Se multiplican las criptoestafas en Chile con ofertas de rentabilidades irreales
19.11.2025
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19.11.2025
La tentación de ganar dinero rápido y fácil es el denominador común entre quienes han sido engañados por plataformas falsas de inversión en criptomonedas. Con un modus operandi que se repite, estas empresas actúan protegidas por el anonimato que les entrega internet y las transacciones con estas monedas virtuales, lejos del alcance de la justicia chilena.
*Este reportaje forma parte del especial La Cripto Lavadora, una investigación periodística coordinada por el ICIJ en la que participaron 37 medios asociados de 35 países, entre ellos CIPER y LaBot.
Fue en julio de 2023 cuando Ernesto, un exejecutivo bancario de Curicó de 54 años, se cruzó en internet con un aviso publicitario que cambió su vida. Lo protagonizaba el periodista Mauricio Bustamante y Ernesto se convenció rápido de invertir en lo que el aviso promovía: “Era Trading Club, decía que era una criptomoneda y que era una empresa que te ayudaba con la orientación de cómo invertir tu dinero”, recuerda hoy.
Que Bustamante apareciera promoviendo una compañía que ofrecía rentabilidades superiores a las del sistema financiero fue lo que lo convenció. “Era un buen periodista, un hombre íntegro. Era un rostro televisivo, por lo tanto daba la sensación de una cierta credibilidad en esto”, dice Ernesto.
Hay que aclarar que Ernesto no se llama Ernesto y que Mauricio Bustamante no promueve inversiones en criptomonedas. Ambos son víctimas de Trading Club: Ernesto fue estafado y, al igual que las demás víctimas entrevistadas para este reportaje, pidió que protegiéramos su identidad; la imagen de Mauricio Bustamante fue utilizada sin su consentimiento para promover la estafa. Ni siquiera hay a quién reclamarle, porque Trading Club se esfumó junto con la plata.
Pero hay intermediarios. En el caso de Ernesto, su acción legal apuntó contra Buda, la “Fintech” chilena utilizada para comprar y transferir las criptomonedas, es decir, lo que en este mundo se denomina un exchange de criptos.
En cuanto a Bustamante, se enteró de la historia de Ernesto recién cuando lo contactamos para este reportaje, pero ha recibido cartas de otras personas afectadas por criptoestafas que utilizan su imagen y en su momento pensó en iniciar acciones contra Google, que difunde los avisos publicitarios. “Independientemente de que esto pueda tratarse de un delito a gran escala, creo que hay una responsabilidad mayor de quienes les permiten que se sigan difundiendo en plataformas que cobran. Todos estos avisos aparecen con una letra chiquitita abajo que dice Google Ad, son un aviso de Google, y Google en alguna parte está cobrando por publicarlos”, reclama el periodista. No es la única plataforma que profita de esto: recientemente se descubrió que Meta (Facebook, Whatsapp, Instagram) cada año tiene ingresos por US$7 mil millones sólo en avisos para promover estafas.

Avisos publicitarios y falsas notas periodísticas utilizaron la imagen del periodista Mauricio Bustamante para promover estafas con criptomonedas.
Lo que vivió Ernesto no es excepcional. Puede parecer ingenuo no darse cuenta de que era una estafa, pero en Chile son cientos, sino miles, las personas que en los últimos años han caído en la trampa de invertir en criptomonedas a través de empresas creadas para estafar. Tal como Trading Club, suelen desaparecer sin dejar pistas y sus víctimas nunca recuperan la plata. Es muy posible que luego vuelvan al ataque con otro nombre y nadie se dé cuenta. Las herramientas que tienen las autoridades locales para perseguir este tipo de delitos son mínimas.
La masificación de internet, primero, y la emergencia de las criptomonedas, después, facilitaron un tipo de estafa en el que nunca hay un contacto cara a cara con el captador, que en general asume una identidad falsa y se comunica por WhatsApp o a través de llamados de larga distancia. Al final, el dinero es transferido a billeteras electrónicas cuyos verdaderos dueños también son desconocidos y sólo se identifican con un número.
Bienvenidos al mundo de las criptoestafas.
Hay dos caminos por los que una persona llega a una empresa de inversiones falsas en criptomonedas. La primera es a través de avisos o hallazgos en internet, sin mayores referencias previas; la segunda es por la recomendación de un amigo o del amigo de un amigo, que ha visto cómo el dinero se multiplica de manera veloz. Es altamente probable que el amigo original haya llegado por la primera vía: avisos y búsquedas en internet.
Los testimonios de quienes se han visto afectados coinciden en que el enganche es rápido y efectivo: se llena un formulario o se escribe a través de un chat y rápidamente se recibe un llamado telefónico, a través de un número que muchas veces tiene código de otro país o es realizado por personas con acento extranjero, ya sea latinoamericanos o españoles, que se ganan su confianza y los guían en el siguiente paso, que suele ser el depósito de un monto no muy alto de dinero.
