¿Faltan profesores o falta voluntad para contratarlos y cuidarlos?
16.11.2025
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16.11.2025
El autor de esta columna analiza la escasez de docentes en el sistema escolar y comenta la inseguridad que a fin de año muchos de ellos tienen debido a la inestabilidad laboral. Sostiene que hay una responsabilidad del Estado: «Necesitamos que las instituciones educativas y el Ministerio dejen de lado el eslogan de la “excelencia académica” y comiencen por asegurar que los docentes se sientan seguros y respaldados. Solo así evitaremos caer en el dicho popular del “Cura Gatica”: aquel que predica, pero no practica».
Créditos de portada: Pablo Ovalle / Agencia Uno
Hace algunas semanas, algunos medios de prensa han señalado que en Chile existe un déficit de profesores, esto basándose en diversos estudios que revelaron que un total de 22.949 docentes jóvenes, menores de 40 años, se encuentran fuera del sistema escolar, cifra que al revisar la dotación completa tanto en enseñanza media y básica, representa al 14%. Información que surge en plena discusión en la Cámara de Diputados de subir el puntaje de corte para el ingreso a las carreras de pedagogías de 502 registrado en 2025 a 626, debate que se aplazó debido al escaso interés de estudiar pedagogía reportado por las casas de estudio, las cuales no completaron sus matrículas.
Ya en marzo del 2024, una carta publicada en este medio, titulada Déficit de profesores hacía eco de que entre 25.000 y más de 30.000 plazas no podrían ser llenadas. A su vez, la UNESCO en un informe publicado el 2024, alertaba sobre la escasez de 44 millones de docentes a nivel mundial. Más allá de estas cifras y de las discusiones sobre las causas y los efectos de esta crisis, más allá de las repercusiones que esta situación pueda ocasionar, pudiendo ser el empujón para «docentes creados con inteligencia artificial», y con esto los avances y retrocesos que se generen, hay algo muy importante que verbalizar ¿dónde carajos están esas plazas?
Si bien está bien documentada la escasez de docentes, no existe claridad respecto de cuántos profesores están actualmente buscando trabajo. A esto se suman los posibles despidos dentro de los SLEP (Servicio Local de Educación Pública), que, de ser propuesto como una fuerza que vino a salvar la educación pública, está provocando en algunos casos, el fortalecimiento de la educación particular subvencionada, por ser percibida como un sector de mayor estabilidad. Esto, a pesar de que hace algunos años era común ver establecimientos educacionales particulares subvencionados cambiando cada dos años a la mayoría de su plantel educativo. Esta situación también está favoreciendo la fuga de talentos desde el sistema público hacia el privado.
Lo cierto es que hay cientos de colegas que en estos momentos están sin empleo; otros llevan años de reemplazo en reemplazo intentando estabilizarse, cambiando en ocasiones la vocación por la sobrevivencia; y otros cientos, que aún estando contratados de manera indefinida, sufren y se enferman por el estrés de la incertidumbre de no tener claridad de lo que va a pasar el 28 de diciembre, ya que según la dependencia en que se trabaje, la fecha en el consciente colectivo de los docentes se relaciona con los 60 días de aviso de que los servicios ya no serán requeridos. En este punto, comienzan los pensamientos titubeantes que oscilan entre un «¡me van a dar aviso o no me van a dar aviso!», agonía que comienza en la práctica ya en noviembre de cada año. Inseguridad que se ve agravada por los caprichos de algunos equipos directivos que no se rigen por las características de los docentes y las proyecciones de crecimiento profesional que estos puedan tener, sino, por un “me sirve o cuestiona mucho”, lo que se reduce, lamentablemente, en contemplar a un profesor informado en cuanto a normativas tanto del estatuto docente como del Código del Trabajo, como un potencial candidato a una posible salida.
El Ministerio de Educación debería dar apoyo y resguardo para estos casos. Nadie es ajeno a quedarse sin trabajo, ya sea por fuerza mayor o por decisión. Es un hecho también que hay fechas del año que es imposible encontrar un puesto laboral haciendo reemplazos, lo que desencadena en buscar otros rubros para poder subsistir. Es aquí donde volvemos al principio: ¿faltarán profesores?
En lo macro, sí; pero en lo micro, a nivel local, lo que realmente falta son planes de capacitación gratuita para docentes que hoy están sin trabajo, además de programas e instrumentos que permitan su reubicación y reinserción laboral. Se trata de una fuerza de trabajo que clama por oportunidades y que depende mucho de un empleador. Lo positivo es que ya se observan algunas iniciativas del gobierno que buscan abordar esta situación, como el sitio web “Docentes para Chile”, que sería una herramienta extraordinaria si las instituciones subieran allí sus ofertas laborales; sin embargo, todo indica que aún está en construcción.
También es frecuente ver a instituciones y fundaciones capacitando a profesionales de otras áreas para incorporarlos como una “energía positiva” que vendrá a mejorar la educación chilena. No obstante, lo triste es que un ingeniero puede ser contratado en un colegio, mientras que un profesor difícilmente será contratado en una empresa.
Este es un llamado a la esperanza y a la búsqueda de soluciones. Necesitamos que las instituciones educativas y el Ministerio dejen de lado el eslogan de la “excelencia académica” y comiencen por asegurar que los docentes se sientan seguros y respaldados. Solo así evitaremos caer en el dicho popular del “Cura Gatica”: aquel que predica, pero no practica.
Esperanza y fuerza a todos los colegas que están esperando su oportunidad. Nunca dejen de aprender y de enseñar.