La promesa de una nueva oposición
17.12.2025
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
17.12.2025
En esta columna su autor pone énfasis en los aprendizajes de la izquierda en sus cuatro años de Gobierno, de cara al periodo que viene como oposición. Sostiene que “quienes estuvieron en el poder, ya sea como parlamentarios oficialistas y autoridades de gobierno, deben administrar su conducta a partir de la responsabilidad y el juicio crítico. Un retorno a la impugnación artera, la mera agitación superficial y el uso deliberado de instrumentos legales que buscan contrarrestar la voluntad de aquellos que gobiernan, socavan las pretensiones de una generación política que anhela, con justa razón, convertirse en portavoces de una izquierda inconfundiblemente democrática y con un profundo amor por Chile”.
Créditos imagen de portada: Lukas Solís / Agencia Uno
Tras meses de intensas campañas y debates, los resultados del domingo 14 de diciembre sepultaron las opciones de continuidad al gobierno de turno. José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, se convierte en el nuevo presidente de la República en el próximo cuatrienio. La izquierda, en cambio, resignada al atrincheramiento que ofrece su representación en el Congreso y expectante de las políticas que impulsará la remozada administración. La pregunta que subyace a esta nueva realidad es, digámoslos así, un tanto retórica: ¿son estas acciones las que debiesen orientar el devenir de la izquierda? La respuesta es no, en lo absoluto. En lo que sigue, pretendo entregar argumentos que, a mi juicio, aportan una visión de futuro acerca de las oportunidades que el nuevo ciclo brinda al bloque político saliente, así como los aprendizajes que fueron acumulados durante el ejercicio del poder.
La llegada al gobierno del Frente Amplio, en 2022, generó, al menos, dos efectos: una reconfiguración de fuerzas en la izquierda y la formación de nuevo capital político a las generaciones que acompañaron al presidente Boric. En cuanto al primero, el fracaso electoral que resultó del primer proceso constitucional obligó a una cierta reconciliación y reencuentro, con algunos bemoles, entre la izquierda tradicional y los sectores más vanguardistas en la conducción del gobierno. Mientras que los partidos del Socialismo Democrático absorbieron el liderazgo de ministerios clave, el Frente Amplio fue perdiendo de manera gradual su presencia en cargos estratégicos del Ejecutivo. Situación que, sin lugar a duda, gatilló fricciones y tensionó la cohabitación interna. Así y todo, el resultado fue virtuoso en términos de convergencia política y electoral del bloque.
Al entendimiento y reacomodo de los partidos de izquierda, se asoma un factor relativo a la experiencia que entrega el control del poder cuando se es investido en la autoridad. Si bien algunas de las figuras, durante los primeros meses de gobierno, contaban con cierto grado de conocimiento sobre el funcionamiento del Ejecutivo, los problemas asociados al proceso de toma de decisión terminaron superando cualquier preparación previa. La salida de dirigentes políticos reconocidos del Frente Amplio fue dejando espacios que rápidamente fueron cooptados por líderes de la ex Concertación. Carolina Tohá (PPD) o Luis Cordero, son ejemplos del giro que adoptó el gobierno de manera temprana y abrupta. A pesar de lo traumático que resultó este cambio durante buena parte del mandato, la decisión tuvo un impacto positivo sobre la moderación y conducción del Frente Amplio. La consolidación de un partido único y la capacidad de acuerdo con el Socialismo Democrático rindió buenos frutos sobre la idea de fortalecer un bloque político unido de cara a las elecciones. Pese a la aplastante derrota, quizás, será uno de los elementos constitutivos del legado del presidente Boric.
En esta nueva etapa que se avecina, la izquierda, como oposición, se enfrenta a un escenario complejo pero esperanzador a la vez. Ciertamente, las amenazas que se pueden advertir del futuro gobierno de Kast representan las principales preocupaciones de la izquierda, el desafío es ir más allá: ser una oposición que ofrezca gobernabilidad y posea capacidad crítica en la construcción de un nuevo horizonte político convocante y con vocación de poder. Esta idea nace de la necesidad de revisar las acciones del pasado y aprovechar las lecciones aprendidas para generar una propuesta diferente, con objetivos claros y certezas para la ciudadanía.
Gobernar implica costos. La decisión de remover autoridades no sólo está condicionada por la gravedad de los hechos y los riesgos que asume el gobierno al marginar a una de sus figuras: se quiebran confianzas y se erosiona la estabilidad del sistema democrático. Estas variables deben ser ponderadas a la hora de utilizar herramientas legales, como las acusaciones constitucionales, que buscan asestar un golpe a la conducción del gobierno. Esta mirada no sugiere que se ignore la función de fiscalización que recae en la oposición, sino de evaluar en su mérito las acciones y medidas que se adoptarán para contribuir a las situaciones de crisis. Después de todo, la posibilidad de volver a ser gobierno debiese regular la convivencia democrática.
Reconocer la historia. Si la crítica a la obra de los gobiernos pasados formó parte importante de lo que fue el relato de las nuevas generaciones políticas, el conocimiento y la prudencia son valores que sólo la experiencia entrega. El arribo de figuras emblemáticas del Socialismo Democrático permitió dotar de experticia técnica y política al gobierno. Esta visión no promueve la idea de ser complacientes o indulgentes en extremo, sino más bien se deben examinar con profundidad y mesura las decisiones que otros adoptaron en épocas pretéritas. A fin de cuentas, algún día la historia se encargará de invertir los roles.
Los cambios son progresivos. A la idea de querer transformar lo existente, se confronta la realidad de una sociedad anegada de preocupaciones que no revisten soluciones alojadas en ideologías. La experiencia que brindan los gobiernos locales, amplificada por el ejercicio de autoridad del Estado, muestra que gobernar exige un equilibrio entre el dogmatismo y el pragmatismo. Esta idea invita a repensar los proyectos políticos con sentido de realidad. Resulta indispensable que los avances que proponga un gobierno requieran de amplios acuerdos y promuevan climas de entendimiento: las posiciones extremas no contribuyen a los intereses del país. En resumidas cuentas, los gobiernos son evaluados por sus resultados y las oposiciones por su capacidad de aportar respuestas.
Con todo, las ideas expresadas no aspiran resumir la totalidad de los aprendizajes y lecciones de quienes asumieron cargos relevantes en el gobierno del Presidente Boric. Se documentarán las vivencias y testimonios de quienes fueron sus protagonistas. Lo que es cierto es que la izquierda se juega una oportunidad de crecimiento y apertura a la reflexión con miras a conquistar nuevamente el poder. Esta nueva fase revela una promesa inconfesada: la obligación moral de ser una fuerza de oposición distinta. Quienes estuvieron en el poder, ya sea como parlamentarios oficialistas y autoridades de gobierno, deben administrar su conducta a partir de la responsabilidad y el juicio crítico. Un retorno a la impugnación artera, la mera agitación superficial y el uso deliberado de instrumentos legales que buscan contrarrestar la voluntad de aquellos que gobiernan, socavan las pretensiones de una generación política que anhela, con justa razón, convertirse en portavoces de una izquierda inconfundiblemente democrática y con un profundo amor por Chile. Se asoma un ancho horizonte.