Ciencia y política: los peligros detrás de la administración Kast
28.12.2025
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28.12.2025
El autor de esta columna manifiesta la preocupación del mundo científico nacional e internacional por las dudas que hay sobre el lugar que ocupará el conocimiento científico en el gobierno de José Antonio Kast. Dice que son tantas las indefiniciones del futuro presidente que «la suma de éstas , la ausencia de señales concretas respecto del lugar que ocuparía la ciencia en un eventual proyecto de gobierno, las críticas a la existencia de ministerios y la falta de claridad sobre el papel que se otorgaría a los científicos, son claves para comprender la preocupación de la academia».
Hace un par de días se publicó al artículo “Chile’s new president could shake up nation’s science”, en la prestigiosa revista científica Science Magazine, donde la autora relatÓ las aprensiones existentes de lo que podría ocurrir con las institucionalidad científica y el financiamiento de la ciencia bajo la presidencia de José Antonio Kast. Unos días posteriores a esto, en este mismo medio apareció la columna de opinión “Nullius in verba: la ciencia y la política”, la cual citó el artículo de Science. Tal como describió el autor, comparto la idea de que los investigadores somos seres humanos insertos en la sociedad, y no somos ajenos a ella y más aún, podemos influir en su desarrollo, tal como lo expuso de forma clara Jorge Toledo en su columna “Louis Pasteur, el cazador del micromundo.”. Desafortunadamente, el porqué la comunidad científica muestra hoy preocupación por el gobierno de Kast, fue abordado de manera simplista
Cómo no estar preocupados, si para una parte de la población, incluidas mujeres y minorías, la agenda conservadora asociada a la ideología de ultraderecha y al fanatismo religioso de Kast, puede significar un retroceso en derechos adquiridos. En la academia por otro lado, la preocupación va de la mano con las profundas indefiniciones que exhibió como candidato, y que persisten hoy como presidente electo, así como en sus amenazas y críticas a la supuesta “ideologización” de las universidades, donde en general se hace la ciencia. La inconstancia de sus promesas, como la de reducir su sueldo. que finalmente se incrementará en casi un 30 %, junto con la dilatación en la toma de decisiones relevantes, por ejemplo, su posición frente al apoyo a Michelle Bachelet en la ONU, ponen un manto de dudas en temas de importancia pais y no permiten tener claridad sobre lo que podría ocurrir durante su presidencia.
Esta situación se vuelve aún más compleja ante la inexistencia de una propuesta programática real, más allá de eslóganes; la ausencia de una hoja de ruta clara en materia de ciencia, tecnología e innovación; y la amenaza explícita de un recorte de aproximadamente seis mil millones de dólares al gasto estatal. La suma de estas indefiniciones, la ausencia de señales concretas respecto del lugar que ocuparía la ciencia en un eventual proyecto de gobierno, las críticas a la existencia de ministerios y la falta de claridad sobre el papel que se otorgaría a los científicos, son claves para comprender la preocupación de la academia. Esta preocupación no es imaginaria, no surge de una interpretación ideológica de la ciencia y trasciende tanto el quehacer científico en sentido estricto como el propio principio nullius in verba.
Debemos entender que la relación entre desarrollo científico y política no es trivial. Históricamente, quienes desafiaron dogmas impuestos desde el poder, como aquellos que sostuvieron que la Tierra no era el centro del universo, fueron perseguidos y castigados, e incluso asesinados como Giordano Bruno. En tiempos más recientes, gobiernos con líneas ideológicas similares, explícitamente admirados por Kast, han contribuido a desestabilizar seriamente el desarrollo científico de sus países, aparentemente porque el conocimiento resulta incómodo para la posverdad. Tal es el caso de la administración de Donald Trump en Estados Unidos, marcada por el negacionismo científico y el debilitamiento de agencias clave, o del actual gobierno de Javier Milei en Argentina, que ha impulsado un profundo desmantelamiento del sistema científico y educativo. Estos ejemplos no buscan establecer analogías simplistas, sino advertir que la incertidumbre programática y el desprecio por el conocimiento tienen consecuencias reales.
Cabe entonces preguntarse: ¿puede la academia chilena abstraerse de esta problemática?, ¿es ajeno o impropio que la comunidad científica emita declaraciones frente a escenarios que amenazan el desarrollo del conocimiento?, ¿es inválido que revistas científicas de prestigio abran espacios para este tipo de discusiones? La carta firmada por 40 Premios Nacionales, quienes manifestaron públicamente su preocupación por el retroceso científico y cultural que podría implicar una presidencia de Kast, sugiere con claridad que no solo es legítimo, sino necesario, adoptar una posición informada. Del mismo modo, la declaración de solidaridad de premios Nobel frente a la situación de la ciencia en Argentina, así como las múltiples publicaciones aparecidas en Science y Nature durante el inicio de la llamada era Trump 2.0, confirman la validez de este tipo de pronunciamientos.,
La ciencia no es una entelequia abstracta: es una actividad profundamente humana, realizada por científicos que no pueden, ni deben, abstraerse de la realidad social y política en la que están inmersos. Revistas tan prestigiosas como Science y Nature son plenamente conscientes de ello. No está de más recordar que, durante la dictadura cívico-militar en Chile, regimen que José Antonio Kast ha manifestado admirar, se publicaron diversas cartas en Nature: algunas llamando a acoger a científicos chilenos perseguidos, otras firmadas por científicos nacionales, varios de ellos hoy Premios Nacionales, que denunciaron la precarización de la educación bajo el autoritarismo. Por cierto, también existieron entonces figuras que avalaron la persecución del conocimiento, recordándonos que el silencio nunca es neutral.
Que revistas científicas de prestigio, que además hacen gala del principio nullius in verba, permitan instalar estos temas en la discusión pública es motivo de alegría y solo puede llevarnos a exclamar “Great Scott”, como diría el doctor Emmett Brown, o, en su equivalente en español, “¡santa ciencia!”. Afortunadamente, gracias a ese espíritu crítico, aún podemos disentir de dogmas y hegemonías culturales, tal como advirtió Antonio Gramsci. Aún podemos disentir, como no pudo hacerlo Galileo Galilei, pese a que sus ideas se gestaron precisamente bajo el principio nullius in verba. Galileo, para salvar su vida, debió abjurar de sus ideas y, según una cita apócrifa que se le atribuye, habría murmurado tras su retractación: Eppur si muove, “y sin embargo, se mueve”. Este episodio generó un atraso de décadas en el desarrollo del conocimiento y demuestra que las imposiciones políticas y los gobiernos no son, en absoluto, inocuos para la ciencia, y menos aún para los científicos.