¿Cómo vivimos hoy la masculinidad y la intimidad en Chile? Cinco perfiles que revelan nuestras tensiones y transformaciones
31.07.2025
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31.07.2025
¿Qué significa ser hombre hoy en Chile?, ¿Estamos avanzando hacia una sociedad más igualitaria entre hombres y mujeres o seguimos aferrados a normas tradicionales? ¿Y cómo afecta esto a nuestra intimidad? Estas preguntas están en el corazón de nuestras relaciones cotidianas, nuestras formas de interactuar, amar y cuidar. Hace una semana se dieron a conocer los resultados de la tercera entrega de la Encuesta ICSO-UDP 2025, que incluye un capítulo especial sobre actitudes frente a la masculinidad y la intimidad, así como su vínculo con las preferencias electorales y características sociodemográficas de personas adultas en Chile. A partir de un análisis estadístico multivariado, las autoras y los autores de esta columna identificaron cinco perfiles predominantes entre quienes respondieron la encuesta. Estos permiten comprender mejor cómo distintos sectores de la sociedad chilena viven, interpretan y proyectan lo masculino y lo íntimo en la actualidad. La mayoría de los grupos presenta una preferencia electoral definida, lo que sugiere que las ideas sobre género e intimidad no solo reflejan experiencias personales, sino también visiones políticas más amplias sobre el orden social que cada grupo desea defender o transformar.
Imagen de portada: Jesús Martínez / Agencia Uno
La tercera entrega de la serie “Clima Social” de la encuesta ICSO-UDP 2025 indagó esta vez en cómo las personas adultas en Chile entienden y viven la masculinidad y la intimidad. Lejos de ser nociones abstractas, estos temas se entrelazan con nuestras emociones, vínculos afectivos y concepciones sobre los roles de género en la vida cotidiana. En esta columna nos preguntamos si, más allá de su aparente reducción a la esfera privada e individual, no estamos ante una dimensión crucial de la polarización política actual, que debiera ocupar un lugar más visible en el debate presidencial que se avecina.
La sociedad chilena ha experimentado importantes cambios sociales y culturales que ponen en tensión las formas tradicionales en que nos relacionamos. Uno de los cambios más importantes se ha dado sin duda en el campo de las relaciones de género. Además de un aumento en la incorporación de la mujer en el trabajo remunerado, gracias el movimiento feminista a nivel mundial y nacional se pusieron en la agenda política temas tan sensibles como la distribución del tiempo de cuidado, los derechos reproductivos y sexuales y la protección de las mujeres respecto del abuso y la violencia. En los últimos años se ha generado un nuevo marco legal respecto de temas como la corresponsabilidad de los padres en el cuidado de sus hijos, normas sobre abuso y acoso sexual, y normas sobre salud sexual y reproductiva. Además, a nivel social también se observan nuevas normas sociales respecto de cómo nos saludamos, el tipo de lenguaje que usamos, lo adecuado o inadecuado de ciertas prácticas o el modo en que interactuamos entre hombres y mujeres. ¿Cómo alteran estas nuevas codificaciones el modo en que nos relacionamos? ¿Cómo son percibidas estas nuevas pautas sociales? ¿Las personas las viven como restricciones o las aceptan y valoran?
En un país donde la palabra “machistas” es lo primero que se le viene a la mente a muchas personas cuando se les pregunta por cómo son los hombres chilenos hoy en día, las percepciones sobre masculinidad e intimidad revelan un complejo entramado de tensiones, miedos y aspiraciones. Según los datos de la encuesta, más de la mitad de los hombres cree que “ser hombre hoy es más difícil que en el pasado” y un 68% dice tener miedo a ser malinterpretado al relacionarse con mujeres. Al mismo tiempo, la gran mayoría de las personas encuestadas —hombres y mujeres— considera positivo que los hombres expresen sus emociones, participen activamente en la crianza o incluso se cuiden físicamente, usando cremas o maquillándose. El 89% cree que es importante que los hombres puedan mostrar lo que sienten, mientras que el 80% rechaza la idea de que ir a terapia es señal de debilidad. La masculinidad, parece, está en plena reconfiguración.
