Ética en salud: ¿qué se perdió en el camino?
04.09.2025
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04.09.2025
Señor Director:
Los recientes reportajes de TVN, “Falsos embarazos a la carta” e “Informe Especial: Megafraude, las licencias de la vergüenza”, han puesto en evidencia un problema que va más allá de los titulares: la fragilidad de la ética profesional en salud. Estos hechos no solo afectan a quienes los protagonizan, sino que erosionan la confianza en todo el sistema sanitario.
El ejercicio de la salud se sustenta en un principio esencial: la confianza social depositada en quienes cuidan la vida. Cuando esa confianza se vulnera mediante prácticas fraudulentas, la consecuencia es doblemente grave: se daña la credibilidad del sistema y se afecta la dignidad de las personas que dependen de él.
Cabe preguntarse qué ocurre en el trayecto de un profesional que alguna vez ingresó con vocación de servicio, pero que con el tiempo cede ante prácticas contrarias a la ética. El peso de un sistema exigente, burocrático y con poca retribución positiva puede ser un factor desgastante, pero nunca una justificación. La ética, entendida como la reflexión sobre lo correcto e incorrecto en la conducta humana, y la bioética, que aplica esos principios a la vida, la salud y la práctica clínica, no son negociables: constituyen el pilar que da sentido a cada conocimiento clínico adquirido.
La facilidad con la que en Chile se falsifica un embarazo o una ecografía obstétrica refleja también falencias institucionales. Se requiere fortalecer los mecanismos de control, la fiscalización y la trazabilidad de los procesos, de manera que los espacios para el fraude se reduzcan al mínimo.
En la formación de profesionales de la salud insistimos en la ética y la bioética, no como una asignatura más, sino como ejes transversales que dan sentido a cada aprendizaje y práctica. La excelencia profesional no se mide solo en destrezas, sino en la capacidad de mantener intacta la integridad frente a tentaciones y presiones; porque la técnica sin ética se convierte en un arma peligrosa.
Finalmente, hago un llamado urgente: no podemos naturalizar la falta de ética ni relativizarla según conveniencia. Como sociedad, necesitamos recuperar la convicción de que en salud lo que está en juego es la vida, la dignidad y la confianza de las personas. Quienes elegimos este camino tenemos la obligación de honrarlo, aunque el sistema nos ponga a prueba.