De los votos a los afectos: lógicas digitales del nuevo ciclo electoral presidencial chileno
15.11.2025
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15.11.2025
Esta columna forma parte del proyecto Análisis de las Elecciones 2025, desarrollado por el Núcleo Milenio para el Estudio de la Política, Opinión Pública y Medios en Chile (MEPOP), que aglutina a académicos de distintas universidades. En este texto, su autor monitoreó desde el 18 de agosto el comportamiento en sus redes sociales de los ocho candidatos a la presidencia, llegando a cuatro conclusiones que desarrolla en estas líneas. Sostiene que «la política digital chilena atraviesa una etapa de redefinición estructural. Las campañas ya no se juegan solo en la franja ni en los debates televisivos, sino en un ecosistema donde la visibilidad se confunde con influencia y donde la interacción, un like, un comentario o una visualización, se transforma en reconocimiento político. Sin embargo, esa aparente proximidad entre ciudadanía y poder es también un espejismo: las plataformas amplifican emociones, pero reducen los espacios de deliberación y simplifican los matices del discurso público».
Créditos de portada: Sócrates Orellana / Agencia Uno
Casi un mes antes del plebiscito constitucional de 2023 escribí la columna “Los likes no son votos, ¿pero si lo fueran?” que fue publicada por algunos medios regionales. En ella, reflexioné sobre cómo la campaña del “a favor” y del “en contra” inundaría las redes sociales con mensajes provocativos buscando despertar emociones y capitalizar apoyos. Hoy el panorama no es muy diferente, pero sí tiene matices que son necesarios revisar.
Con esa mirada y con el foco puesto en cómo los políticos usan las redes sociales para conectar con una audiencia desafectada de la política y cada vez más alejada de los medios tradicionales comencé, junto a un grupo de colegas del Centro de Estudios de la Comunicación de la Universidad de los Andes, un monitoreo semanal de las redes sociales de los ocho aspirantes a La Moneda. Desde el 18 de agosto hemos escrito el Zoom Electoral, lo que nos ha permitido comprender las lógicas detrás de cada decisión que lleva a los candidatos a publicar un mensaje en sus redes sociales. Este ejercicio muestra que, hoy, el principal objetivo de estas plataformas es despertar emociones profundas y obtener afectos rápidos, los que se manifiestan en 280 caracteres o 60 segundos.
Ya no buscan convencer. Ya no buscan inspirar. Ya no buscan un like.
Sobre estas luces, y también sus sombras, hay cuatro hallazgos que emergen de la investigación durante este proceso eleccionario. Todos plantean desafíos tanto académicos como políticos, que abordo en una reflexión final.
Parecen lejanas las propuestas de Manovich (2005) respecto de cómo los nuevos medios de comunicación modificarían nuestra forma de comprender los códigos y los mensajes. Hoy ya es habitual hablar de trend, de hashtag, de live y en ese mismo entramado de palabras importadas, es que vemos a candidatos haciendo propios estos elementos o, en términos de Maturana, Tiktokeando, Instagrameando, Xeando y Facebookeando su campaña electoral.
¿Diferencia en estos territorios?: muy poca. Analizamos lexicométricamente la totalidad de los contenidos publicados en X, Instagram, Facebook y TikTok de los candidatos a La Moneda y encontramos la existencia de dos dimensiones entre las que transitan sus mensajes: una aspiracional-programática y otra de orden-seguridad.
La primera se centra en un discurso más cercano mostrando atributos “blandos” y propuestas mezcladas con humor y baile y que es habitada por las candidatas Jeanette Jara y Evelyn Matthei. La segunda dimensión presenta un lenguaje mucho más ideológico-partidista con frases mucho más duras y propuestas concretas alineadas con demandas sentidas por la ciudadanía. En los bordes y alejados de estas temáticas aparecían Franco Parisi, en un territorio aislado en donde la performance digital de la abundancia a nivel de contenidos (más de 100 publicaciones diarias en promedio) no termina de convencer a su audiencia. Mucho más lejos y casi imperceptibles se encuentran Eduardo Artés, Marco Enríquez-Ominami y Harold Mayne-Nicholls.
El desafío político es evidente: convencer a un electorado desafectado de la política tradicional acostumbrado a informarse en entornos digitales. Para lograrlo, los candidatos tuvieron que superar una prueba difícil, la de mantener la atención de una audiencia dispersa. Con ocho mensajes distintos, lograron, al menos por momentos, captar algo de ese nunca bien ponderado engagement.
El desafío metodológico, en cambio, reside en comprender esas reacciones espontáneas y, sobre todo, dar un sentido más medible a la interpretación de un “like” hacia un candidato.
