No sé: el noveno candidato
14.11.2025
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14.11.2025
El autor de esta columna analiza el perfil del votante indeciso, de cara a las elecciones del domingo. Sostiene que «resulta comprensible que las candidaturas se esfuercen en movilizar electores identificados con alguna ideología y con cierta cultura política-electoral. Sin embargo, no se puede soslayar el considerable aumento de personas que no se ven entusiasmadas por votar o, en el peor de los casos, ven con distancia la democracia. El desafío no es menor: reencantar a un grupo importante de la población cada vez más complejo en su composición y menos fácil de interpretar en sus dolores. En tiempos de populismos y amenazas autócratas, la democracia se juega su supervivencia».
Créditos de portada: Hans Scott / Agencia Uno
A pocos días de la celebración de las elecciones presidenciales y parlamentarias, la agenda pública ha sido capturada por el desarrollo de las distintas campañas y los resultados que diferentes encuestas exhiben sobre las preferencias del electorado. La tendencia es clara: Jeannette Jara (Partido Comunista) y José Antonio Kast (Partido Republicano) lideran la intención de voto de los encuestados. Sin embargo, una de las opciones que concentra buena parte de las respuestas- y que ha sido escasamente abordado en los debates y medios de comunicación- dice relación con aquellos consultados que manifiestan que no saben por quién votar.
Aunque los datos posicionan con relativa estabilidad las inclinaciones de la ciudadanía, la discusión sobre el impacto del fenómeno de la indecisión en los comicios vuelve a despertar inquietud e incertidumbre en un escenario de elecciones con voto obligatorio. Mientras que la encuesta Cadem del 26 de octubre muestra que un 9% de las personas no deciden su candidato o candidata, la Encuesta CEP del 27 de octubre revela que un 21% expresa esa misma condición. Más allá de las diferencias estadísticas, se evidencia un considerable número de votantes que se mantienen dubitativos.
La incógnita que surge se puede expresar en clave económica: ¿es un problema de oferta o demanda política? Ciertamente, desde el punto de vista de la oferta, la representación recae en ocho candidatos que, con menor o mayor pretensión, buscan encarnar la diversidad de la población, al tiempo que pregonan propuestas que compiten por cautivar de manera clara y efectiva las aspiraciones de una ciudadanía fatigada por las sucesivas elecciones.
Por la derecha, se reconocen dos candidatos y una candidata: José Antonio Kast, Johannes Kaiser y Evelyn Matthei. Un escenario novedoso para un sector político que, históricamente, ha enfrentado de manera monolítica una parte importante de las elecciones en Chile. En el otro extremo, luego de la contienda interna que reunió a candidatos del oficialismo en junio, Jara se consolida como la alternativa de izquierda y centroizquierda que anhela brindar continuidad al actual gobierno. Sin embargo, su postulación se ve desafiada por dos candidatos que apuestan por drenar votación de aquellos sectores de la izquierda desencantados con la administración de turno. Vale decir, Enríquez-Ominami y Artés.
Los dos candidatos restantes, Parisi y Mayne-Nicholls, se definen como figuras que no comulgan con una ideología en particular. De hecho, rehúyen y critican sin miramientos cualquier atisbo que represente a una doctrina política, así como del origen acomodado de quienes personifican estas ideas. En palabras simples, se arrogan el malestar y el descontento con la política tradicional, bajo la promesa de una nueva forma de entendimiento entre el Estado y las personas.
El conjunto de candidatos y candidatas mencionadas ofrecen a la ciudadanía una diversidad de orientaciones sobre lo que podría definir el siguiente ciclo político. No obstante, existe una significativa proporción de votantes que no parecen estar convencidos por ninguna de estas alternativas. Con el ánimo de abrir la discusión y aportar posibles respuestas, algunas de las claves para comprender a ese electorado indeciso se pueden resumir en al menos tres: i) votante obligado; ii) extranjeros con derecho a voto y ii) un segmento de la población que se resiste a la idea de la democracia y su expresión institucional.
Luego de una década de un régimen electoral con voto voluntario, en 2022, se reinstauró el voto obligatorio en el marco del primer proceso constituyente. En adelante, la participación alcanzó un promedio superior al 80% en los comicios para el segundo proceso constitucional y las elecciones municipales y de gobernadores regionales. Las cifras dan cuenta de que las personas habilitadas para votar respondieron positivamente a la participación. A pesar de esta alza sostenida, poco se ha profundizado sobre quiénes componen este universo de votantes. Entre quienes podrían integrar este segmento de electores, se encuentran mayormente jóvenes que fueron inscritos en el padrón una vez que cumplieron con la edad mínima para votar y personas que, habiendo estado registradas, votaron de manera intermitente o, derechamente, nunca acudieron a las urnas.
Un segundo grupo de votantes que se incorporan de manera creciente al registro de electores, son los extranjeros. Según datos del Servel, si en 2022 la cantidad de votantes foráneos cerró en 514.623, en 2025 el volumen de personas aumentó a 885.940. El engrosamiento del padrón con nuevos electores procedentes de otros países generó un intenso debate que se tradujo en una modificación legal en el presente año. La reciente normativa propone nuevas condiciones a los extranjeros avecindados en Chile para votar a partir de 2026. Vale decir, eleva el periodo a 10 años ininterrumpidos de aquellos extranjeros avecindados en Chile. Adicionalmente, exige que no registren salidas del país por más de 90 días en un período de doce meses. Presumiblemente, estos nuevos votantes reconfigurarán el paisaje político no solo en esta elección sino en futuros comicios.
En tercer orden, el progresivo abultamiento de quienes no están satisfechos con la democracia alerta posibles vicios sobre la legitimidad y confianza hacia los resortes institucionales que constituyen nuestro régimen político. El Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), en 2022, publicó el informe “Radiografía del Cambio Social en Chile 2016-2022”. A partir de los datos recopilados, los autores concluyen que quienes muestran bajo respaldo a la democracia, son personas que se perciben como indiferentes, lo que no necesariamente se traduce en un apoyo a formas de gobierno autoritario. Aunque es un escenario relativamente favorable, el surgimiento de liderazgos que amenazan los principios y fundamentos republicanos pudiesen estimular posiciones adversas para la convivencia democrática.
Los supuestos ensayados cristalizan un dilema manifiesto: indistintamente de las características que se pueden proyectar de los indecisos, ninguno de los ocho candidatos ha logrado descifrar con precisión cuáles son sus motivaciones y demandas. De ahí la idea de un noveno candidato que orbita en el debate y que resulta atractivo de comprender a la hora conquistar nuevos votantes. ¿Será que este candidato oculto escapa de los márgenes democráticos que conocemos o representa una tendencia propia de una sociedad que desea evolucionar a nuevas fórmulas de participación política?
Con todo, resulta comprensible que las candidaturas se esfuercen en movilizar electores identificados con alguna ideología y con cierta cultura política-electoral. Sin embargo, no se puede soslayar el considerable aumento de personas que no se ven entusiasmadas por votar o, en el peor de los casos, ven con distancia la democracia. El desafío no es menor: reencantar a un grupo importante de la población cada vez más complejo en su composición y menos fácil de interpretar en sus dolores. En tiempos de populismos y amenazas autócratas, la democracia se juega su supervivencia.