La necesaria interpelación a periodistas y medios por las encuestas
10.12.2025
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10.12.2025
Los autores de esta columna enfatizan la responsabilidad que tienen los periodistas y medios de comunicar bien los resultados de las encuestas, leyendo e interpretando los datos pero también verificando que estos se recogieron cumpliendo estándares mínimos de calidad. Sostienen que «es necesario, entonces, que los profesionales de la información pierdan este aparente ‘temor reverencial’ hacia los metodólogos y los interpelen con criterios periodísticos (y también metodológicos), tal como lo hacen con el resto de las fuentes. Solo así obtendremos información más transparente y responsable».
En pleno proceso electoral, las encuestas son un tema que genera noticias en sí sola. La discusión gira en torno a su calidad y capacidad predictiva, sin embargo, poco se analiza el rol de los medios de comunicación en la importancia que se les da, en vista del rol de los periodistas como guardianes de la calidad y de la relevancia de lo que se pone a disposición de las audiencias.
La sobreabundancia de datos estadísticos de las últimas elecciones esconde muchas veces la ausencia de una reflexión informada y crítica entre periodistas. Algunas interrogantes que deberían poder responder son: ¿cuándo las encuestas ofrecen un insumo que aporta a la información? ¿Qué estándares mínimos deberían cumplir para ser instrumentos confiables? ¿Cuáles son los estándares que se les debe exigir a las encuestadoras?
Cuando se hacen bien, las encuestas son el mecanismo más confiable y preciso que tenemos para conocer las preferencias de la ciudadanía. Esto, sin embargo, no las hace independientes de la realidad que miden. La investigación empírica indica que las encuestas no solo comunican lo que sucede con la opinión pública, además, son un insumo clave en el proceso por el cual la opinión se desarrolla y evoluciona. Que la ley prohíba la publicación de estos datos quince días antes de las elecciones es fruto de la intuición de los políticos sobre esa influencia.
De acuerdo con la investigación, existen al menos dos formas en las que la información que ofrecen las encuestas influye en la ciudadanía. Entre los votantes más informados, una forma de influencia surge cuando observan que su preferencia no es competitiva y modifican su voto estratégicamente para apoyar a la opción más cercana a sus preferencias. Una que sí sea competitiva. Pero entre los votantes menos interesados e informados prima el llamado efecto contagio, que describe cómo el apoyo y simpatía por los candidatos que lideran el ranking aumenta casi por inercia, gracias a la imagen de éxito, de ser la opción ganadora.
De ahí la enorme responsabilidad de las empresas que generan los datos y de quienes las difunden. Los estándares internacionales de buenas prácticas obligan a transparentar los indicadores metodológicos básicos, porque estos son esenciales para una correcta interpretación de los datos. La famosa “ficha técnica” que describe el tipo de diseño muestral, el nivel de representatividad, margen de error, nivel de confianza, entre otros, son datos indispensables para realizar comparaciones y leer lo que los datos realmente dicen (y lo que no pueden decir). Tras analizar más de 700 noticias sobre elecciones en Chile, vemos que estos estándares sólo los cumple un segmento reducido de los medios. Lo que es peor, frecuentemente no lo hacen tampoco numerosas empresas encuestadoras.
Para entender el punto, es fundamental explicar que las encuestas jamás ofrecen datos exactos, sino estimaciones. Al trabajar con una muestra, los resultados siempre representan un rango de posibles valores. Dentro de ese rango está el dato que buscamos, pero no sabemos exactamente dónde. Eso es lo que vemos cuando se ofrece un porcentaje +- (más menos) el nivel de error. Por ejemplo, si un candidato marca 35% de preferencias y el error de la encuesta es de un 3%, podemos asegurar que entre el 32% y el 38% de los encuestados lo prefiere, pero no sabemos el valor exacto. Eso sólo podríamos conocerlo a través de un censo, es decir, preguntando a la totalidad del electorado. De ahí expresiones como el “empate técnico” entre dos candidatos, cuando la distancia entre ellos es menor al rango de error que los separa. Pero mientras este tipo de situaciones de empate son informadas por algunas noticias, otras no son capaces de leer los datos e informan con simpleza e irresponsabilidad que un candidato lidera sobre otro. Dado que lo que se publica tiene efectos (como vimos) de la irresponsabilidad a la mala práctica hay solo un paso.
Además del error, numerosos aspectos de las encuestas son clave, como la redacción de las preguntas (el fraseo) que originan los datos. Pero cuando los informes de las encuestadoras no incluyen los datos que transparentan estos temas, los periodistas frecuentemente no cuestionan. Es necesario, entonces, que los profesionales de la información pierdan este aparente “temor reverencial” hacia los metodólogos y los interpelen con criterios periodísticos (y también metodológicos), tal como lo hacen con el resto de las fuentes. Solo así obtendremos información más transparente y responsable.