El 18 y la música, la mutación de los gustos sonoros de los chilenos
18.09.2025
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
18.09.2025
El autor de esta columna escrita para CIPER repasa el desarrollo de la música chilena en torno a la fecha más esperada por los chilenos. Comenta que «la música es un condimento esencial durante las Fiestas Patrias. Ella es la encargada de darle vigor, alegría y festejo a una celebración única en el país. Quizás el único periodo del año donde los chilenos tenemos permitido ser libres, abordar el exceso sin cuestionamientos y gozar sin culpas».
Créditos imagen de portada: Rafa Martínez / Agencia Uno
Fue una sorpresa mayúscula. El año pasado, en el registro de los top 50 de Spotify en Chile durante las Fiestas Patrias -en una lista que agrupa en tiempo real lo que más se escucha en esos días-, la canción “A tu lado” del grupo Entremares llegó al número uno.
Se trata de una canción con vocación de balada romántica, que algunos han comparado con Myriam Hernández, e inspiración folclórica grabada en 2018 para el álbum “El amor en 48 compases”. Este año el tema ha tenido desde mediados de agosto una rotación apabullante en radios y redes sociales amplificando todavía más su popularidad. Es, además, número puesto en eventos escolares, en celebraciones dieciocheras laborales y en la música de fondo de supermercados. Su desmesurada reiteración también causa en una buena proporción de los oyentes cierta indigestión. Tanto, que incluso existe un famoso meme donde una persona patea una radio donde se escucha la canción, harto de oírla en todas partes y a cada momento.
La música es un condimento esencial durante las Fiestas Patrias. Ella es la encargada de darle vigor, alegría y festejo a una celebración única en el país. Quizás el único periodo del año donde los chilenos tenemos permitido ser libres, abordar el exceso sin cuestionamientos y gozar sin culpas.
La cueca, de origen arábigo andaluz, y que tuvo su desarrollo y evolución en las chinganas que se realizaban en la zona central del siglo XIX -siempre con un número considerable de muertos por apuñalamientos debido al exagerado consumo de alcohol-, es el baile nacional, pero que curiosamente no todos bailamos con propiedad.
Con el paso de los años, las tonadas campesinas -siempre las reinas de la fiesta- pasaron a incluir otros estilos musicales. Si en la década del 40, la irrupción de la música mexicana a través de Jorge Negrete incubó un amor por las rancheras que todavía persiste desde Coquimbo hacia el sur en las celebraciones patrias, en la década siguiente bandas como la Orquesta Huambaly, Los Peniques y Ritmo y Juventud imprimieron el cha cha cha. Una música rítmica, para mover el cuerpo, siempre festiva y original de Cuba -como la mayoría de los estilos de esa época- que fue grito y plata durante los 18 en eventos masivos que atraían a la juventud y auspiciados por bebidas.
Esa mezcla entre cuecas y bailes más desenfadados se profundizó durante los 60 con la llegada de la cumbia colombiana. Otro hallazgo sonoro que, con el tiempo, se incrustó en el gusto popular y pasó a ser un sonido propio. Bandas fundacionales como La Sonora Palacios, cuyos primeros singles, “El Caminante” y “La Mafafa” datan de 1964, abrieron el paso a festejos en que la solemnidad de las tonadas mutó a la irreverencia y desparpajo cumbiero. En ese periodo donde, por ejemplo, el pueblo se hizo poder en países como Cuba, la juventud le otorgó un contorno distinto al folclor local. La irrupción de Violeta Parra y, en menor medida, Margot Loyola, como recopiladoras de la música campesina que se escuchaba durante las Fiestas Patrias tuvo una transformación con la Nueva Canción Chilena. Ese grupo, liderado por los hermanos Ángel e Isabel Parra, Víctor Jara, Patricio Manns, Rolando Alarcón, Inti Illimani y Quilapayún, entre otros, mantuvo la esencia del folclor como base, pero impregnó letras de tono más reflexivo -la dureza de la vida provinciana en Manns-, de unidad –“Si somos americanos”, de Alarcón- y, derechamente, combativas -Jara y Quilapayún-. El carácter político de esas canciones no servía para bailar, pero suministraba un carácter político a una sociedad que, en esos años, comenzaba a polarizarse, pero que disfrutaba igualmente esos temas por su riqueza instrumental y fuerza discursiva. De hecho, “Arriba en la Cordillera” de Patricio Manns fue un hit en 1965 y uno de los temas más escuchados hasta el nefasto Golpe de Estado de 1973.
Así como la juventud de la época apostaba por esta música introspectiva, que vaticinaba el surgimiento de un nuevo ser humano, muchas bandas de cumbia chilena proliferaron y se convirtieron en imperdibles de las Fiestas Patrias. Los Viking’s 5 de Coquimbo, mezclaron la cumbia colombiana con las guitarras de Los Ángeles Negros, y Los Beat Combo, con estupendos singles como “Que me coma el tigre” y “Así como empezaron papá y mamá”, fueron la banda sonora bailable de la época de Salvador Allende.
El régimen dictatorial -con Benjamín Mackenna encargado de cultura y prohibiendo a toda la Nueva Canción Chilena- volvió por ese folclor de salón, patronal, encarnado por Los Huasos Quincheros y Los Cuatro Cuartos, pero avanzando las décadas del 70 y 80 también fue soltando la mano. Las fiestas siguieron teniendo cumbias -con los Wawanco, Giolito y su Combo, La Sonora de Tommy Rey y Pachuco y la Cubanacán entre los estelares- como emblemas de la diversión y popularizando un folclor más juguetón como “El Guatón Loyola” y “El Patito Chiquito”, de los propios Quincheros.
Con la llegada de la democracia, un sueño de Roberto Parra fue plasmado por Álvaro Henríquez y popularizado por Los Tres. Las cuecas choras, expuestas en el disco “Los Tres Unplugged” (1995), tuvieron una revitalización en temas como “Quien es la que viene allí” o “La vida que yo he pasado”. La juventud adhirió a esas melodías y comenzaron a florecer bandas folclóricas que se presentaban en ramadas a nivel nacional y recibidas con elogios por el público.
Ese esquema de cumbias, cuecas choras, tonadas y música en boga -como actualmente el reggaetón o el trap- es lo que se ha mantenido durante las últimas dos décadas y que se ven ratificadas en las parrillas de las principales fiestas del país como La Pampilla, La Yein Fonda o el Parque O’Higgins. Melodías hechas, esencialmente, para bailar, divertirse, festejar y olvidar. Una instancia de evasión que los chilenos esperamos con tanto regocijo como la alegría de estar vivos.