TVN: entre el botín político y la misión pública
21.09.2025
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
21.09.2025
Señor Director:
La reciente renuncia del director ejecutivo de Televisión Nacional de Chile, Francisco Vidal, vuelve a situar a TVN en el centro del debate. Una vez más, el canal público es noticia no por su programación, ni por su capacidad de convocar y emocionar al país, sino por su condición de presa en las disputas políticas e ideológicas que lo atraviesan desde hace años.
Hace pocos días, Vicente Sabatini, director emblemático de las telenovelas que marcaron la identidad cultural de TVN en los noventa, reiteró lo que muchos perciben con claridad: el canal está a la deriva, sin un proyecto claro de televisión pública al servicio de Chile. No basta con sobrevivir en la parrilla ni con resistir las presiones del rating; una televisión pública necesita ideas fuertes, una visión que la convierta en motor cultural y espejo vivo de la sociedad.
Quienes critican a TVN desde ciertos sectores insisten en tildarlo de despilfarro, de gasto inútil para el Estado. Sin embargo, esa mirada reduccionista desconoce un principio esencial: una televisión pública robusta no es un lujo, sino una condición de posibilidad para una democracia sólida. Todos los partidos declaran defender la democracia, pero pocos parecen comprender que esta se sustenta también en el derecho universal a la información, en la pluralidad de voces, en la diversidad cultural, geográfica y social representada con dignidad y sin subordinación al mercado.
TVN no es —ni debe ser visto— como una carga fiscal. Es una inversión estratégica en ciudadanía, en cultura, en identidad nacional. Una televisión pública no existe para ser botín ni trinchera, sino para convertirse en espacio común, en territorio simbólico donde los chilenos y chilenas nos reconozcamos en nuestra diversidad y complejidad.
Al mismo tiempo, TVN no debe ser entendida como una pantalla acartonada que, bajo la etiqueta de canal público, quede confinada a lo rígido, lo meramente educativo o lo discursivo. Su espíritu audiovisual debe abrirse también al juego y a la vitalidad de la modernidad: a la entretención, a la imaginación creadora y a la chispa de lo inesperado. Solo en ese cruce entre cultura y gozo, entre reflexión y placer estético, puede encarnar un servicio público televisivo que, lejos de empobrecerse en solemnidad, contribuya a un país más culto, diverso y vivo.
La tarea pendiente es grande. El mundo académico, los sectores culturales y la sociedad civil tienen la responsabilidad de contribuir a zanjar, de una vez por todas, la equivocada disputa que mantiene a TVN rehén de intereses políticos. Chile necesita un canal público dotado de legitimidad, de recursos estables y de equipos de gestión competentes. Debe
El país merece un TVN que cumpla con la promesa de la televisión pública: servir con fuerza, belleza, verdad y valor a toda la ciudadanía. Solo así TVN dejará de ser campo de batalla y recuperará su lugar como bien común, patrimonio democrático y voz del alma de Chile.