TikTok fue el invitado inesperado de esta campaña electoral. Desde el 18 de agosto, la mejor métrica -en prácticamente todos los candidatos- fueron las visualizaciones de sus videos en esta plataforma.
¿Por qué esto debería importar? Porque en Chile hay casi 5 millones de cuentas en esta plataforma y según los datos de Statista el 70% tiene menos de 35 años y poco más de la mitad es hombre. El parecido entre el Tiktoker y el elector no habitual, al menos en lo demográfico, es alto.
Por eso es que siguiendo la propuesta de Grabe y Bucy (2009) analizamos el lenguaje visual de los candidatos a La Moneda. Los datos muestran un predominio de lo tradicional y un uso acotado del estilo popular o de la red social. Así, Kast y Kaiser lideran en el plano tradicional, especialmente durante las Fiestas Patrias, cuando las campañas refuerzan símbolos nacionales y discursos de autoridad. Parisi mantiene un perfil marcado por apariciones formales y mediáticas. En contraste, Jara combina estabilidad y equilibrio, destacando por su conexión con lo popular, mientras Matthei adopta una estrategia constante y controlada.
El desafío para los políticos está puesto en no trivializar el discurso electoral y desviar la atención de la ciudadanía en temas que no son realmente relevantes, como saber qué llevan en su cartera o si preferimos la empanada con o sin pasa.
Uno de los temas que se tomó la agenda de la campaña electoral fue el uso de bots y trolls y por lo mismo, sometimos a una prueba de la blancura a los candidatos a la presidencia. Analizamos los hashtag de campaña de los cinco candidatos con más preferencias en las encuestas y encontramos que todos, en mayor o menor medida, tenían un componente de contenido artificial amplificando sus conversaciones, posicionando ideas, levantando falsos apoyos y dando una sensación de triunfo y optimismo a sus partidarios.
Para comprobarlo usamos Análisis de Redes Sociales (Himelboim y otros autores, 2017) lo que nos permitió identificar grupos, de todos los tamaños, de bots con funcionamiento matemáticamente coordinado que amplificaba los mensajes. Nuestro análisis muestra que las conversaciones de los ciudadanos se invisibilizan y no son consideradas por los políticos.
Entonces el desafío está en convencer a quienes efectivamente necesitan una respuesta o quieren sentirse parte, no artificialmente inflando sus publicaciones de manera artificial. El ruido no genera votos, la conversación sí.
A partir de los análisis cuantitativos realizados quisimos explorar el funcionamiento de la propaganda electoral en la arena digital. Es así como realizamos un análisis de sentimiento combinado con una tematización desde IraMuteQ. Nuestro análisis reveló que los temas que más conectan con el electorado son la seguridad ciudadana, la lucha contra la corrupción y la economía familiar, mientras que los temas que más dividen son la interpretación del estallido de 2019, el modelo económico, el rol del Estado y las políticas migratorias.
No es extraño que los contenidos que tienen mejor rendimiento son los que generan más conflicto, esto porque el algoritmo no es neutro y premia, con más viralidad, los contenidos sensacionalistas. Los más comentados son los contenidos que generan indignación o entusiasmo, no los más argumentativos, lo que se transforma en uno de los principales desafíos para los políticos: cómo usar a su favor las emociones.
La política digital chilena atraviesa una etapa de redefinición estructural. Las campañas ya no se juegan solo en la franja ni en los debates televisivos, sino en un ecosistema donde la visibilidad se confunde con influencia y donde la interacción, un like, un comentario o una visualización, se transforma en reconocimiento político. Sin embargo, esa aparente proximidad entre ciudadanía y poder es también un espejismo: las plataformas amplifican emociones, pero reducen los espacios de deliberación y simplifican los matices del discurso público.
Frente a este escenario, el desafío académico y político es común: entender cómo medir, interpretar y re-encauzar la conversación digital hacia formas de participación más significativas. Para la investigación, esto implica avanzar en metodologías capaces de capturar la complejidad del entorno algorítmico sin perder rigor; para la política, supone reconocer que las redes no sustituyen al debate, sino que lo reconfiguran. Si antes la persuasión dependía de argumentos, hoy la legitimidad parece medirse en emociones. El reto es no confundir la viralidad con la representación, ni el ruido con la voz ciudadana.
Este texto forma parte del proyecto Análisis de las Elecciones 2025, desarrollado por el Núcleo Milenio para el Estudio de la Política, Opinión Pública y Medios en Chile (MEPOP). Este centro de investigación interdisciplinar es apoyado por la Iniciativa Científica Milenio (ANID-NCS2024_007).
Puedes leerlo con sus referencias completas y otros textos en este link.