Es la hora de la paz: la paz según Trump
24.06.2025
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24.06.2025
¿Quién gana con las hostilidades entre Israel e Irán, y la intervención de Donald Trump? Es lo que se pregunta el autor de esta columna escrita para CIPER. Concluye que «Netanyahu es el vencedor momentáneo. El mundo se olvidó por ahora de Gaza y se cumplió su sueño de acabar con el programa nuclear iraní. Trump, por su parte, no tiene claro cómo proceder de ahora en más, espera a ver la reacción iraní y advierte sobre las consecuencias de una escalada. Mientras tanto, los países de la región han condenado los ataques: Irán no está solo», pero que hay un ganador en las sombras: Turquía.
Imagen de portada: The White House Gallery
Donald Trump se metió de lleno en lo que él prometió que no haría: una guerra más de EE. UU. en Medio Oriente. Durante la campaña presidencial en 2024 prometió que su presidencia sería pacífica; es claro que quiere el Nobel de la Paz. Pero después de semanas de negociación con Irán, cinco rondas entre Omán y Roma, el presidente Trump se dejó arrastrar por Benjamín Netanyahu a la guerra con Irán. «Bibi» lleva unos 20 años buscando la guerra con Irán: cuando EE. UU. invadió Irak en 2003, con el pretexto de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein, Netanyahu promovía que Irán debía ser el siguiente objetivo.
Netanyahu ha sostenido por años que Irán está a punto de conseguir un arma nuclear, contra todas las evidencias recolectadas por la Organización Internacional de Energía Atómica, organismo que se encarga de fiscalizar el cumplimiento del Tratado de No Proliferación. Debemos agregar que Irán ha sido el país más fiscalizado por este organismo durante años, al mismo tiempo Israel no es signatario de dicho tratado, siendo un secreto a voces que tiene armamento nuclear. Mordechai Vanunu, científico israelí ligado al programa nuclear de ese país, denunció que Israel tenía armamento nuclear, luego fue secuestrado por el Mossad en Roma.
Nadie entiende qué quiere Donald Trump. Al parecer, quiere estar encima de los eventos, reaccionando de forma intempestiva, sin pensar mucho, pero no le gusta que las cosas sucedan sin que él tenga algo que ver.
Cuando los analistas hablan de este conflicto poco profundizan sobre Irán, lo que más se repite es el uso del término “régimen” para distinguir entre un gobierno democrático de un “régimen” que no lo es. Pero Irán es un país complejo, una maravilla en términos históricos y culturales, al mismo tiempo un gobierno autoritario y conservador. El intelectual británico-iraní, Arshin Adib-Moghaddam, en su libro ¿Qué es Irán? (2021), retrata un país con contradicciones: por una parte, una sociedad civil que clama por derechos, apertura y asociatividad, por otra parte, un sistema político autoritario; un país rico en cultura, historia, paisajes e intelectuales; por otra parte, una elite política y militar rígida y conservadora. El libro está escrito de manera brillante, dedica cinco piezas musicales para abordar cinco elementos que él juzga como fundamentales del Irán actual. La relación entre Irán, Israel y la extrema derecha internacional es el cuarto capítulo, capítulo clave para entender el escenario actual.
Netanyahu, Trump y la extrema derecha internacional están embarcados en una suerte de cruzada. El senador republicano Ted Cruz, en una entrevista con el presentador trumpista Tucker Curlson, señaló que apoya a Israel porque aprendió en la escuela bíblica que debía hacerlo. En redes sociales he visto quienes celebran la guerra israelí-estadounidense porque devolvería a Irán a su milenaria historia persa. Es decir, esta es una verdadera cruzada civilizacional en contra de lo que se juzga como un país enemigo. Esa lógica confrontacional, binaria, maniqueísta, que anula la complejidad y reduce todo a una lógica propia de película hollywoodense típica de la extrema derecha, es perniciosa.
Irán es conocido como un país de larga tradición diplomática. La diplomacia estaba trabajando, se estaba a punto de un acuerdo que podría haber beneficiado a Irán como a los Estados Unidos. Justamente por eso Israel decidió bombardear Irán. Recordemos también que Sadam Husein, dictador de Irak, fue derrocado en 2003 por una coalición occidental, en un acto de guerra “preventiva” ilegal, sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU. El mismo Husein, quien fue el mejor amigo de los EE. UU. en la región, según Donald Rumsfeld, secretario de defensa en 2003 y que en los 80 visitó Irak testimoniando la cercanía entre ambos países.
