Elena Ferrada: la innovación esencial
04.07.2025
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04.07.2025
Este viernes a las 15 horas será despedida la escultora chilena. La autora de esta columna comenta que alcanzó, desde la mitad del siglo XX, una importante trayectoria internacional marcada por el uso de materiales variados y ausentes en la plástica chilena cinética como el metracrilato, unido a la luz y el aluminio. Y la resume así: “Su obra, sumada a su rica personalidad, alto nivel de exigencia creadora, lealtad, amor por la familia y preocupación por los demás, la colocan en las páginas de la historia humana y del arte chileno con el mayor merecimiento”.
Elena Isaura Ferrada Sánchez (1929-2025) siempre supo lo que quiso: el arte. La escultora murió este miércoles a los 95 años, pero su pasión creadora nunca se detuvo. E incluso, en momentos, en que ya le era difícil bocetear sus obras, las describía y dibujaba en el espacio con clara y esmerada precisión manual.
La materia y el movimiento fueron ejes móviles de sus trabajos desde mediados del siglo XX hasta el XXI. Por eso, durante su última exposición (U. Talca, Santiago, 2022) mostró varios momentos de su obra, la que se encuentra mayoritariamente en colecciones extranjeras.
Trabajó con madera, mármol y terracota; pintura naif y xilografía; aluminio, luz, bronce y plexiglas. Algunas piezas incluidas en esa pequeña retrospectiva mostraron parentescos con el mundo africano, latinoamericano y, por supuesto, precolombino. Aunque resultan innegables también los influjos de tres grandes maestros de esas generaciones: J. A. Vásquez, M . Colvin y L. Garafulic.
También fueron expuestos sus grabados figurativo-abstractos, reconociendo sintéticamente al modelo. En cambio, las piezas en terracota y mármol se relacionaban con la influyente organicidad más abstracta vinculada a Moore, Hepworth y otros grandes de la centuria pasada.
En las estructuras espaciales de las esculturas (Cica 1990-2010) se combinaban el aluminio con el metacrilato y la luz, para plantear un modo de hacer hasta ahora no reconocido, pero que transforma su quehacer -como otras veces lo he escrito- en una avanzada obra contemporánea chilena. Ningún artista hasta hoy ha abordado aquellos materiales ni los ha suspendido en conjunto en el espacio como ella lo consiguió.
Elena fue compañera de ruta en Chile y en España, entre otros, de los escultores Raúl Valdivieso, Alfredo Portales, Sergio Castillo y Federico Assler. Y muchos chilenos y extranjeros más, en especial, en Dinamarca.
Mujer fuerte, decidida e independiente nunca tuvo hijos. Se ocupó, tal como Garafulic, de ejecutar su obra hasta perder la conciencia y, a veces, hacer importantes renuncias.
Conocida como Nena, fue una líder activa y fuerte que partió de Chile a fines de los ‘40 cuando casi ninguna mujer, salvo Colvin, se atrevía a darlo todo por su trabajo. Pronto obtuvo reconocimientos y becas internacionales e, incluso en los ‘60, fue nombrada por la Presidencia como representante cultural a donde fuera que la llevaran sus obras. Hasta volver a su país por razones familiares, vivió en España, México, Alemania, Estados Unidos, Dinamarca… sin considerar los países dónde realizó exposiciones temporales en Europa, América Central y, entre otros, en el contexto latinoamericano. En aquellos ‘60, El Mercurio la señaló como “escultora completa con un sentido innato de las exigencias de la materia” y con una “precisión rotunda en la síntesis de los volúmenes”. Disciplina que, entre los 1980 y 2010, la llevó a indagar permanentemente en nuevas soluciones espaciales que sumó a la complejidad del movimiento sin aspirar al cinetismo posvanguardista.
Su elogiada y extensa trayectoria atrajo a muchos teóricos, críticos, galeristas y escritores por décadas. En 1971, el Nobel Neruda le escribió: “Gracias por sus bellísimos trabajos. Espero que su muestra de Holanda tenga el éxito que merece su brillante talento”.
Trabajadora incansable, en 1998, ya avecindada en Chile, expuso en el Parque de las Esculturas de Providencia. Y en 2007 hubo otra individual. En Otra Verdad expuso sus últimas obras marcadas por una exigente disciplina y una inédita visión contemporánea de la escultura que mostró su pasión por abordar el espacio, la transparencia, la luminosidad y las posibilidades de una materia aún ausente en la plástica chilena.
Sus exposiciones más recientes fueron en Santiago en la Universidad Autónoma de Chile (2016) y en la de Talca (2022). La última, pequeña retrospectiva, incluyó maderas, terracotas y bronces; mármoles, grabados y algunas pinturas en su estilo naif. Allí exhibió su versatilidad y su amplia concepción espacial con un sello abstracto depurado desde sus inicios. fines de los ‘40 del siglo XX hasta el siglo XXI, pues comprendió bien que “lo abstracto es resbaladizo”. Y que para llegar a ello no se puede dejar de investigar creando.
Nena Ferrada, sensible, querendona, leal y buena amiga, desarrolló -además- un sistema de enseñanza para niños sordos en España y fue miembro líder de la Soech (Sociedad de Escultores de Chile). También complementó su vocación creadora trabajando como bibliotecóloga en las universidades de Chile y PUC.
Su obra sumada a su rica personalidad, alto nivel de exigencia creadora, lealtad, amor por la familia y preocupación por los demás, la colocan en las páginas de la historia humana y del arte chileno con el mayor merecimiento. Lamentablemente, nunca recibió el Premio Nacional de Arte que le habría venido tan bien, en especial, durante sus últimos años de vida consagrada al arte.
Este viernes 4 de julio se realizará su funeral, a las 15 horas, en la Sala 15 del Parque del Recuerdo (Recoleta 4421), Huechuraba.