Pero estos cambios no siguen una única dirección. Mientras el 67% prefiere una sociedad donde hombres y mujeres compartan por igual las responsabilidades sin restricciones de género, siguen vigentes ciertos códigos tradicionales: un 62% considera aún adecuado que un hombre le abra la puerta a una mujer y un 31% todavía cree que es adecuado que sea el hombre quien proponga formalizar una relación. Por otro lado, en el terreno de la intimidad, el consentimiento se instala como un valor emergente pero aún en disputa: aunque el 82% considera que enviar una foto íntima sin consentimiento es una forma de acoso y un 57% rechaza las relaciones íntimas entre jefaturas y subordinados, un 36% cree que, en el marco de una relación sexual, si no hay rechazo explícito puede asumirse consentimiento. A su vez, sólo un 18% todavía considera que en una relación estable no es necesario pedir consentimiento para tener una relación sexual. Estas ambivalencias muestran que los cambios en torno a la masculinidad no avanzan de manera uniforme: conviven avances, resistencias y zonas grises que reflejan una sociedad en transición.
Con el objetivo de ir más allá de los porcentajes , nos propusimos explorar cómo se entrelazan las emociones, experiencias y percepciones en torno a la masculinidad y la intimidad con las actitudes políticas de las personas adultas en Chile. Para ello, aplicamos un análisis estadístico multivariado, combinando técnicas de Análisis de Correspondencias Múltiples (ACM) y Análisis de Conglomerados (clústeres), lo que nos permitió identificar patrones de respuesta y agrupar a quienes comparten miradas similares. En este contexto, un “clúster” representa un conjunto de personas que, más allá de sus diferencias individuales, coinciden varias de sus formas de pensar, sentir y posicionarse frente a lo masculino, lo íntimo y lo político. El análisis permitió identificar cinco perfiles predominantes de personas adultas en torno a las masculinidades y la intimidad. A continuación, se presenta una tabla que resume sus principales características.
Ver los perfiles completos en el siguiente link.
El grupo de las Progresistas Igualitaristas (16,3%) está compuesto principalmente por mujeres jóvenes (entre 18 y 29 años), con estudios universitarios, pertenecientes a sectores de ingreso medio-alto y con una clara orientación política de izquierda (mayoritariamente afines a la candidatura de Jara). Muchas de ellas han vivido experiencias de acoso sexual y/o laboral, lo que parece fortalecer su compromiso con una visión profundamente igualitaria. Este grupo apoya firmemente la equidad económica entre hombres y mujeres, considera que no existen diferencias por género en términos de quién puede realizar mejor las tareas del hogar y el cuidado, también apoya las políticas institucionales de género —incluyendo el postnatal masculino— y el uso del lenguaje inclusivo o neutro. Respalda de manera decidida un amplio abanico de derechos sexuales y reproductivos: adopción homoparental, aborto hasta las 14 semanas, eutanasia, acceso libre a métodos anticonceptivos como la PDD (sin receta), vasectomía voluntaria y condones, junto con el derecho al cambio de género desde los 14 años. Rechazan la idea de que “ser hombre hoy es más difícil”, así como los mandatos de autosuficiencia y fortaleza obligada. En cambio, valoran que los hombres puedan expresar sus emociones sin temor ni juicio. En el plano de la sexualidad, son claras: el consentimiento debe ser explícito, y no puede ser sustituido por el silencio, la jerarquía o el consumo de alcohol. También cuestionan las normas tradicionales de caballerosidad y apuestan por una sociedad libre de restricciones impuestas por el género.
