La vivienda sin ciudad y la trampa del número
27.08.2025
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27.08.2025
Señor Director:
El déficit habitacional está presente en todas las campañas electorales. La urgencia es innegable, y la cantidad de unidades necesarias es abrumadora. Sin embargo, la obsesión por el «número de viviendas construidas por año» hace desaparecer un aspecto fundamental: la vivienda es mucho más que cuatro paredes para dormir. La vivienda permite acceso a la ciudad, a la salud, a la educación, a los espacios verdes y a la infraestructura de transporte. Cuando el énfasis de la política pública está solo en la meta cuantitativa desvinculada del territorio, estamos construyendo nuevas desigualdades que perpetúan una precariedad que va más allá de la carencia de un techo.
Las cifras sobre el déficit habitacional y los resultados del Censo 2024 han revelado un diagnóstico que se ha tomado el debate a través de tres puntos centrales. Primero, nos enfrentamos a una crisis que limita de manera significativa el acceso a la vivienda, hoy inalcanzable también para grupos socioeconómicos medios, cuyas causas son identificables hace años: el déficit de suelos disponibles; las regulaciones existentes; la especulación inmobiliaria; las remuneraciones y capacidad de pago, que no van acordes al alza constante en el precio de las viviendas; y el creciente uso de estas como vehículo de inversión, desvirtuando su función social. Segundo, el arriendo es una realidad consolidada que nos mueve hacia la diversificación de las formas de acceso a la vivienda, fortaleciendo la oferta de arriendo asequible o protegido y promoviendo una tenencia segura para evitar situaciones de precariedad habitacional. Tercero, la vivienda debe responder a la realidad que nos muestran diferentes indicadores: envejecimiento poblacional, la disminución del tamaño de los hogares, un parque creciente de viviendas vacantes, la nueva dimensión de la informalidad en las ciudades, y el potencial de barrios consolidados para procesos de regeneración urbana a través de la micro densificación. Entender el diagnóstico y avanzar hacia un mejor calce entre oferta y demanda es crucial para políticas de vivienda sostenibles.
Por otro lado, en este debate hay un elemento que ha sido olvidado en la discusión y que debiera incorporarse con la misma fuerza: el acceso a la ciudad. Instrumentos como el Índice de Calidad de Vida Urbana (ICVU) y el Sistema de Indicadores y Estándares de Desarrollo Urbano (SIEDU), señalan que la calidad de vida no se mide solo por tener una llave en mano, sino por el entorno completo que nos rodea: acceso a la salud, educación, áreas verdes, conectividad y oportunidades laborales. Estos índices demuestran la íntima relación entre la vivienda y la ciudad. Asimismo, el Consejo Nacional de Desarrollo Territorial (CNDT), que se encuentra desarrollando la nueva Política Nacional de Desarrollo Urbano, ha insistido en la importancia de una mirada integral al hábitat residencial. Existe consenso sobre la necesidad de un desarrollo territorial equilibrado que reduzca las brechas de desigualdad, yendo más allá de la mera métrica de unidades construidas.
Entonces, preocupa que el debate gire en torno a la cantidad de viviendas, como si las cifras del déficit fueran sinónimo de unidades por construir, y la solución sea esta meta sin cuestionar el modelo de ciudad que resulta del proceso. Tenemos experiencia de fracasos urbanos de políticas pasadas que no debemos repetir. El éxito de las políticas de vivienda se pone a prueba en su capacidad de mejorar el acceso a la ciudad y sus bienes, en generar barrios sostenibles, equipados, e integrados. Por esto, nos gustaría ver qué visión de hábitat residencial proponen los equipos de los candidatos presidenciales ¿Qué tipo de futuro urbano están proponiendo? ¿Son capaces de mirar más allá del número?