Niñas, niños y adolescentes: el cuidado al centro de las elecciones presidenciales
04.10.2025
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04.10.2025
Señor Director:
En un año en que los discursos políticos abundan y las promesas electorales se multiplican, conviene recordar algo esencial: ningún país puede hablar de desarrollo ni de justicia si descuida a sus niñas, niños y adolescentes. Y eso es precisamente lo que nos recuerda la Corte Interamericana de Derechos Humanos en su más reciente Opinión Consultiva sobre el derecho al cuidado.
La Corte fue categórica: el cuidado no es un gesto de buena voluntad ni un asunto reservado a la intimidad de las familias; es un derecho humano que implica tanto recibir cuidados adecuados como la posibilidad de cuidar y de autocuidarse. Para la infancia, esta afirmación es revolucionaria. Significa que cada niña y cada niño tiene derecho a crecer protegido, acompañado, con servicios de salud, educación y espacios seguros garantizados por el Estado.
En Chile, la deuda es evidente. Sabemos que muchas familias cargan solas con la responsabilidad del cuidado, que los presupuestos siguen siendo insuficientes y que las madres —sobre todo las más jóvenes y vulnerables— asumen desproporcionadamente las tareas de cuidado sin apoyo ni reconocimiento. La Corte nos recuerda que esto ya no puede seguir siendo visto como un problema privado: es un asunto de derechos, de justicia social y de igualdad.
La opinión de la Corte regional fue clara en otro punto: existen mínimos esenciales que todo Estado debe asegurar. En el caso de niñas, niños y adolescentes, hablamos de acceso a salas cunas y jardines de calidad, infraestructura adecuada, profesionales formados, protección contra el abandono y violencia, y consideración y/o participación real, acorde a cada etapa, en decisiones que afectan sus vidas. No se trata de aspiraciones lejanas, sino de obligaciones inmediatas.
La igualdad y la no discriminación atraviesan todo este derecho. ¿Qué pasa con los niños y niñas que viven con discapacidad, o cuyos cuidadores están enfermos, o con los niños migrantes, o los que crecen en barrios tomados por el crimen organizado y narcotráfico? Hoy en Chile, su acceso al cuidado depende del azar de vivir en una comuna con recursos, o de contar con familias con redes de apoyo.
Por eso, de cara a las elecciones, el cuidado debe convertirse en tema central del debate presidencial. No como una consigna más, sino como un compromiso concreto: presupuestos suficientes, sistemas integrales de cuidado, legislación que reconozca ese derecho a las familias y distribuya de manera justa las tareas, e indicadores que permitan medir avances reales, especialmente para prevenir la violencia. Y, sobre todo, un pacto de país que ponga a la infancia al centro de la política. Aún hay tiempo.