Justicia ciega ante el dolor de las mujeres: cuando el sistema absuelve el machismo
21.10.2025
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21.10.2025
Señor Director:
En Chile, el sistema judicial sigue fallándole a las mujeres. Lo vimos otra vez con la reciente decisión que rebaja la condena del agresor de Nabila Rifo, eliminando el delito de homicidio frustrado y otorgándole la posibilidad de libertad. Una decisión que duele no solo por lo que implica para Nabila, sino porque confirma algo más profundo: la justicia chilena sigue sin entender la violencia de género.
Recordemos: Nabila Rifo sobrevivió a un ataque brutal en 2016. Su expareja, Mauricio Ortega, la golpeó hasta dejarla inconsciente y le arrancó los ojos. El país entero se estremeció. Su nombre se volvió símbolo del horror y también de resistencia. Sin embargo, años después, el mismo sistema judicial minimiza el intento de asesinato, como si la marca perpetua de quitarle la vista y abandonarla en la calle luego del ataque no fueran prueba suficiente de la intención de matar.
El fallo que reduce su condena no es un hecho aislado. Es el reflejo de una institución patriarcal que mide el daño con lentes masculinos, donde la duda siempre favorece al agresor y la víctima se convierte, nuevamente, en sospechosa: de mentir, de exagerar, de no comportarse como la “víctima correcta”.
Lo mismo ocurre con el caso de Camila Rojas, de La Serena, asesinada por su ex pareja frente a su hija de 5 años, quien también resultó herida. La justicia, lenta e indiferente, no escuchó las denuncias previas ni las alertas de violencia. Y cuando el femicidio ocurre, el discurso institucional es el mismo: “No había antecedentes suficientes”, “no se pudo prever”.
Pero, ¿cuántas señales necesitan ver para creerle a una mujer que dice “me va a matar”?
Estas decisiones judiciales no son errores aislados: son fallas estructurales.
La violencia contra las mujeres no termina con una condena ni con una campaña estatal; termina cuando los tribunales entienden que no juzgan hechos neutros, sino vidas atravesadas por el machismo, el miedo y la desigualdad.
El Poder Judicial chileno sigue actuando como si el género fuera irrelevante, como si los golpes, las amenazas y las mutilaciones no tuvieran un contexto cultural. Pero sí lo tienen: un contexto donde la violencia de los hombres sigue siendo interpretada como un “arrebato”, mientras la supervivencia de las mujeres se considera suerte.
Cada fallo que relativiza la intención homicida, que reduce penas o que libera a agresores, envía un mensaje devastador a las víctimas actuales: que su dolor vale menos, que su palabra pesa poco y que su agresor siempre tendrá una segunda oportunidad, aunque ellas no.
Chile necesita una justicia con perspectiva de género, no como un eslogan, sino como una obligación ética y jurídica.
Mientras los jueces no comprendan que la violencia contra las mujeres no es un “conflicto doméstico”, sino una violación a los derechos humanos, seguiremos asistiendo a la impunidad revestida de legalidad.
Nabila Rifo y Camila Rojas no son solo nombres. Son el espejo de un país que aún permite que sus mujeres sean agredidas, mutiladas o asesinadas, y que luego, desde la misma institucionalidad, vuelve a castigarlas con la indiferencia.