El debate presidencial: show de cuñas
11.09.2025
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11.09.2025
El autor de esta columna comenta el debate televisivo de los candidatos presidenciales desde la puesta en escena de cada uno. Sostiene que «de verdad no dudo de la inteligencia de los candidatos; dudo de la inteligencia del formato donde prevalece la cuña para redes TIK TOK, como dijo Jara. Preguntas para la galería y para el rating, sobre delincuencia y minas antipersonales. Es decir, el paraíso del noticiero de Chilevisión. Lugares comunes».
Créditos imagen de portada: Marcelo Martín / Agencia Uno
Pintaba para postal: ocho candidatas y candidatos a la Presidencia de la República en un mismo escenario, por primera vez, bajo una puesta en escena que prometía un debate a la escandinava. El ordenamiento de podios en semi círculo, tal vez inspirado en los foros de la serie Borgen, era tan sobrio como equitativo. De lejos era un debate danés: hasta que los aspirantes hablaron. En ese momento el espíritu de la empanada y el vino tinto se apoderó de la escena. Los tres minutos cronometrados por aspirante recordaban a Leo Caprile y su Cuánto Vale el Show.
El sorteo ubicó a los candidatos en este orden: Kast, Jara, el profesor Artés, Mayne Nicholls, Parisi, Kaiser, Matthei y Marco Enríquez Ominami, el hombre más perseverante del mundo. Los ocho de la papeleta de noviembre ya estaban en escenas para contestar preguntas y así fuimos testigo del cambio en el rictus de cada uno, conforme avanzaban los minutos.
Matthei se vistió de blanco, con guiños nostálgicos a Bachelet I, intentando revivir —forzadamente— la alegoría de la transparencia y el lado luminoso de la fuerza. Eso se notó en el gesto, en el tono, incluso en el nervioso uso del lápiz que apretaba entre las manos.
Parisi parpadeaba con anormalidad. Quizá por los focos. Su argumentario fue tan básico como peligroso. Reiteró -fuerte y claro- lo de las minas antipersonales hasta el cansancio. Vende una idea de centro más antigua que el hilo negro (para estar a tono con los chilenismos). Y su insistencia por rematar las intervenciones con llamados a votar por Parisi Presidente y el PDG en el parlamento, más que una buena estrategia, se advirtió como manotazos de ahogado.
Kast, imperturbable como siempre. Con la calma del mesías, como si ya hubiera ganado, es capaz de pasar la prueba del polígrafo en cualquier escenario. Jara, en cambio, mostró un poco más de fuego. Pisó el palito de Kast, y Marco aprovechó su minuto para acusarla de taimada. Y mientras Harold sacaba frases buenistas de la chistera, Matthei proponía instalar 140 mil cámaras en el espacio público, pasaje directo a la distopía de Gran Hermano. Esperemos que al menos una de esas cámaras apunte a su casa. Eso sí sería un reality digno de ver. Y ahí estaba el resto: Kaiser, con tono doctoral, rematando con la frase: “usted es el patrón”. Artés, al margen del show, parecía el único sin nada que perder ni que simular.
La lógica del prime exige ritmos rápidos, frases pegajosas y momentos virales. Nada de reflexión pausada o ideas cocinadas a fuego lento. Más bien, el formato favorece la cuña aguda y el chilenismo ocurrente. Todo sea por las 957 mil personas que vieron el debate en promedio y los 2,4 millones de espectadores que lo sintonizaron en algún momento de la noche. Y quién sabe el número amplificado por las redes sociales.
Más que un debate al uso fue un show de cuñas. O como diría Sartori (1997), fue videopolítica en estado puro: la imagen sustituyendo al argumento y el espectáculo reemplazando al contenido. Muecas. Chistes. Ingenuidad ochentera.
De verdad no dudo de la inteligencia de los candidatos; dudo de la inteligencia del formato donde prevalece la cuña para redes TIK TOK, como dijo Jara. Preguntas para la galería y para el rating, sobre delincuencia y minas antipersonales. Es decir, el paraíso del noticiero de Chilevisión. Lugares comunes.
No se trató de ganar ideas. Se trató de no perder imagen. Como en una batalla de gallos, la forma prevaleció al fondo. Parafraseando a James Carville en la campaña de Clinton: es televisión abierta en horario prime, “estúpido”.