Vivir con dignidad: un desafío de autonomía y compasión
09.09.2025
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
09.09.2025
Señor Director:
Quienes ejercemos la medicina enfrentamos dilemas éticos que tocan la esencia de la vida y su final. Acompañar a una persona en este límite es, ante todo, un acto profundamente humano, que requiere reconocer su sufrimiento, respetar su autonomía y ofrecerle un cuidado que le permita sentirse sostenida y no sola frente a su fragilidad.
El actual debate sobre la eutanasia se sitúa en este territorio. El proyecto de ley en discusión busca ofrecer una alternativa regulada y segura para quienes padecen enfermedades graves e irreversibles, bajo protocolos estrictos que protejan tanto a los pacientes como a los equipos de salud. No se trata de imponer decisiones, sino de reconocer la diversidad de valores y creencias, permitiendo que cada persona pueda definir qué significa para ella vivir —o morir— con dignidad.
Sin embargo, además de legislar sobre el derecho a poner fin a la vida, debemos asegurar el derecho a vivir el final de esa vida con cuidados y alivio adecuados. Hoy, en Chile existen profundas brechas en el acceso a cuidados paliativos, especialmente en zonas rurales y sectores más vulnerables. Muchas personas mueren con dolor físico o emocional evitable, sin el acompañamiento que necesitan y merecen.
Por eso, evaluar y fortalecer el Plan Nacional de Cuidados Paliativos debe ser parte de esta gran tarea. La experiencia internacional muestra que, en los países donde se ha legislado sobre eutanasia, estos procesos han ido de la mano de redes sólidas y universales de cuidados paliativos, garantizando que la elección de morir nunca sea la consecuencia de la falta de protección y atención.
Incluso con los mejores cuidados, sabemos que existen casos extremos en los que el sufrimiento no puede ser completamente aliviado. Para estas situaciones, la ley puede ofrecer una salida excepcional y compasiva, centrada en la voluntad informada del paciente y con múltiples salvaguardas que eviten abusos y aseguren que esta decisión sea realmente libre y autónoma.
Negar esta posibilidad puede generar sensación de abandono y desconfianza, tanto en pacientes como en sus familias. Por el contrario, acompañar, escuchar y respetar la voluntad de quienes enfrentan sus últimos días fortalece la relación médico-paciente y honra la dignidad individual.
Chile enfrenta una decisión trascendental. Debemos avanzar en dos caminos complementarios y paralelos: por un lado, asegurar cuidados paliativos universales y de calidad, para que toda persona tenga garantizado alivio y acompañamiento en su etapa final de vida; y por otro, establecer, de manera prudente y regulada, un marco legal para la eutanasia, que contemple estrictas salvaguardas y se limite a situaciones excepcionales de sufrimiento intolerable.
La medicina no solo está llamada a preservar la vida, sino también a aliviar el sufrimiento y acompañar con humanidad, incluso cuando aceptar el momento de partir sea, para algunos, la expresión más profunda de su libertad y de su dignidad. Este desafío requiere compasión, responsabilidad y un compromiso colectivo con el valor de cada vida y de cada decisión al final de ella.