Israel, desde hace años, mantiene una campaña internacional de lavado de imagen estilo pinkwashing atrayendo el turismo de minorías sexuales, declarando que es el único país de la región que permite esas expresiones sexuales, al mismo tiempo que asesina a mujeres, niños y ancianos. Ya van más de 13 mil desde el 2023. Israel se proclama como la única democracia de la región, por lo tanto, no faltan quienes se declaran progresistas y celebran el esfuerzo bélico en contra de Irán con el objetivo de cambiar su régimen.
Ya en 2003 quedó abundantemente claro que las guerras “preventivas” son ilegales. Si las declaraciones injuriosas, belicistas y confrontacionales fueran suficientes argumentos para hacer la guerra, entonces el 7 de octubre del 2023 también podría haberse considerado un ataque preventivo en contra de Israel. Después de todo, los ministros Bezalel Smotrich y Itamar Ben Gvir desde mucho antes del 2023 venían vociferando acerca de anexionar Judea y Samaria y de la expulsión definitiva de los palestinos. Si existían sospechas de un eventual ataque iraní se debían llevar los antecedentes al Consejo de Seguridad de la ONU, el órgano encargado de adoptar resoluciones vinculantes. Israel y EE. UU. no lo hicieron porque no existen tales antecedentes.
Por lo tanto, «Bibi» Netanyahu es el vencedor momentáneo. El mundo se olvidó por ahora de Gaza y se cumplió su sueño de acabar con el programa nuclear iraní. Trump, por su parte, no tiene claro cómo proceder de ahora en más, espera a ver la reacción iraní y advierte sobre las consecuencias de una escalada. Mientras tanto, los países de la región han condenado los ataques: Irán no está solo. Ciertamente ningún país, ni China, ni Rusia, ni los vecinos de Irán se movilizarán militarmente, pero estos apoyos revelan que Israel y EE. UU. se van quedando aislados. Mientras que la Unión Europea no tiene rol alguno en este conflicto: las declaraciones europeas han sido estériles, ineficientes y fuera de tono.
“Es hora de la paz”, declaró Trump en sus redes sociales para anunciar los bombardeos con los enormes y súper tecnológicos aviones B-2. A todas luces es paradójico anunciar la paz mediante bombas, pero es el signo de los tiempos. Luego de toda esta escalada, con Irán atacando la base estadounidense Al Udeid en Qatar, Trump anunció el fin de las hostilidades. El mismo presidente de los EE. UU., en un acto psicomágico, agradeció a Irán por haber avisado con anticipación de su ataque. Dado que Qatar es un socio importante de Irán, este país avisó con tiempo para que el pequeño estado del Golfo Pérsico cerrara su espacio aéreo.
De esta forma, tal como lo entiende Trump, todos ganan algo: EE. UU. desmantela el programa nuclear iraní y se muestra poderoso nuevamente; Israel logra su objetivo de terminar con un Irán nuclear y desviar la atención de las atrocidades de Gaza. Irán, por su parte, puede decir que se enfrentó a dos potencias militares y su régimen sobrevivió.
Quedan muchas preguntas sin responder, por ejemplo, si Netanyahu respetará este alto al fuego. Después de todo, la guerra sirve a su propósito de sobrevivir políticamente. Queda por saber si el programa nuclear iraní realmente fue desmantelado. Es perfectamente posible que sobreviva, pero si persiste como programa civil o transita a un programa militar quedará por resolverse.
Por otra parte, queda por confirmarse quién se benefició de todo esto: como dice el dicho popular, “a río revuelto, ganancia de pescadores”. En este caso, el más probable beneficiado no sea ni EE. UU., que todavía no restituye su poder simbólico en la región, menos aún Israel, que aún no sale del estancamiento de Gaza. El claro ganador es Turquía, país que durante decenios no estuvo involucrado en Medio Oriente y ahora está involucrado de lleno. Ese país ya instigó la caída del régimen sirio y con esto gana porque Irán es un rival en Medio Oriente, un rival debilitado los favorece. En definitiva, nada está suficientemente claro, lo único seguro es que el Medio Oriente sigue siendo una región tremendamente inestable.