INE: el valor de la autonomía de las instituciones estadísticas oficiales
01.08.2025
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01.08.2025
El autor de esta columna sostiene que es necesario agilizar el trámite del proyecto que da plena autonomía al Instituto Nacional de Estadísticas (INE). «Las instituciones estadísticas autónomas son termómetros confiables: nos dicen cuál es la temperatura real de nuestros desafíos sociales y económicos. Valoremos esa autonomía y protejámosla. En última instancia, es un acto de fe en la democracia misma: creer que enfrentando la verdad, por incómoda que sea, se pueden construir sociedades más prósperas, más justas y más libres», concluye.
Imagen de portada: Sebastián Beltrán / Agencia Uno
Jorge Luis Borges imaginó alguna vez un mapa del Imperio tan detallado que coincidía puntualmente con la realidad. Las estadísticas oficiales aspiran a ser ese mapa minucioso de la vida de una nación. El valor de la autonomía de las instituciones encargadas de recopilar las estadísticas oficiales radica, precisamente, en que garantizan que el retrato numérico del país sea veraz, confiable e íntegro a lo largo del tiempo.
Tribunales de justicia independientes, bancos centrales autónomos, oficinas de fiscalización y entes estadísticos técnicos son algunos de los pilares que sostienen el orden democrático más allá de quien ostente el poder en un momento dado. En particular, cuando las instituciones a cargo de las estadísticas actúan con autonomía y rigor, los datos resultantes se convierten en un bien público de gran valor: orientan el debate público con la verdad, permiten diagnosticar problemas reales y evaluar la eficacia de las políticas sin caer en autoengaños y generando aprendizajes que sirven para generaciones futuras.
Existen en el mundo diferentes arreglos institucionales que aseguran la calidad e independencia de los datos. El INEGI de México o la oficina de estadísticas de Canadá, que se establecieron como entes autónomos, son considerados referentes tanto dentro como fuera de sus países. Una variante que asegura también datos de calidad es la Autoridad de Estadísticas del Reino Unido (UK Statistics Authority) que se encarga de supervisar la labor de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) con total independencia del gobierno.
En el otro extremo existen ejemplos de falta de independencia que son preocupantes.
En Turquía, por citar un caso reciente, el presidente Erdogan llegó al extremo de remover de su cargo al director de la agencia estatal de estadística poco después de que se publicara una tasa de inflación anual superior al 36% —máximo en dos décadas— que evidenciaba la gravedad de la crisis económica.
Chile ofrece un ejemplo aleccionador sobre la importancia de contar con instancias técnicas autónomas, incluso cuando éstas dependen formalmente del gobierno de turno. El año pasado el gobierno chileno convocó a una Comisión Asesora de expertos para revisar la metodología oficial de medición de la pobreza, tras evidenciarse inconsistencias y rezagos en los indicadores. A pesar de ser una instancia creada por decreto gubernamental, la comisión operó con total independencia, integrada por académicos, economistas y representantes de la sociedad civil de diverso perfil político. El objetivo era claro: actualizar y depurar la forma en que se mide la pobreza en el país, asegurando que reflejara fielmente las carencias reales de la población, y no una versión atenuada por metodologías obsoletas.
El resultado de este ejercicio de autonomía técnica fue revelador. Al aplicar la nueva metodología en forma retrospectiva, se descubrió que la tasa de pobreza en Chile habría sido sustancialmente mayor de lo que indicaban las cifras oficiales previas.
Lejos de suponer un descrédito para el país, esta corrección fortalece la credibilidad de las políticas sociales. La valentía técnica de reconocer un problema más grande de lo asumido es un triunfo de la honestidad sobre la conveniencia. Este resultado no debería depender del gobierno de turno; por el contrario, debería ser un trabajo continuo de una entidad independiente que nos ayude a mirarnos en forma apropiada y con rigurosidad técnica: las cifras honestas son la base para solucionar problemas reales.
Cimentar instituciones más independientes no es sencillo ni rápido. Implica reformas legales a veces profundas, cambios culturales en la clase política y también educar a la ciudadanía sobre la importancia de exigir información fiable. Implica destinar recursos a la capacitación de profesionales públicos, blindar a los buenos técnicos en sus cargos y generar mecanismos de rendición de cuentas que premien la integridad. Una democracia con instituciones robustas es más resistente a los embates del autoritarismo y del populismo, porque la verdad factual actúa como contrafuerte frente al discurso vacío.
La idea de otorgar autonomía al Instituto Nacional de Estadísticas (INE) en Chile ha estado en discusión desde el año 2011. Para 2023, el proyecto había registrado avances significativos en el Congreso. En este contexto, cabe esperar que la iniciativa culmine en la creación de un INE verdaderamente autónomo, dotado de las atribuciones necesarias para fortalecer la democracia en el país. Por ello, resulta oportuno y necesario acelerar su tramitación y concreción.
Así como aquel imaginario mapa borgeano terminó por desintegrarse cuando se descuidó su propósito, una república que descuida la autonomía de sus instituciones puede extraviar el rumbo de la realidad. Las instituciones estadísticas autónomas son termómetros confiables: nos dicen cuál es la temperatura real de nuestros desafíos sociales y económicos. Valoremos esa autonomía y protejámosla. En última instancia, es un acto de fe en la democracia misma: creer que enfrentando la verdad, por incómoda que sea, se pueden construir sociedades más prósperas, más justas y más libres.