¿Y después de Ucrania?: Transnistria, la república prorrusa clave para el expansionismo de Putin
25.06.2025
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25.06.2025
Mientras el mundo que tiene los ojos puestos en el conflicto en Medio Oriente, el autor de esta columna hace una pausa para mirar a otro conflicto aún vivo, que es el de Rusia y Ucrania. Sostiene que para llegar al puerto de Odesa Putin mira otros territorios estratégicos para concretar su expansionismo. Dice que «Odesa es un punto crucial para el comercio ucraniano en exportaciones e importaciones, con un tráfico anual de 40 millones de toneladas, además de estar conectado directamente a la red ferroviaria para el transporte de carga. Es sencillamente la última barrera que puede abrir las puertas hacia Transnistria-Moldavia y los Balcanes para el régimen de Putin y sus afanes expansionistas».
Para muchos analistas, jefes de estado de la región, así como para el mismo presidente Zelensky, tal como señaló en una reciente cumbre de países de los Balcanes, el próximo paso del Kremlin es tomar el histórico puerto ucraniano de Odesa, a orillas del Mar Negro, para luego avanzar hacia Moldavia y Rumania. ¿Cuál sería el territorio estratégico para dar ese avance? Transnistria, la república separatista prorrusa en Moldavia.
Pero contextualicemos. Tras la desintegración de la Unión Soviética, y ante el temor de una posible unificación de Moldavia y Rumania, Transnistria declaró su independencia de la entonces República soviética de Moldavia en 1990, lo que originó una guerra entre las partes, la cual finalizó en 1992, con la creación de un estado independiente de facto, con régimen presidencialista, donde la ayuda rusa fue fundamental. Desde entonces, Rusia mantiene presencia militar en Transnistria, oficialmente llamada República Moldava de Pridnestroviana, que se ubica entre la frontera oriental de Moldavia con Ucrania y el rio Dniéster, en forma de una delgada franja, de más de 4.100 kilómetros cuadrados.
Con poco más de medio millón de habitantes, la mayoría de origen moldavo y ruso, Transnistria tiene su capital en Tiraspol, cuenta con moneda, policía, Congreso, fuerzas armadas, bandera, himno e instituciones estatales propias. Sin embargo, no tiene reconocimiento de la comunidad internacional, por lo que oficialmente aún forma parte de Moldavia. De hecho, el Consejo de Europa la considera como territorio moldavo ocupado por Rusia. Y aunque tampoco Rusia le ha dado reconocimiento oficial, como ningún país miembro de la ONU -salvo Abjasia y Osetia del Sur, también repúblicas separatistas prorrusas ubicadas en Georgia- el Kremlin sí ejerce una vasta influencia económica, militar, política y cultural en Transnistria.
No solo el apoyo ruso fue clave en el logro de su independencia de facto, sino que los fondos rusos han servido para cubrir déficits presupuestarios, pagar pensiones, así como comprar gas natural a Moscú a menor precio. Asimismo, la mayoría de los habitantes de Transnistria hablan ruso como lengua materna, y casi la mitad posee la ciudadanía rusa -además de la moldava-, ya que pueden acceder al pasaporte ruso al ser hijos o nietos de migrantes de ese país.
El contingente militar ruso en Transnistria supera actualmente los 1.500 soldados, helicópteros Mi-8, Mi-24 y tanques T-64, y de forma oficial basa su permanencia en la zona por dos propósitos: el mantenimiento de la paz y la protección de depósitos de armas soviéticas. No obstante, la defensa de la población rusoparlante, tal como esgrimieron para invadir el Donbás ucraniano, es otra de las razones propagandísticas detrás, en un marco general que busca mantener la influencia rusa en la zona y frenar la expansión de Occidente hacia el cada vez más escaso espacio postsoviético libre de la injerencia de la OTAN y de la Unión Europea. Por si fuera necesario señalarlo, Moldavia -donde se ubica Transnistria- no es parte de la UE, ni de la OTAN.
Es tal la importancia geopolítica de Transnistria para Rusia, que este 12 de junio, según Defense Express, se realizaron maniobras militares rusas cerca de Tiraspol, ejercicios que replicaron la ofensiva rusa de 1944, que culminó con la entrada de tropas soviéticas en Bucarest, la capital rumana. Es más, según informes, la intención rusa es aumentar de 1.500 a 10.000 sus tropas en Transnistria. Lo que claramente se lee como una demostración de fuerza hacia Moldavia, Rumania y una señal amplia para el espacio postsoviético en la región de los Balcanes.
En cuanto a la región circundante a Moldavia, la preocupación rusa ya ha “soportado” la adhesión de las otroras soviéticas Bulgaria y Rumania a la OTAN, el 2004, y también la asociación de ambos a la UE en 2007, al tiempo que la guerra ruso-ucraniana ha acelerado la integración de Moldavia al bloque europeo, ya que Chisináu es candidato oficial desde 2022, y la Comisión Europea recomendó su acceso, pese a no cumplir los requisitos en materia de reformas democráticas, anticorrupción, y más importante aún, en no tener conflictos territoriales. Todo ello ha acercado a Moldavia a Occidente, teniendo -además- al bloque como su mayor socio comercial.
Esta serie de sucesos han provocado que Rusia establezca en los últimos años declaradas “guerras híbridas” contra sistemas democráticos occidentales, especialmente en aquellos estados que pertenecieron a la órbita soviética, como Moldavia, Rumania y Georgia en el Cáucaso, pero también en países que considera en su área de influencia, como Serbia, Bosnia, Bulgaria, Albania, Montenegro, Macedonia del Norte, Croacia y Grecia. En una combinación de propaganda, desinformación, ciberataques, apoyo a partidos políticos de nacionalistas de ultraderecha e interferencia electoral, Putin ha ejercido fuertemente esta estrategia desestabilizadora en las pasadas elecciones en Moldavia y Rumania, donde si bien se impusieron presidentes europeístas, tuvieron una encarnizada lucha contra los candidatos prorrusos.
Y es que precisamente el análisis de estas guerras híbridas fue la razón principal de la convocatoria a la reciente Cumbre de países de los Balcanes, propiciada por el presidente Zelensky en la ciudad-puerto de Odesa, y a la que se dieron cita los mandatarios de Rumania, Moldavia, Serbia, Albania, Grecia, Montenegro, Croacia y Eslovenia. Así lo remarcaron en la cita los jefes de estado de Moldavia, Maia Sandu, y de Rumania, Nicusor Dan, quienes rechazaron la injerencia rusa en sus recientes elecciones. Al tiempo que Zelensky afirmaba que el plan ruso “es conquistar Odesa y continuar con su ejército hacia Moldavia y Rumania”.
140 kilómetros separan a Odesa de la capital de Transnistria, una cercanía geográfica decidora para la relevancia estratégica del último y principal puerto ucraniano de cara al Mar Negro, tras la pérdida de Sebastopol con la anexión de Crimea. De hecho, la noche previa a la cumbre, Odesa fue atacada por misiles y drones rusos, dejando varios heridos en zonas residenciales, y solo días antes otro ataque destruyó un hospital de maternidad e impactó el zoológico de la ciudad, cobrando la vida de dos civiles.
Odesa es un punto crucial para el comercio ucraniano en exportaciones e importaciones, con un tráfico anual de 40 millones de toneladas, además de estar conectado directamente a la red ferroviaria para el transporte de carga. Es sencillamente la última barrera que puede abrir las puertas hacia Transnistria-Moldavia y los Balcanes para el régimen de Putin y sus afanes expansionistas.