El feminismo secuestrado por la izquierda radical
03.03.2025
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03.03.2025
Señor Director:
El feminismo en Chile ha dejado de ser una lucha legítima por la igualdad para convertirse en una herramienta de control ideológico al servicio de la izquierda radical. Se nos dice que el feminismo busca empoderar a las mujeres, pero en la práctica, lo que ha hecho el actual gobierno es utilizar esta causa para imponer un pensamiento único, castigando y excluyendo a todas aquellas que no nos sometemos a su discurso.
El gobierno de Gabriel Boric, que se autoproclamó feminista, ha demostrado que su versión del feminismo es meramente selectiva y sectaria. La ministra de la Mujer, Antonia Orellana, llegó al poder desde una corriente ideológica, pero hoy su feminismo no defiende a todas las mujeres, sino solo a aquellas que se alinean con su agenda política. Las mujeres que pensamos distinto no existimos para este gobierno: no somos mencionadas, no somos defendidas y, en muchos casos, somos directamente atacadas y ridiculizadas.
Las jóvenes de derecha sabemos bien de qué se trata esta persecución. En universidades, en redes sociales y en el debate público, ser mujer y rechazar la narrativa feminista radical nos convierte automáticamente en traidoras. Se nos ridiculiza, se nos descalifica y, en muchos casos, se nos niega el derecho a expresarnos libremente. ¿No era que el feminismo luchaba por que todas las voces femeninas fueran escuchadas?
La izquierda radical ha tomado el feminismo y lo ha convertido en una ideología de imposición, donde no hay espacio para el pensamiento crítico ni para la diversidad de opiniones. Hablan de equidad, pero buscan privilegios en lugar de igualdad de oportunidades. Hablan de justicia, pero aplican una justicia selectiva, en la que las mujeres que piensan distinto son invisibilizadas o atacadas. Hablan de libertad, pero nos imponen una única forma de ser mujer, en la que debemos vernos a nosotras mismas como víctimas eternas, dependientes del Estado y en constante enfrentamiento con los hombres.
Nosotras nos negamos a ser parte de esta farsa. Creemos en un feminismo que valora la autonomía, que premia el mérito y que busca la verdadera equidad. Un feminismo que no necesita de cuotas ni de privilegios, sino de oportunidades reales. Un feminismo que no busca dividir a la sociedad, sino fortalecerla con la colaboración entre hombres y mujeres.
Margaret Thatcher nos enseñó que la fortaleza femenina no radica en quejarnos y exigir favores, sino en asumir la responsabilidad de nuestro propio destino. Ella no esperó a que le regalaran espacios, los conquistó con carácter, convicción y liderazgo. No convirtió su género en una excusa, sino en una fortaleza. Y por eso sigue siendo un referente, porque su éxito no dependió de una ideología, sino de su propio esfuerzo.
Las jóvenes que defendemos estos principios seguiremos levantando la voz, aunque intenten callarnos. La verdadera revolución femenina no se impone con decretos, ni se defiende con discursos de odio hacia quienes piensan distinto. La verdadera revolución es la que nos empodera a todas, sin excepciones, sin imposiciones y sin manipulaciones.