina de propaganda de Putin», evalúa esta columna para CIPER con una serie de ejemplos de los últimos días.
Hace unas semanas, una encuesta en Estados Unidos revelaba que un 17% de los estadounidenses se sentía identificado con QAnon, el grupo conspiratorio que, entre otras cosas, motivó el año pasado la invasión del Capitolio como una manera de desconocer los resultados de la elección de Biden y la derrota de Trump. Es decir, casi dos de cada diez estadounidenses sienten simpatía por un movimiento que vive de la ficción.
La guerra entre Rusia y Ucrania ha vuelto a levantar el tema de la propaganda, pero hoy de la mano de civiles organizados, y no sólo de autócratas como Putin. Lo más relevante parece ser que esta guerra en marcha dará el primer indicio universal de que en el nuevo siglo incluso maquinarias de desinformación robustas y eficientes, como las que ha levantado el Kremlin con su omnipresente líder, pueden colapsar si los ciudadanos toman el control de internet.
Para que lo anterior suceda, deben, sin embargo, ocurrir antes ciertos hechos.
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- La transparencia: el gobierno ucraniano no ha necesitado movilizar a miles de personas ni poner barricadas a la información para tener de su lado, hasta ahora, a la opinión pública mundial. Los jóvenes ucranianos se unieron —especialmente en Instagram y en TikTok— mostrando cuánto la guerra los golpea y cómo la propaganda de Putin miente. Mientras Elon Musk se comprometió y cumplió para que Ucrania no quedara desconectada, Putin ha comenzado a silenciar a su país. Los medios estatales como RT y Sputnik no pueden siquiera nombrar la palabra ‘guerra’, pero no tienen problemas en decir que el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky es «protonazi» (a pesar de ser judío y que su abuelo peleó del lado de los soviéticos para la Segunda Guerra Mundial). El mismo Zelensky llamó a los tiktokeros de su país a publicar la agresión rusa, y de esa manera explicar lo que están viviendo. En cambio, el regulador de comunicaciones de Rusia, Roskomnadzor, exigió que TikTok dejara de incluir contenido relacionado con el ejército, argumentando que gran parte de éste era de carácter antirruso. Democracia versus dictadura.
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- Los jóvenes: lo anterior no quiere decir que los jóvenes no transmitan desinformación. Todos los estudios muestran que tanto jóvenes como adultos mayores en general se alimentan de las fuentes que les hablan sobre sus juicios y prejuicios. Sin embargo, en este caso la propaganda de Putin está chocando contra la capacidad de los jóvenes de generar contenido en línea de manera eficiente y conectada. Esto ha unido a ucranianos y rusos que están en contra de la guerra, y por eso el gobierno ruso tiene hoy en los jóvenes sus principales opositores. En enero pasado, muchos jóvenes participaron en las protestas contra Vladimir Putin tras el arresto a su regreso al país de Alexei Navalny, el disidente más destacado de Rusia. Algunos incluso fueron expulsados de la universidad por su papel en las manifestaciones. «El gobierno ha declarado la guerra a los jóvenes, pero definitivamente ganaremos», explicaba entonces la editora de DOXA, una revista estudiantil en línea en Moscú. La polarización es una de las fuentes principales de desinformación en los países durante coyunturas de crisis. Pero, por el contrario, hoy la aspiración de paz se ha transformado en causa de unidad para los jóvenes, lo cual ha permitido contrarrestar los miles de videos falsos que emiten las agencias rusas o algunos medios nacionalistas ucranianos. Los jóvenes están así complejizando que la máquina de propaganda de Putin corra tal como lo hizo para el triunfo de Trump y la campaña del Brexit, dos hechos que dividieron consecutivamente a Estados Unidos y Gran Bretaña.
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- Las instituciones: una de las cosas que los autócratas aprovechan es la falta de confianza de la gente en las instituciones. Es un juego en el que Putin se mueve con comodidad, luego de años en el poder en que ha construido toda una maquinaría de desinformación para golpear las democracias occidentales (incluyendo la creación de medios de cobertura mundial, RT y Sputnik, para limpiar su imagen). «Un mundo nuevo está naciendo ante nuestros ojos. La operación militar de Rusia en Ucrania ha dado paso a una nueva era… Rusia está restaurando su unidad: la tragedia de 1991, esta terrible catástrofe en nuestra historia, ha sido superada. Sí, a un gran costo, sí, a través de los trágicos eventos de una guerra civil virtual… pero no habrá más Ucrania como la anti-Rusia», publicó el 26 de febrero Ria Novosti, la principal agencia estatal de noticias en línea de Rusia, en un posteo que fue programado sin siquiera dudar que los acontecimientos reales no acompañarían la propaganda.
Las democracias occidentales no están lejos de sus propios juegos de manipulación, sin duda. Las cifras a favor de QAnon son las de una democracia herida luego del paso de Donald Trump por la presidencia. Pero el caso de esta guerra es diferente: las democracias se han unido; los parlamentos han tomado decisiones valientes; y los medios han elevado sus cuidados sobre la información incorrecta o falsa. A Ucrania hoy no lo apoyan sólo las democracias —también el autócrata Erdogan es un gran aliado de Zelensky—, pero son éstas las que han sumado más lealtades. Instituciones más transparentes versus el oscuro mundo construido por Putin.
Las redes sociales mantienen los mismos defectos de siempre. Antes que excluir los contenidos falsos, el negocio manda. Por ejemplo, una escena del video juego ARMA 3 llegó a cinco millones de visualizaciones simulando el derribo de un avión ruso. Para los temas que nacen de la desinformación y la propaganda hay también matices. Esto no es nuevo, sólo que hoy las herramientas para mentir son más sofisticadas, y acaso una de las grandes lecciones de esta guerra sea la señal de alerta que autócratas y dictadores tengan de ahora en adelante sobre sus métodos de propaganda.