La insistencia de Franco Parisi y su tecnopopulismo neoliberal
20.11.2025
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20.11.2025
Los autores de esta columna analizan la figura de Franco Parisi, quien logró 2,5 millones de votos en la primera vuelta presidencial. Sostienen que «el apoyo a Parisi da cuenta de un voto vinculado a una sensación de abandono por parte de las elites políticas y económicas, particularmente de las regiones del país, pero también sectores populares y personas con un bajo interés a la política que buscan mejorar sus condiciones de vida, pero no se sienten identificados con los partidos tradicionales de izquierda y de derecha. Este es el electorado que estará en mayor disputa para la segunda vuelta presidencial entre Jeannette Jara y José Antonio Kast».
Créditos de portada: Cristóbal Ramírez / Agencia Uno
Con más de 2,5 millones de votos, un 19,7% a nivel nacional, y triunfos claros en Arica, Tarapacá, Antofagasta y Atacama, Franco Parisi volvió a instalarse como un actor capaz de tensionar el mapa político chileno. Su rendimiento electoral no constituye un accidente o una propuesta innovadora, sino el resultado de una insistencia cultivada por más de una década. Desde su irrupción en 2013, cuando obtuvo un sorpresivo 10,1%, pasando por el 12,8% alcanzado en 2021, Parisi ha consolidado una oferta política capaz de atraer a votantes que se sienten distantes del sistema de partidos tradicional. Aquí argumentamos que la figura política de Parisi responde a lo que podríamos llamar un tecnopopulismo neoliberal, es decir una singular conjugación entre crítica moral a la clase política, exaltación de sus conocimientos como “experto” y promesas de soluciones técnicas efectistas.
Comprender este fenómeno exige revisar la trayectoria previa a su irrupción en el escenario electoral. Parisi es doctor en economía, fue vicedecano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile y desarrolló parte importante de su carrera en Estados Unidos. Esa base técnica fortaleció su credibilidad y le permitió convertir la experticia económica en capital político. Su consolidación como figura pública ocurrió en el espacio televisivo en 2011 con su participación del segmento “Los Parisi, el poder de la gente”, en programas en ViaX y La Red, donde junto a su hermano Antonino utilizaban un lenguaje directo, humorístico y pedagógico para traducir complejos problemas económicos en términos accesibles, mientras denunciaban abusos de élites financieras y políticas.
El Parisi candidato de la elección presidencial de 2013 ya contaba con una narrativa trabajada. Su discurso articulaba una oposición moral entre un pueblo honesto y sacrificado (la gente) y una clase política descrita como apitutada, ineficiente y desconectada. A esa dimensión marcadamente populista se sumaba una promesa tecnocrática y antipolítica. Esta consistía en que muchos de los problemas del país podían resolverse mediante gestión experta, racionalidad económica y decisiones basadas en datos, sin el “enredo” institucional que, según él, caracteriza a los partidos y los “apitutados de siempre”. Esa convergencia de una oposición entre la gente y la clase política, por un lado, y la experticia técnica despolitizada, por otro, constituye el núcleo del tecnopopulismo. Se trata de una forma de representación que afirma hablar en nombre del pueblo mientras reivindica el conocimiento experto y eficiente, qué él reclama poseer, como único camino hacia la solución a los problemas de las personas comunes.
Su trayectoria pública ha incluido también controversias relevantes. El prolongado conflicto judicial por el no pago de pensión de alimentos, ampliamente cubierto por los medios, instaló cuestionamientos éticos sobre su conducta y tensionó su imagen de profesional exitoso. De igual modo, ha sido acusado de acoso sexual en una de las universidades en Estados Unidos donde trabajó, por lo que ha sido muy cuestionado por movimientos feministas. Sin embargo, a pesar de estas polémicas, sus consistentes buenos resultados electorales muestran una particularidad de su figura y su capacidad de sostener apoyo político pese a controversias que en otros liderazgos suelen generar efectos más severos.
