Diplomáticos y familias que también representan a Chile
25.10.2025
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25.10.2025
Señor Director:
Cumplir una misión diplomática no es un privilegio: es un servicio al Estado que conlleva altos costos personales y familiares. Quienes acompañan a las y los funcionarios en el exterior —sus parejas e hijos— deben dejar atrás sus redes, empleos y proyectos de vida para representar a Chile en otros países. En muchos casos, la pareja abandona su carrera profesional y los hijos deben adaptarse a sistemas educativos distintos, lo que implica un esfuerzo emocional y económico enorme.
En este contexto, preocupa profundamente que el Estado haya decidido eliminar el aporte a la escolarización de los hijos e hijas de funcionarios diplomáticos en el exterior, una medida que comenzará a regir en 2026. No se trata solo de un ajuste presupuestario: esta decisión desconoce la dimensión humana del trabajo diplomático y los sacrificios familiares que sostienen la representación del país.
El impacto de esta medida tampoco es neutro en términos de género. En Chile, apenas un tercio del cuerpo diplomático son mujeres y menos de una tercera parte ocupa cargos de embajadoras o jefas de misión. A nivel mundial, solo una de cada cinco embajadas está liderada por una mujer. En este mismo escenario, estudios internacionales muestran que las parejas acompañantes de diplomáticos —quienes suelen interrumpir sus carreras por la movilidad del servicio— son mayoritariamente mujeres.
Así, la supresión del beneficio educativo acentúa una desigualdad estructural: las mujeres acompañantes seguirán asumiendo los costos invisibles del trabajo diplomático, mientras el Estado reduce los apoyos que parcialmente reconocían ese sacrificio. Detrás de cada embajador o representante hay una familia que también sostiene el nombre de Chile en el mundo. Ignorar esa realidad no solo afecta a esas familias, sino que debilita la capacidad del Estado para atraer y retener talento diplomático.
Cuidar a quienes representan a Chile en el exterior —y a quienes los acompañan— es también una forma de cuidar la dignidad del propio Estado.