Fomento de la lectura y escritura en Chile
05.09.2025
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05.09.2025
Señor Director:
Quisiera dirigirme a usted no solo como profesora, sino también como escritora. En esta carta me gustaría compartir algunas reflexiones sobre lo que he observado en aulas, patios y en mi propia experiencia en torno a los libros y la lectura en Chile.
Lo primero que debo señalar es lo que ocurre en los colegios. Creo que existe una gran falla en la manera en que se motiva a los estudiantes a leer. Yo estudié en un colegio que contaba con un plan lector fantástico: los alumnos podían elegir qué libros leer de una lista amplia, y luego rendían una prueba oral que fomentaba sus intereses y creatividad. En cambio, en la mayoría de los establecimientos educacionales actuales, es el profesor de Lenguaje quien selecciona un único libro —muchas veces vinculado al currículum—, y posteriormente se aplica una prueba escrita dentro del horario de clases. Este sistema no solo recarga al docente, sino que además disminuye la motivación de los estudiantes hacia la lectura.
Estoy convencida de que lo primero que debemos hacer a nivel educativo es mejorar los planes lectores en todos los colegios. Necesitamos un modelo que permita a los alumnos leer aquello que realmente les interesa, abriendo la puerta a su curiosidad y fomentando un vínculo genuino con la lectura.
Por otra parte, he observado que muchos estudiantes leen principalmente libros que están de moda. La mayoría de los lectores que veo en los establecimientos son mujeres, que se entusiasman con sagas muy populares. No entraré en títulos específicos, pero sí quisiera destacar que cuando los jóvenes leen por gusto, lo hacen para entretenerse, más que para profundizar en un aprendizaje mayor. Y esa diferencia es evidente: no es lo mismo enfrentarse a un libro de literatura clásica, a menudo complejo y denso, que leer obras actuales, pensadas para esta generación y esta época.
Como escritores, también debemos ser conscientes de ello. Para un niño o un adolescente no significa lo mismo abordar un libro de 500 páginas que uno de 120 o 200. No solo por la extensión, sino también por la atención que demanda, el esfuerzo cognitivo que implica y las temáticas que se desarrollan. Es nuestra responsabilidad tener claridad sobre el público al cual queremos llegar, para entregar un producto significativo y accesible. El arte literario no debería ser incomprendido: debe encontrar un sentido en la vida de quienes lo leen, sean jóvenes o adultos.
Transmitir con pasión es fundamental, pero igual de importante es conocer a las personas a las que nos dirigimos. De poco sirve caer en la soberbia de escribir extensas obras “para pocos”, porque ese elitismo lo único que logra es alejar a los jóvenes de la lectura.
Asimismo, considero fundamental que no solo se fomente la lectura en los estudiantes, sino también la escritura. Soy profesora de Biología y Ciencias Naturales, no de Lengua y Literatura. Vengo de otra escuela: la de la autopublicación, la del aprendizaje autodidacta, la de la escritura colaborativa y el trabajo con otras personas para generar obras a través de la retroalimentación.
Por eso creo firmemente que los jóvenes deben saber que ser escritor no es un privilegio inalcanzable. El arte debe ser accesible para todos. Algunos son buenos para pintar, otros para crear esculturas, componer canciones o escribir. La creación literaria no debería ser vista como algo elitista, reservado a especialistas: es un espacio abierto en el que todos podemos participar.
Es cierto que la industria editorial tradicional suele ser compleja para quienes recién comienzan. Sin embargo, las plataformas de autopublicación se han convertido en una herramienta invaluable: muchas son gratuitas, permiten compartir los primeros textos, recibir comentarios sobre trama, estilo o sintaxis, y mejorar a partir de esa retroalimentación. Así fue como empecé yo, y así han comenzado muchos otros escritores. Hoy, además, estas plataformas abren la posibilidad de obtener ingresos de manera más directa y accesible.
Por eso, mi invitación es clara: que todos se animen a leer, a escribir, a expresarse. Todos podemos ser escritores, porque la escritura nace desde dentro y no pertenece a una élite. Motivar a los estudiantes, motivar al sistema educativo a mejorar la promoción de la lectura y la escritura, es cumplir nuestro rol como educadores: fomentar, crear y abrir caminos.