¿Y si Chile fuera la vecindad del Chavo? Paralelos incómodos con sabor a verdad
25.08.2025
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25.08.2025
Señor Director:
Con las elecciones a la vuelta de la esquina, cuesta no mirar la política chilena y pensar que estamos viendo una nueva temporada —no precisamente mejorada— de El Chavo del 8. Solo que, en vez de risas, esta vecindad genera frustración, confusión y, a veces, vergüenza ajena.
Los personajes están todos. Don Ramón, ese político o sector que promete grandes cambios pero nunca paga el costo. Doña Florinda, moralista, rápida en descalificar al que piensa distinto, siempre con el portazo listo. Kiko, inflado por encuestas, redes sociales y su propio ego, pero que se pincha al primer roce con la realidad. Y el Profesor Jirafales, bienintencionado, con discursos largos y floridos, pero al que casi nunca se le toma en serio.
La Chilindrina dramatiza todo —llanto incluido— en cuanto no se aprueba un proyecto o se le niega un cupo. Y por supuesto, tenemos a la Bruja del 71, que bien podría ser esa opinión pública observadora, crítica, cansada, que ya no espera milagros, solo que no rompan más la vecindad.
¿Y el Chavo? El ciudadano común, ingenuo, marginado, que solo quiere un sándwich de dignidad en medio del griterío, los portazos y las peleas absurdas.
Incluso el Señor Barriga tiene su paralelo: representa al mundo productivo, que sigue cobrando orden y estabilidad fiscal, aunque en esta vecindad parece que nadie quiere pagar el arriendo. Si la política se enreda, no solo se cae el techo: tiembla todo el edificio.
Las alianzas se arman y desarman como juegos entre niños. Un día se abrazan como el Chavo y Kiko; al siguiente, se pelean por la pelota… o por un cupo parlamentario. Todo suena improvisado, cortoplacista, infantil.
Y cuando algo falla —que es bastante seguido—, siempre aparece el viejo estribillo: “¡Fue sin querer queriendo!”. Nadie asume nada. Pero todos salen heridos.
El problema es que esto no es una comedia y no se resuelve en 30 minutos con risas grabadas. Chile necesita liderazgos adultos, con visión de largo plazo, que dejen de actuar para la galería y empiecen a construir para la ciudadanía. Porque si seguimos atrapados en esta vecindad política, el verdadero drama no lo vive ninguno de los personajes… sino la audiencia.