Elecciones primarias y participación electoral: radiografía de un fracaso relativo
06.07.2025
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06.07.2025
El autor de esta columna analiza la participación en las primarias del domingo pasado, y las compara con anteriores profesos similares, y concluye que hubo un “fracaso relativo” para el oficialismo. Y sostiene que “el panorama en las encuestas de opinión pública muestra un escenario incierto: el crecimiento de Jeannette Jara y José Antonio Kast, la caída de Evelyn Matthei y la derrota de Carolina Tohá en con escasa posibilidad de diálogo.
Imagen de portada: Alejandro Leiva / Agencia Uno
El 29 de junio fueron las elecciones primarias de la centroizquierda. Para sorpresa de algunos, Jeannette Jara se impuso con el 60% de las preferencias. Su más cercana perseguidora, Carolina Tohá, logró un modesto 28%. Mucho más atrás, Gonzalo Winter y Jaime Mulet obtuvieron un 9 y 2,7% respectivamente. El resultado no fue un desenlace sorpresivo debido a que las últimas encuestas anticiparon el ascenso de la candidata del Partido Comunista. Sin embargo, lo sorprendente de la elección fue la enorme distancia entre la ganadora versus la representante del socialismo democrático. Tampoco deja de llamar la atención el pobre desempeño del candidato del Frente Amplio, considerando que es el partido del presidente Boric.
A estas alturas son varios los análisis centrados en el desempeño de cada una de las candidaturas y las estrategias que deberá tomar la coalición de cara a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. No obstante, un factor poco problematizado ha sido la convocatoria de las primarias, tópico central de la presenta columna.
Hay que tomar en cuenta que estas elecciones se realizaron de forma oficial. ¿Qué significa esto? Básicamente se habilitó la organización de un periodo de campaña, incluyendo la franja electoral televisada, además de la impresión de papeletas, habilitación de locales de votación, convocatoria para vocales de mesa y conteo y registro de votos por parte de SERVEL. Como parte de la campaña distintos medios y organizaciones celebraron debates transmitidos en televisión, radio y medios digitales.
A priori, se esperaría una alta participación, especialmente si consideramos que el respaldo al gobierno se encuentra en valores cercanos al 30%. En simultáneo, los partidos de la coalición oficialista, pese a la moderación en sus proyecciones, esperaban superar los niveles de participación en comparación a la primaria de hace exactos cuatro años, instancia en la que compitieron Gabriel Boric y Daniel Jadue. Otras voces fueron más allá, planteando un escenario optimista de dos millones de votantes.
A pesar de los recursos desplegados por los partidos en competencia, la participación estuvo por debajo de las proyecciones, alcanzando un total de 1,4 millones de personas o el 9,16% del padrón electoral. Algunos analistas hablan de fracaso, mientras que los voceros de los partidos han sostenido que no es una participación menor en comparación a otras elecciones primarias. Ante esta diferencia de opiniones es importante revisar la evidencia.
En términos comparativos, es un hecho innegable que la participación electoral fue significativamente más baja si se compara con 2021. La elección del entonces bloque opositor al gobierno de Sebastián Piñera movilizó a un total de 1,75 millones de votantes en un contexto marcado por la pandemia ocasionada por el COVID-19 y el delicado escenario sanitario. Si nos vamos más atrás en el tiempo y nos detenemos en el año 2017, la primaria celebrada entre Beatriz Sánchez y Alberto Mayol movilizó a 327 mil votantes, aunque hay que aportar un matiz: la coalición en ese entonces estaba viviendo su momento fundacional.
Si comparamos la participación con otros bloques, la ex Concertación no organizó primarias oficiales en los años 2017 y 2021. Si nos vamos hacia la derecha, el sector no logró organizarse para este año. Hace cuatro años la primaria que confrontó a Sebastián Sichel, Joaquín Lavín, Ignacio Briones y Mario Desbordes convocó a 1,3 millones de personas. En el caso de la primaria de 2017 en la que compitieron Sebastián Piñera, Felipe Kast y Manuel José Ossandón, contó con 1,4 millones de votos.
La pregunta natural que surge es ¿cómo podemos interpretar estos datos? En primer lugar, lo ocurrido en la izquierda el 2021 fue un momento excepcional en el que se dieron condiciones históricas que probablemente sean irrepetibles para la generación que hoy está en el gobierno: (i) una administración de derecha con baja popularidad en las encuestas; (ii) una baja evaluación ciudadana en torno a la gestión de la pandemia y (iii) la capitalización electoral del estallido social en las elecciones de constituyentes, municipales y de gobernadores regionales. En consecuencia, las condiciones de ese entonces más una expectativa de cambios profundos por parte de la ciudadanía y dos candidaturas que proponían proyectos distintos movilizaron a un electorado ávido de cambios sustantivos.
En segundo lugar, hoy el escenario es totalmente distinto. El Frente Amplio ha tenido que adecuarse a la realidad y asumir que las reformas son un camino difícil de transitar si es que no existe moderación, especialmente al no contar con mayorías legislativas que aseguren un piso mínimo de gobernabilidad. Además, las preferencias ciudadanas están inclinadas en materias como seguridad y economía, temáticas que históricamente no son las más cómodas para la izquierda. El no cumplimiento de las expectativas, partiendo por el fracaso del proceso constituyente, los errores no forzados de la administración Boric, junto a casos de corrupción y el fracaso de proyectos estrella como la reforma tributaria, posiblemente hicieron que miles de votantes -antes ilusionados- dieran un vuelco en sus prioridades, por lo que no se sintieron llamados a votar.
En base a estos planteamientos, se puede señalar que la participación fue baja, pero en comparación al momentum de 2021 la comparación podría resultar un tanto injusta. Si retrocedemos en el tiempo, la participación fue mucho mayor que el 2017 y no muy distinta a las elecciones de Chile Vamos en 2017 y 2021. No obstante, el concepto de fracaso toma fuerza si se considera que en esta oportunidad participaron más partidos con la incorporación del Socialismo Democrático, bloque que no contribuyó en demasía a la movilización del electorado.
Tomando todos elementos expuestos, se puede concluir que la primaria oficialista fue un fracaso, pero no podemos definirla como un fracaso absoluto, sino más bien como un fracaso relativo. La participación no fue diferente a otras primarias, siempre y cuando se asuma como premisa que lo acontecido en 2021 fue un momento excluyente que difícilmente se repita. El fracaso relativo no asegura un triunfo de la derecha en las próximas elecciones presidenciales. El panorama en las encuestas de opinión pública muestra un escenario incierto: el crecimiento de Jeannette Jara y José Antonio Kast, la caída de Evelyn Matthei y la derrota de Carolina Tohá en las primarias evidencian un centro en proceso de vaciamiento, anticipando una elección presidencial polarizada, con resultados aún abiertos y con un desenlace que puede terminar con un resultado muy estrecho entre posiciones extremas con escasa posibilidad de diálogo.