En las actuales elecciones presidenciales el retorno del voto obligatorio operó como catalizador de su ascenso. La reincorporación de electores con escasa identificación partidaria favoreció propuestas simples, directas y centradas en soluciones materiales. Su campaña, diseñada casi por completo desde el espacio digital, evitó las mediaciones institucionales y conectó con votantes de regiones, sectores precarizados y personas con bajo interés previo en la política. En este contexto, la distancia física derivada de su residencia en Estados Unidos pareciera ser interpretada como indicador de autonomía más que como desconexión del territorio chileno.
En su campaña Parisi insistió en un conjunto de medidas que viene proponiendo desde hace años: ayudas económicas directas, reducción de trámites y del tamaño del Estado, a las que, atento al escenario político, agregó propuestas de control más estricto de la migración irregular y un combate al narcotráfico. Aunque estas fórmulas no conforman un programa ideológicamente coherente, sí producen un marco donde la política aparece como problema y la gestión técnica como solución eficaz. En consecuencia, el tecnopopulismo neoliberal de Parisi no promete transformar las bases del modelo económico, sino hacerlo funcionar de manera eficiente, defendiendo el libre mercado de los intereses partidarios y de amiguismos que, según él, han bloqueado el desarrollo.
En este esquema, su condición de outsider juega a su favor. El Partido de la Gente (PDG) opera principalmente como una plataforma digital, capaz de coordinar campañas y movilizar apoyos sin la estructura territorial de los partidos tradicionales. Ese formato ha demostrado eficacia: en esta elección el PDG logró reunir cerca de un millón y medio de votos más que en el 2021 y proyectar una nueva constelación de liderazgos, entre ellos figuras vinculadas a la televisión como Pamela Jiles o Cristián Contreras, popularmente conocido como Dr. File. Pero esa misma diversidad expone sus límites. El PDG sigue siendo una organización frágil, con tensiones internas, liderazgos poco articulados y una institucionalidad todavía incipiente. Su desafío será demostrar si puede consolidarse más allá del impulso personalista que hasta ahora lo ha sostenido.
El buen desempeño de Parisi también tiene que ver con un estilo afectivo que conecta con sectores a los que la política tradicional suele mirar desde lejos. Su forma de comunicarse y presentarse recurre a lo que algunos académicos llaman “apelación a lo bajo”, es decir, gestos, símbolos y códigos propios de la vida cotidiana popular que buscan marcar distancia con las élites políticas y económicas. Esto se vio con claridad en el cierre de campaña en regiones: autos “tuneados”, camisetas de equipos de fútbol de regiones, la célebre frase de “tunear a la vieja” y una puesta en escena que rompe con la estética pulida que suelen usar los candidatos tradicionales. Lejos de lo anecdótico, estos gestos reforzaron su imagen de outsider de la política tradicional y permitieron hablarle directamente a personas que sienten que la política profesional no entiende su realidad. De ese modo, su estilo no sólo comunica un mensaje de soluciones “sencillas”, sino que ayuda a explicar por qué logró captar un malestar que hoy atraviesa amplios sectores del país.
Ahora bien, cómo van a comportarse los votantes de Franco Parisi en la segunda vuelta presidencial es la pregunta que todos los analistas buscan responder. Sin duda, gran parte de ese electorado resuena con las medidas de seguridad y contra la migración, las que han sido representadas por la derecha. No obstante, el apoyo a Parisi da cuenta de un voto vinculado a una sensación de abandono por parte de las elites políticas y económicas, particularmente de las regiones del país, pero también sectores populares y personas con un bajo interés a la política que buscan mejorar sus condiciones de vida, pero no se sienten identificados con los partidos tradicionales de izquierda y de derecha. Este es el electorado que estará en mayor disputa para la segunda vuelta presidencial entre Jeannette Jara y José Antonio Kast.