Democracia Cristiana: «Supervivencia al desnudo»
03.08.2025
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03.08.2025
El autor de esta columna escrita para CIPER analiza el apoyo de la Democracia Cristiana a la candidatura presidencial de la comunista Jeannette Jara, y sostiene que “este no es tan contradictorio como parece. Es apenas una consecuencia lógica de su larga deriva. Ya lo hizo una vez. Pactó con el PS cuando todos decían que era imposible y lo hace ahora con el PC, porque no le queda de otra. El centro no existe sin bordes y la DC ya no marca frontera ni a la derecha ni a la izquierda”.
Imagen de portada: Pablo Vera / Agencia Uno
La DC es un partido de poder que vive un otoño que se avizora largo. Del mito de Frei Montalva y la ensoñación de la plata dulce de la que hablaba mi abuela, a esta actualidad pragmática que lo lleva a tomar decisiones curiosas para no disolverse en la irrelevancia, ha pasado más de medio siglo. La marcha de la patria joven está congelada, y tiene al partido a un tris de ser testigos de un cambio cultural que va a contrapelo de su principio fundador: ser alternativa tanto a la derecha conservadora capitalista como al socialismo estatizante sesentero. Esto es, ser bisagra y centro moderado, bajo los principios del humanismo cristiano.
Pero la DC chilena no responde a los patrones de la mayoría de sus parientes conservadores y liberales europeos, salvo la CDU alemana. Porque la DC siempre fue un partido pragmático, que después de Tomic vio en el camino propio y solitario la posibilidad de un fracaso histórico monumental. Por eso, conforma un binomio afiatado postdictadura con el Partido Socialista, al que se conoce como Concertación. Alianza impensada en los parlamentos europeos de la época, la acción no hacía otra cosa que situar al partido en el centro y a la izquierda del arco político. Esa decisión le permitió gobernar, pero sobre todo influir políticamente en la evolución del país. Con perspectiva histórica, y desde la posición de la DC, se puede decir que fue una decisión acertada. Había viento de cola para esa maniobra y gente con visión de futuro al mando del timón.
Si bien hoy la DC no está en un ciclo terminal (se necesita mucho más para matar a un partido), debe asumir que su rol no es protagónico. Y las referencias cinematográficas indican que un buen papel secundario, interpretado por una actriz de carácter y trayectoria, muchas veces es percibido como alguien que destaca aún más que la protagonista.
El escenario que deja la elección de Jeannette Jara no deja mucho margen. Las aventuras presidenciales previas del partido de Patricio Aylwin se sitúan más cerca de lo ridículo que de lo heroico, por lo que volver a caer en la trampa del camino propio no era factible. Al menos, no ahora. ¿Qué queda entonces? Solo actuar con sensatez política. Y ese camino solo conduce a Jara. No tienen nada que perder. No se trata de una ruptura moral ni de hipotecar los principios. De hecho, se trata de seguir la línea que el propio partido marcó en los 90. Una línea distinta a la dibujada por los tories ingleses o el PP español. Un demo-cristianismo con empanada y vino tinto.
A fin de cuentas, se trata de sobrevivir. Y lo que puedan hacer ahora podría significar el rearme como alternativa política, o la condena a deambular por los oscuros pasillos del poder como una presencia radical tan inmortal como pequeña.
Los críticos dirán que esta decisión es una traición, un salto al vacío comunista. Pero la verdad es más política: es una jugada sensata de un partido que aprendió a golpes que el camino propio lleva al extravío. No es una capitulación ideológica, es lo que queda cuando ya no se lidera, pero aún se quiere influir.
Porque lo que está en juego no es la pureza doctrinaria. Lo que se juega es seguir en escena como secundario y no como extra. De momento, la DC solo quiere que el telón no se baje. Esto no se trata de un giro ideológico. La DC no se mueve hacia la izquierda: se arrastra simbólicamente hacia la supervivencia. En términos físicos, podrá seguir existiendo, esperando no convertirse en el Partido Radical de Chile.
La DC es un partido conservador curioso. No solo por su defensa del orden o su resistencia a las reformas estructurales, sino porque —como toda fuerza conservadora— cree más en el equilibrio del sistema que en la transformación. Es la CDU alemana con sotana. Son los Tories en versión parroquial. Claro, sin la maquinaria ni el capital electoral de esos primos ricos. Porque en Chile, ese lugar del conservadurismo exitoso lo ocupa la UDI.
Por eso, este apoyo a Jeannette Jara no es tan contradictorio como parece. Es apenas una consecuencia lógica de su larga deriva. Ya lo hizo una vez. Pactó con el PS cuando todos decían que era imposible y lo hace ahora con el PC, porque no le queda de otra. Y Konrad Adenauer se revuelca en su tumba. Porque el centro no existe sin bordes y la DC ya no marca frontera ni a la derecha ni a la izquierda.
Lo curioso y a la vez político, es que esta decisión, impensada hace 20 años, hoy parece sensata. No porque Jara sea la candidata ideal, sino porque el camino propio es un sendero de ruinas. Las candidaturas presidenciales anteriores de la DC fueron fatamorganas en el mar. Y a diferencia de otros partidos testimoniales, en este caso la sensatez no es claudicación, es parte del repertorio táctico de un viejo partido de poder.
A estas alturas, la DC sabe que no va a liderar nada, pero aún puede influir. Puede tallar en la cocina del poder, aunque sea en la alacena. Puede ser ese actor secundario que roba la película, o al menos que no la arruina. Y si juega bien sus cartas —parafraseando a Trump— podría recuperar algo del viejo voto de centroizquierda que aún cree en el orden sin autoritarismo.
La DC ya no es la protagonista. No tiene el guion, ni la cámara, ni el aplauso, ni la producción, mucho menos la dirección. Pero puede ser esa actriz secundaria que, desde el borde de la escena, logra momentos épicos para que el relato se sostenga.
¿Cómo se llama la película entonces?
Supervivencia al desnudo.