El grupo de las Igualitaristas Moderadas (23,7%) está conformado principalmente por mujeres de distintas edades y con una diversidad socioeconómica significativa. No presentan una identificación política clara o dominante, ya que sus preferencias electorales son transversales. Aun así, mantienen posturas claramente igualitarias en muchos aspectos de la vida social: apoyan la equidad económica entre hombres y mujeres, respaldan un conjunto amplio de derechos sexuales y reproductivos —como la adopción homoparental, el aborto hasta las 14 semanas, la eutanasia, el acceso libre a anticonceptivos y el cambio de género desde los 14 años—, y adhieren a normativas de género como el postnatal para hombres y el uso del lenguaje inclusivo. En el plano emocional, valoran que los hombres puedan expresar lo que sienten y rechazan la violencia, la idea de que “los hombres deben ser siempre fuertes” o que deban resolver todo por sí solos. Sin embargo, a diferencia del grupo anterior, muchas de estas personas sí perciben que hoy es más difícil ser hombre que en el pasado y que hay un exceso de reglas o temor a malentendidos en la relación entre los géneros. Defienden el consentimiento explícito como base de las relaciones íntimas, dejando claro que ni el alcohol, ni la jerarquía, ni el silencio pueden sustituirlo. En cuanto a las normas tradicionales de género, como la caballerosidad, no tienen una postura tajante: no las rechazan ni las defienden con fuerza. Tampoco reportan experiencias significativas de acoso en sus trayectorias personales.
El grupo de los Neutrales Ambivalentes (23%) está compuesto principalmente por hombres de distintas edades, en su mayoría pertenecientes a sectores socioeconómicos medio-bajos, y sin una preferencia política claramente definida. En sus actitudes, este grupo se mueve en una zona media entre posturas igualitarias y visiones tradicionales. No toma una posición clara sobre la contribución económica entre hombres y mujeres, y en temas de derechos sexuales y reproductivos combina apoyos y rechazos: se opone a la adopción homoparental y al aborto libre, pero respalda el aborto en tres causales, la eutanasia y el acceso a anticonceptivos como la pastilla del día después. Aunque no se pronuncian con claridad sobre si ser hombre hoy es más difícil, sí tienden a respaldar la autosuficiencia y la fortaleza como rasgos esperables en los hombres. No manifiestan una opinión clara sobre los avances en derechos de las mujeres ni apoyan normativas de género o el uso del lenguaje inclusivo. En el ámbito del consentimiento, muestran una visión permisiva: no ven problema en relaciones íntimas entre jefaturas y subordinados o en situaciones donde no se expresa un “no” explícito. En el hogar, sin embargo, consideran que no existen diferencias por género en la capacidad para realizar las tareas de cuidado. Mantienen una postura neutral frente a gestos tradicionales como la caballerosidad y no reportan experiencias significativas de acoso.
El grupo de los Conservadores Mixtos (20,5%) reúne tanto a hombres como mujeres, con una presencia importante de personas mayores de 50 años y una diversidad en términos socioeconómicos. Este grupo combina una aceptación de la contribución económica igualitaria entre hombres y mujeres con posturas más tradicionales en temas de género y sexualidad. Se oponen, por ejemplo, a la adopción homoparental, al aborto libre hasta las 14 semanas y al cambio de género desde los 14 años. Muchas de estas personas perciben que ser hombre hoy es más difícil que antes, debido a lo que consideran un exceso de normas o miedo a malentendidos en las relaciones entre géneros. También ven los avances en derechos de las mujeres como algo que puede perjudicar a los hombres, y tienden a rechazar tanto las políticas de género como el uso del lenguaje inclusivo. En el ámbito del consentimiento, muestran una visión más ambigua: consideran que si no hay un rechazo explícito para tener una relación sexual, puede interpretarse como consentimiento. En la vida doméstica, asignan un mayor rol de cuidado a las mujeres. No se posicionan claramente sobre gestos de caballerosidad ni sobre qué modelo de sociedad prefieren. En lo político, se identifican mayoritariamente con candidaturas de derecha, especialmente Kast y Matthei. Tampoco reportan experiencias relevantes de acoso.
Finalmente, el grupo de los Tradicionalistas Firmes (16,5%) está compuesto mayoritariamente por hombres de sectores socioeconómicos bajo y medio, con una orientación política claramente ubicada en la extrema derecha, especialmente afines a candidaturas como las de Kast y Kaiser. Este grupo defiende una visión muy tradicional del rol masculino en la sociedad: valoran que los hombres sean proveedores y líderes del hogar, y prefieren un orden familiar jerárquico donde el hombre tenga autoridad. Rechazan ampliamente los derechos sexuales y reproductivos de corte progresista, como la adopción homoparental, el aborto libre, la eutanasia o el acceso sin receta a anticonceptivos. También muestran altos niveles de permisividad en temas de consentimiento: consideran aceptables relaciones íntimas entre jefaturas y subordinados o dentro de la pareja sin que exista una solicitud explícita; incluso el silencio puede interpretarse como consentimiento. En lo doméstico, asignan el rol de cuidado a las mujeres y validan gestos tradicionales de caballerosidad como abrir la puerta, pagar la cuenta en una cita, tomar la iniciativa en formalizar relaciones y piropear a mujeres. Desde su mirada, los avances en derechos de las mujeres no han sido beneficiosos, sino más bien perjudiciales para los hombres. Rechazan las políticas de igualdad de género y el uso del lenguaje inclusivo o neutro. No reportan experiencias de acoso, y su visión del mundo se enmarca en un esquema donde el rol masculino debe mantenerse firme, fuerte y al centro del orden social.