En el caso de Ernesto, el primer llamado vino de Antofagasta y el siguiente de España. Le ofrecieron una rentabilidad 10 veces mayor que la que obtendría en un banco y le lanzaron un ofertón típico de estas organizaciones: “Me dijo, empecemos con una inversión baja. Tenemos una oferta hoy día en la cual usted se invierte 500 dólares se le va a duplicar la utilidad. Y empezamos con eso”. Aunque la persona que le habló era extranjera, claramente conocía la realidad local, porque como estaban fuera del horario bancario lo guió para que fuera a un “totem” ubicado al interior de un supermercado en Curicó e hiciera su primer depósito: $513 mil. En esa ocasión, la transferencia se hizo en efectivo a una cuenta de la plataforma Safety Pay, que se ofrece como “una empresa que habilita métodos de pago alternativos”.
Tras esa primera transferencia, Ernesto dice que desde Trading Club lo contactaron con Buda para que abriera una cuenta para comprar criptomonedas. Él, que entiende al detalle el funcionamiento del sistema bancario pero no conocía nada de estas monedas alternativas y tampoco parece estar demasiado familiarizado con las plataformas digitales, lo interpretó como que Buda estaba involucrado en el intento de engancharlo. Los documentos –tiene todo guardado–, más bien sugieren que desde Trading Club crearon una cuenta online con su dirección de correo electrónico y por eso recibió el mensaje de Buda. Según un informe de la Brigada Investigadora del Ciber Crimen de la PDI, los estafadores accedían a su computador a través de un software llamado Team Viewer que permite tomar control remoto de un dispositivo.

Contrato tipo de Trading Club, supuesto nombre de fantasía de Sayan Ltd, que declaraba domicilio en el paraíso fiscal de San Vicente y las Granadinas.
Como todo esto era nuevo para él, decidió poner el sistema a prueba, y tras un primer depósito retiró $85 mil pesos, los que fueron transferidos sin inconvenientes desde la cuenta de Buda. Esta desconfianza inicial es muy común y por lo mismo las plataformas siempre responden rápido a la solicitud, con lo que pasan la prueba sin problemas. Lo que vino después fue su perdición. Depositó más y más dinero y en su cartola veía cómo se multiplicaba a una velocidad poco común.
A través de su perfil en la página de Trading Club, Ernesto podía ver cómo su inversión subía como la espuma: “Fui viendo que iba ganando, o sea, yo invertía a las 9 de la mañana y ya a las 11 tenía supuestamente una rentabilidad buena”. De tres inversiones que hacía ganaba en dos y eso le fue dando confianza de que el sistema funciona. “Recién estaba en boga el tema de la criptomoneda. Lo escuchaba en televisión, en los diarios: la criptomoneda es la moneda que se viene del futuro. Hicieron un reportaje en Estados Unidos a grandes empresarios y Donald Trump también creo que tenía inversión en criptomoneda”, dice Ernesto
Era agosto de 2023 y seis meses antes la Comisión Nacional de Mercado de Valores de España había publicado una alerta informando que Trading Club no estaba autorizada para prestar servicios de inversión en ese país, pero en Chile la Comisión para el Mercado Financiero no lo haría hasta marzo del año siguiente. Ya era muy tarde para Ernesto.
En total invirtió $5 millones y supuestamente en un mes ya había obtenido US$77 mil, entonces decidió retirar las ganancias. Fue ahí cuando en Trading Club le dijeron que tenía que mandar dinero para traspasar la plata de yuanes a dólares, luego de libras esterlinas a dólares y después más dinero para demostrar que no era plata mal habida. “Yo estaba sumergido en el tema de que iba a recibir 77 palos de una inversión de 5. Entonces estaba en función de que llegaran luego los recursos”, explica Ernesto para justificar que siguiera enviando dinero a Trading Club.
Para cumplir con lo que le solicitaban, utilizó todos sus ahorros y se endeudó con amigos y familiares. “También gasté los ahorros de mi familia, de mi hija para la universidad. Esto me costó el matrimonio”, se lamenta. En total perdió $52 millones.
Recurrió a la justicia con la idea fija de que Buda era el que le había robado su dinero. En el proceso consiguió tener acceso a las cartolas de esa empresa gracias al levantamiento del secreto bancario. Ahí se reflejaban sus depósitos, pero no se veía que Buda los hubiera transformado en criptomonedas. Eso lo convenció más y su pelea legal logró algo bastante inédito: que la justicia retuviera a Buda el equivalente a los $52 millones que Ernesto había perdido en Trading Club.
