Debate Anatel: el buzzer beater que no fue
12.12.2025
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12.12.2025
El autor de esta columna escribe sobre el último debate de los candidatos Jara y Kast, y dice que más que analizarlo, hay que tener en cuenta que es «un show. Y como buen show, tiene sus propias reglas no escritas, como por ejemplo, que la performance vale más que la coherencia. El debate, comúnmente llamado ‘cara a cara’ por la prensa, es el escenario donde se prueba qué frase sobrevive al ciclo informativo».
Créditos imagen de portada: Hans Scott / Agencia Uno
Quienes somos seguidores del baloncesto estamos familiarizados con su jerga y, particularmente, con el término buzzer beater que, en palabras simples, define el momento en que un jugador o jugadora lanza al aro justo en la fracción de segundo en que se termina el tiempo reglamentario, logrando no solo encestar, sino ganar el partido. De todas las maneras de ganar, tal vez sea la más emocionante. De todas las formas de perder, sin duda es la más amarga, porque no permite reacción. Algo parecido al gol de oro, o “último gol gana”, que la FIFA testeó en algún mundial.
Habrá quienes piensen que esta presidencial es carrera corrida. Y, sin duda, lo hacen con datos sólidos que avalan tal postura. Otros —llámenme naif fiel a las reglas deportivas—, creemos que los partidos hay que jugarlos y, tal vez, ganarlos con un emocionante buzzer beater. Ese es justamente mi punto. Todo indica que el buzzer beater no llegó, aunque la candidata Jara lo intentó. Ahora, si pierde la elección, no será por culpa solo de este evento, desde luego.
El problema es que cuando durante semanas te muestran gráficos, paneles y titulares que dan por hecho el resultado, el partido empieza a jugarse con un marcador mental instalado antes de que suene el silbato inicial. No es solo lo que miden las encuestas, sino la forma en que se las presenta como una suerte de oráculo que anticipa lo inevitable. En ese clima, el debate deja de ser un espacio para convencer a alguien y se transforma en una ceremonia para confirmar lo que el sistema político y mediático decidió creer de antemano. El buzzer beater deja de ser una posibilidad deportiva y pasa a ser una anécdota que solo entusiasma a quienes todavía creen que las campañas sirven para algo más que administrar expectativas.
No me gusta entrar en valoraciones que satanizan las formas que surgen en el debate, utilizando palabras como “descalificaciones” o conceptos reiterados como “no mueve la aguja”. Eso es no comprender el fenómeno que se observa y sumarse al coro de analistas que reaccionan ofendidos desde el Olimpo. Que no se malentienda: no estoy a favor de que se imponga quien atropella o hable más alto, pero no entender que las bajas formas de la relación política partidista corresponden a una tradición de la que los propios medios de comunicación sacan provecho, es pontificar desde un lugar ideal que no existe, utilizando el mismo encuadre conceptual del mundo político para referirse al “otro” de manera ofendida. Ejemplos de eso se encuentran frecuentemente en los oscuros pasillos del Congreso Nacional, en telebasura como el programa “Sin Filtros” o en los propios debates presidenciales.
En concreto, no se puede pretender tener un debate “a la escandinava” cuando las formas broncas e irrespetuosas, sean pasivo-agresivas o derechamente directas, son el combustible habitual del sistema, especialmente en este espectáculo de televisión en horario prime. Porque no olvidemos que eso es: un show. Y como buen show, tiene sus propias reglas no escritas, como por ejemplo, que la performance vale más que la coherencia. El debate, comúnmente llamado “cara a cara” por la prensa, es el escenario donde se prueba qué frase sobrevive al ciclo informativo.
Dicho eso, vamos al fondo. La pregunta seria es: ¿por qué un candidato que maneja con dificultad las cifras económicas, que viene amenazando con reducir o quitar conquistas sociales y culturales, que ofrece un pastiche ridículo de puesta en escena imitando a su líder Trump, está ad portas de ganar una elección en su tercer intento? Reformulo la pregunta: ¿por qué una candidata que maneja las cifras del Estado al dedillo, que no viene de las élites sociales, que reforzaría las conquistas sociales y culturales, que ha dado prueba de capacidad de diálogo político, que entiende que “menos es mejor que nada”, está ad portas de perder una elección?
No hay sentido común que ayude a dar una respuesta coherente. De hecho, es un contrasentido en un país donde la mitad de Chile tiene un ingreso igual o menor a 611 mil pesos, poco más que el sueldo mínimo. Una hipótesis, entre muchas posibles: porque, por un lado, la candidata Jara es comunista, y por otro, el candidato Kast viene haciendo campaña desde 2016. Son diez años construyendo el relato del miedo.
Con este marco a la vista, considero que Jara no tenía más opción que hacer lo que hizo: mostrarse fuerte, no dejar pasar lo que consideraba alejado de la realidad. Mientras que Kast, personaje de la vida nacional que omite o deliberadamente se equivoca en su discurso —para no decir que miente—, solo se preocupó de no perder por KO. Al parecer lo logra.
Pasó el debate y aún queda algo de campaña. Espero que triunfe la sensatez en el último segundo.