Los cinco perfiles identificados a partir de la encuesta revelan que, aunque existen diferencias marcadas entre los grupos —especialmente en temas como derechos sexuales y reproductivos, lenguaje inclusivo, consentimiento y percepción del cambio social— también hay ciertos puntos en común. Por ejemplo, la mayoría valora que los hombres puedan expresar sus emociones, y existe un consenso importante en torno a la importancia del consentimiento explícito, aunque con matices relevantes. Mientras algunos grupos rechazan abiertamente los avances en equidad de género, otros los abrazan con convicción, y algunos se sitúan en un espacio más ambiguo, entre la aceptación parcial y la resistencia silenciosa. Esta diversidad de miradas muestra que no hay una sola manera de ser hombre (ni de pensar lo masculino) en Chile, sino múltiples formas que conviven —y a veces tensionan— en el mismo escenario social.
La masculinidad y la intimidad, tal como emergen en nuestros análisis, no son dimensiones individuales desconectadas del resto de la vida social: están profundamente entrelazadas con nuestras emociones, con nuestras experiencias vitales y también con los imaginarios de lo que debe ser el amor, el cuidado o el poder. Lo interesante es que incluso en aquellos sectores más críticos a los avances en materia de género, aparecen fisuras, tensiones y ciertas dudas. Los discursos que exaltan la fuerza, el silencio o el rol de proveedor no siempre logran apagar la necesidad de afecto, validación o conexión emocional que muchas personas, especialmente los hombres, están empezando a reconocer. En otras palabras, la masculinidad también es un campo donde se está librando una batalla emocional y cultural.
Al igual que ocurre con otras experiencias íntimas, estas emociones —a veces explícitas, otras apenas confesadas— están comenzando a reorganizar nuestras preferencias políticas. Así, las ideas sobre género ya no se expresan solo en marchas o campañas, sino también en cómo se vota, a quién se apoya, o qué futuro se desea. En este contexto, las masculinidades se han vuelto un campo de disputa social que tendrá un impacto cada vez más profundo en los debates sobre derechos, políticas públicas y modelos de convivencia.
En un año marcado por la elección presidencial, esta dimensión no puede quedar fuera del debate público. La encuesta muestra que las actitudes frente a las masculinidades no sólo dividen opiniones, sino que también reflejan proyectos de país en tensión. ¿Queremos una sociedad más igualitaria, donde el consentimiento, el cuidado y la expresión emocional no sean motivo de vergüenza, sino parte del pacto social? ¿O preferimos aferrarnos a roles tradicionales que, al parecer, ya no dan respuesta a las nuevas realidades sociales? Lo masculino también es político. Y reconocerlo puede ser un primer paso para pensar un país más justo para todas las personas.
Esta columna se basa en los resultados de la tercera entrega de la serie “Clima Social” de la encuesta ICSO-UDP 2025, que en esta ocasión exploró sobre los temas de masculinidad e intimidad. El estudio se realizó mediante una encuesta online a 1.100 casos, con un diseño muestral no probabilístico por cuotas. El trabajo de campo fue llevado a cabo por la empresa IPSOS entre el 11 y el 16 de julio de 2025. El universo representado corresponde a personas mayores de 18 años, pertenecientes a los segmentos socioeconómicos ABC1, C2, C3 y D/E, con cobertura nacional. Los resultados fueron ponderados considerando el peso poblacional por zona geográfica, sexo, edad y GSE, según datos del INE, y utilizando información de AIM para la clasificación socioeconómica.