En respuesta, Buda presentó un recurso de protección para recuperar su dinero en el que explica su versión de la dinámica de la estafa: Ernesto depositó $52 millones en su cuenta de Buda y utilizó la plataforma para comprar el equivalente en Bitcoins. Posteriormente, asegura Buda, el propio Ernesto “le envía las criptomonedas a los presuntos estafadores, haciéndoles entrega de estos activos digitales”, por lo que ni el dinero en pesos ni en criptomonedas estaba en mano de la empresa.
Finalmente, la Corte de Apelaciones de Talca accedió a devolver el dinero a Buda y un par de meses después, en diciembre de 2024, la Fiscalía comunicó la decisión de no perseverar. Con eso se terminó la ilusión de Ernesto de recuperar al menos parte de su dinero.
Aunque no todos los afectados creen, como Ernesto, que Buda estuvo involucrada en una criptoestafa, son varios los casos que buscan que la empresa se haga responsable por su rol en la intermediación. Los abogados Juan César Kehr y Omar Abuid, de Kehr y Cia., llevan varias causas en que la plataforma que hizo la estafa varía, pero el común denominador es Buda.
Kehr cuenta que las inversiones en criptomonedas aumentaron a partir del 2020, cuando muchas personas retiraron sus ahorros previsionales y tuvieron liquidez para buscar otras formas de rentabilizar su dinero. Al relatar las experiencias de sus clientes se repite casi calcado lo que le sucedió a Ernesto: encuentran la plataforma en internet, los contacta un agente y les sugiere invertir un monto acotado para partir. Luego les explica paso a paso cómo abrir una cuenta en Buda.com y comprar criptomonedas.
“Este famoso agente, que usualmente habla español, pero en los casos que tenemos no son chilenos, son uruguayos, cubanos, panameños y españoles, o de otra nacionalidad, te asesoran por dos semanas, un mes, dos meses, hasta que la persona dice, ya, quiero sacar la plata”, relata Kehr. Antes de retirar, les exigen hacer un pago y les dan una dirección de otra billetera electrónica para hacer el traspaso, tras lo cual desaparecen.
Por ejemplo, tienen cuatro clientes de Puerto Montt que invirtieron en una plataforma llamada Terra Finance. El primero, al que llamaremos Carlos, había invertido antes en criptomonedas y buscó en Google una empresa que le cobrara una comisión baja. Así encontró a Terra Finance, cuyo agente le sugirió comprar a través de Buda y luego lo guió en cómo transferir las criptomonedas a otra billetera electrónica.
En el portal de Terra Finance se veía cómo la inversión crecía, así es que Carlos le dio el dato a su esposa y a dos amigos. Entre todos perdieron $178 millones, aunque si hubiera sido cierto lo que mostraba la plataforma, deberían haber ganado más de medio millón de dólares. “La gente tiene esa plata en Buda, realiza las transacciones, y luego, en un momento específico, ellos dicen meta la plata en esta criptobilletera y ahí desaparece. Y ahí ya no es posible hablarles, te bloquean el teléfono y se quedan con toda la plata”, resume Kehr.
En marzo de 2024, la Fiscalía comunicó la decisión de no perseverar en esta causa, pero los abogados iniciaron una nueva estrategia en un juzgado de policía local, donde han intentado responsabilizar a Buda por Ley del Consumidor y recuperar el dinero. La lógica es que Buda cobra una comisión por las transacciones y debiera al menos informar de la posibilidad de ser estafado o de qué modalidades están siendo utilizadas con ese fin, tal como lo hacen los bancos con sus clientes.
Según el abogado, Buda ni siquiera advierte de las numerosas plataformas fraudulentas detectadas por CMF. “Lo que nosotros afirmamos es que Buda, en su calidad de intermediario que cobra una comisión, no cumple con los deberes que la ley del consumidor le exige para prevenir y evitar que esta situación de fraude se materialice. Si se hubiese contado con el deber de información reforzado que la ley le exige, entonces nuestros clientes hubiesen dejado de contratar a través de la plataforma de Buda. Y entonces uno se pregunta ¿Y por qué entonces no se cumple adecuadamente con estos deberes de información? Porque esto les afecta al negocio”, acusa Abuid.
Hasta ahora no han logrado que Buda responda patrimonialmente. En octubre pasado, la Corte de Apelaciones de Santiago dictaminó que la empresa no tiene responsabilidad en el fraude y que “no es más que un monedero por el que transitaron las sumas que el denunciante decidió invertir”. El fallo va más allá y compara una eventual sanción a Buda con responsabilizar del sistema de pago por la compra de bienes defectuosos en el comercio online. Ahora sólo queda pendiente un pronunciamiento final de la Corte Suprema.
Además de Terra Finance, el fallo incluye a dos otras plataformas que utilizaron a Buda como intermediario y cuyas víctimas son representadas por los mismos abogados: Energy Markets y FxEvolution. En el primer caso el afectado es un ingeniero comercial que perdió US$380 mil, el mayor monto individual identificado en esta investigación.

