Volver a jugar como antes: una urgencia social, de salud y de educación para los niños
10.08.2025
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10.08.2025
El autor de esta columna escrita para CIPER analiza la carencia actual del juego infantil al aire libre y compartiendo con otros. Sostiene que “considerando todo lo que sabemos ahora sobre cuánto afecta el no jugar socialmente al desarrollo psicológico y educativo de los niños, créame que el tema de juego social y al aire libre, no es un capricho o problema feliz, sino que una urgencia social, de salud y de educación. Haga un ejercicio: adelante la película 10-15 años más y dígame usted también a dónde piensa que irán a parar los niños que no jugaron…”.
Créditos imagen de portada: Rudy Muñoz / Agencia Uno
¿Sabía usted que en 1950 era común que un/a niño/a jugara con sus amigos al aire libre dentro de un radio de más de 1km a la redonda de su casa? De manera anecdótica, en el Santiago de 1950-60 mis propios tíos se subían a la micro para ir a jugar más lejos cuando niños, y solos.
Hoy parece irreal. Al menos en los 90’s muchos de nosotros jugábamos en la calle. Ahora muchos niños no conocen ni a sus vecinos. ¿Qué pasó? Sí, la delincuencia, dicen. O más bien dicho, la percepción de delincuencia generada por noticieros –mis pobres padres siguieron encerrados 2 años después de la pandemia por esto—. Pero aparte de una preocupante subida de 2,8 a 3,8 por cada 100.000 habitantes en homicidios, sepa usted que la tasa de delito ha bajado en la última década en Chile (ver del Solar, 2025). El problema del juego con otros al aire libre va más allá que la delincuencia. Es un problema multifactorial.
Primero que todo, nos falta infraestructura. En urbes chilenas (que concentran el 87% de la población), la gran mayoría no tiene acceso cercano a áreas verdes públicas. Muchos jardines infantiles y colegios públicos tampoco disponen de este tipo de espacios. Baño de bosque, ni hablar. Si bien nuestras plazas tienen juegos infantiles (realmente un gran logro), casi no tenemos plazas. Al menos, en Santiago, con la excepción de algunas municipalidades del sector oriente, casi no hay parques ni plazas.
Lo segundo es la flaqueza del tejido social actual. Nos estamos quedando solos. Sea por efecto de la pandemia o de las redes sociales, lo cierto es que ahora estamos más metidos en el celular o TV que en el contacto cara a cara. Incluso cuando he llevado a mis hijos a jugar a la plaza, no se generan espacios de encuentro. Por desarrollo, los niños desde los 3-4 años se debieran acercar entre sí de manera espontánea para jugar, pero nosotros los adultos preferimos no incentivarlo mucho. Estamos más bien fijados en que no le pase nada malo al niño, que no se caiga, que no le peguen. ¿Acaso no debiéramos impulsar que compartan y que se vean el siguiente fin de semana en horario similar? Algunos padres lo hacen, pero son los menos. Este tema de falta de juego social hay que tomárselo en serio. Los datos muestran que ahora hasta los jóvenes están entre los grupos que se sienten más solos (según la encuesta de la prueba PISA, entre 2012 y 2022 subimos de 9% a 27% en jóvenes de 15 años). Ni pensar lo que va a pasar ahora con la Inteligencia Artificial como posible compañera/interlocutora de los niños más chicos en el futuro.
Y tercero, nos falta el tiempo para salir a jugar con nuestros hijos o al menos supervisarlos mientras juegan afuera con otros. Si bien ya comenzamos la reducción de jornada laboral, no tenemos cultura de jornadas parciales de trabajo o puestos de trabajo compartidos. Otros países ya tienen esto resuelto. Si usted trabajara cuatro días a la semana, ¿no cree acaso que podría jugar más con sus hijos, o que podría coordinar más sesiones de juegos con otros padres en situación similar? Ojo, que esto de las jornadas parciales también afecta la equidad de género y el bienestar. Si tanto hombres como mujeres pudiéramos trabajar jornadas parciales, nos repartiríamos mejor la labor de cuidado de niños, las mujeres no tendrían que elegir entre cuidar o trabajar, y nos sentiríamos todos mejor. Raya para la suma: en la sociedad actual terminamos con miedo de salir, enchufados al celular y más solos en casa, y sin tiempo para compartir con otros. Los que pagan la cuenta sin voz ni voto, no obstante, son los niños que se quedan sin jugar con otros. Y ni siquiera hablo de tomar la micro para ir a jugar más lejos con tus amigos, ni tampoco de jugar en la calle, estoy hablando de que, lamentablemente, los niños ya no se juntan ni en el patio de sus casas o edificios a jugar. Y no es nuestra culpa, sino que falta de políticas públicas de seguridad, prensa, trabajo, y áreas verdes que nos ayuden a potenciarlo.
Considerando todo lo que sabemos ahora sobre cuánto afecta el no jugar socialmente al desarrollo psicológico y educativo de los niños, créame que el tema de juego social y al aire libre, no es un capricho o problema feliz, sino que una urgencia social, de salud y de educación. Haga un ejercicio: adelante la película 10-15 años más y dígame usted también a dónde piensa que irán a parar los niños que no jugaron…