Adultos mayores e inteligencia artificial: una inclusión pendiente
21.08.2025
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21.08.2025
Señor Director:
La aparición de la inteligencia artificial (IA) se convierte en una oportunidad, pero para algunos sectores de la sociedad como los adultos mayores, que representan a casi el 20% de la población nacional, podría revestir ciertos problemas que es necesario identificar. Aunque los discursos dominantes celebran las virtudes de la IA en términos de productividad, educación o atención médica, rara vez se habla de dónde encajan las personas mayores en este nuevo tecno-paradigma. Es una pregunta simple, pero inmediata que exige atención: ¿Estamos incluyendo a los ancianos como parte de nuestra transformación digital de manera justa para ellos?
En una era dorada de la inteligencia artificial, el potencial para reducir ciertos síntomas del envejecimiento y mejorar la calidad de vida de los adultos mayores es enorme: asistentes virtuales para la gestión de medicamentos, nuevas herramientas de detección para medidas de salud preventiva, interfaces más simples para la comunicación con la familia o los servicios públicos. Pero sin una política pública definida para reducir las barreras tecnológicas, estos beneficios siempre seguirán siendo privilegios que solo unos pocos reciben.
La gran mayoría de los adultos mayores no está en contra de la tecnología; solo tienen miedo de no saber o de cometer errores. En otras palabras, no hay resistencia cultural, sino más bien una falta de cuidado necesario. Esto desafía al Estado, pero también a sus universidades, así como, aunque en menor medida, a su sector privado: se está avanzando tecnológicamente a este nivel, mientras que parte de la sociedad ha sido olvidada.
El debate en Chile sobre la inteligencia artificial debe incorporarse lo antes posible desde una visión interseccional con los ciudadanos mayores. Implica la configuración de tecnologías accesibles y el fomento de la alfabetización digital adecuada a sus entornos; a menudo incluye, sobre todo, ver a los adultos mayores no como consumidores, sino como productores de desarrollo en la evaluación y exploración de estas herramientas.
La innovación social no puede ser un lujo; debe ser un derecho. Y desde las universidades, sobre todo, debemos trabajar para que el sesgo de edad en los sistemas algorítmicos deje de ser una amenaza silenciosa, porque los algoritmos como están diseñados y entrenados pueden perfectamente reforzar los estereotipos de edad.
La sociedad seguirá camino hacia un mayor envejecimiento y nuestra pregunta no debería ser sobre si los adultos mayores se adaptan a la IA, sino si la IA puede adaptarse para servir a una sociedad diversa, justa y realmente inclusiva.
Los desafíos a los que nos vemos enfrentados como sociedad hoy, deberán poner acento en la construcción de confianzas y garantías éticas, sin reproducir prejuicios ya existentes, así como crear productos y plataformas intuitivas, accesibles desde la estética y los procesos de diseño centrados en necesidades reales de los adultos mayores.