Buda descarta tener cualquier responsabilidad en estas estafas: “Estos fraudes se originan completamente fuera de la plataforma, mediante engaños e ingeniería social. En varios casos, las víctimas —creyendo estar realizando un negocio excepcional donde se les ofrece hasta 100 por ciento de ganancias— han depositado fondos en billeteras externas controladas por los estafadores, o incluso les han dado acceso remoto a sus propios computadores para que estos terceros ejecuten operaciones. Eso escapa por completo al control de Buda.com” (vea aquí las respuestas completas de los abogados de la empresa).
Es posible que existan más víctimas de Trading Club, Terra Finance, Energy Markets y FxEvolution que no hayan denunciado el fraude, pues se cree que en este tipo de negocios suele haber una cifra negra de víctimas que no recurren a la justicia porque no tienen cómo justificar el origen de los recursos.
También hay plataformas que acumulan decenas de denuncias porque hicieron fraudes masivos, en general por montos menores. Uno ellos es Koddpa, que en Santiago tiene al menos 86 víctimas y un número indeterminado en la Región de Los Lagos, donde recientemente un fiscal especializado acumuló las causas y las declaró reservadas.
El abogado Ricardo Bravo explica que Koddpa se caracterizaba por apuntar a personas sin muchos recursos y se cree que se trataba de una estafa piramidal con criptomonedas. En este caso, el exchange no era Buda, sino Binance y tambiéns OKX, y la moneda utilizada era el USDT, que se caracteriza por tener paridad con el dólar. Al igual que otras estafas, funcionaba con una aplicación donde los clientes veían que sus inversiones subían de manera vertiginosa.
Los testimonios de las víctimas hablan de que les regalaban 50 USDT sólo por ingresar y que había promociones que hasta duplicaban la inversión hecha. A fines de febrero de 2024 se ofreció uno de esos bonos, pero la gente no pudo retirar sus ganancias. Entonces la firma duplicó la oferta, pero la plataforma mostraba aún más dinero que el que les habían ofrecido. Se les dijo entonces que era un error y debían devolverlo, y luego se les exigió un depósito para retirar fondos. Entonces los clientes, que participaban en grupos de Whatsapp, se dieron cuenta de que era una estafa. A algunos se les dijo que había un problema técnico. Otras excusas fueron que la compañía había sido vendida a una empresa más grande o que habían sido hackeados.

El falso hackeo de Koddpa antes de desaparecer
Otras dos estafas masivas recientes que se cree que eran piramidales involucran de alguna manera el uso de criptomonedas, pero de manera tangencial. Una de ellas es Single Grain, que contabiliza al menos 234 víctimas y tal como Koddpa, tiene intermediarios locales identificados. En enero hubo 14 detenciones y la PDI cifró el fraude en $900 millones. Single Grain no vivía sólo en la red, sino que también se hacían fiestas físicas para los llamados clientes VIP y daban puntos por captar nuevos clientes. El mecanismo consistía en una aplicación para hacer las inversiones, que en realidad eran depositadas en las cuentas de personas naturales, quienes a veces las convertían posteriormente en criptomonedas.

Sitio web y aplicación móvil de Sunflower.
Algo distinto era el modelo de Sunflower. Con más de 100 personas afectadas, la aplicación prometía invertir en el financiamiento de deudas de personas en Asia y su uso generaba puntos que podían canjearse por electrodomésticos, consolas de videojuegos y otros productos. Tenía oficinas en Santiago y en Concón, y muchos de los clientes conocieron a los ejecutivos y asistieron a fiestas en hoteles de lujo como el Mandarín Oriental. Sus dueños eran conocidos por los clientes, dos hombres asiáticos (supuestamente singapurenses) que desaparecieron el día que el sistema colapsó.
En este modelo las criptomonedas eran una manera más de invertir. A diferencia de las otras estafas, acá quienes elegían el USDT en vez de monedas tradicionales eran personas que ya tenían sus billeteras electrónicas y por lo mismo tenían experiencias con criptos. Marcelo, un empleado público con una larga historia invirtiendo en estas monedas, cuenta que prefirió el USDT en vez de los pesos chilenos porque era más fácil hacer las transferencias digitales. Al momento de destaparse el fraude tenía unos US$120 mil en la app, pero cree que en realidad él invirtió unos US$50 mil.
“Era un modelo muy innovador, además, entregaba cierta seguridad el que fuera una empresa físicamente observable, que pudieras ir a tomarte un café con ellos. ¿Qué te retenía? El porcentaje de rentabilidad”, dice Marcelo. A su juicio, el problema no son las criptomonedas: “Yo confío 100% en las criptomonedas, el problema son los estafadores que están alrededor”, concluye.