¿Y la cuenta pública al periodismo, Presidente?
31.05.2025
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31.05.2025
Los académicos autores de esta columna escrita para CIPER analizan la relación que ha tenido el Presidente Boric con los periodistas y la prensa y los peligros que implica para la libertad de prensa y de expresión cuando las autoridades tienen actitudes agresivas con ellos. Sostienen que “en una democracia existe el derecho a réplica y la retractación, cuestiones que contemplan, también, los tratados internacionales en la materia a los que Chile está suscrito. Sin embargo, el ecosistema se empantana cuando un presidente interviene directa y públicamente en estas discusiones y asesta golpes duros al ejercicio del periodismo”.
Imagen de portada: Pablo Ovalle / Agencia Uno
Si tomamos la palabra diálogo, implica apertura de todas las instituciones para que el hombre se exprese en ellas. En el trabajo, en el hogar, en la calle. La democracia es eso. La democracia es la forma más perfecta, o menos imperfecta, del diálogo infinito del que habla algún autor. Es un diálogo total. Si miramos la democracia como diálogo total se comprende que Chile está muy lejos de lograrlo.
Humberto Giannini, 1992.
“Sigan incomodando al poder y persiguiendo siempre y por todas las cosas la verdad”, dijo, enfática, la subsecretaria general de Gobierno, Nicole Cardoch en la ceremonia de entrega del Premio de Periodismo de Excelencia de la Universidad Alberto Hurtado de 2025, en nombre del presidente Gabriel Boric. Cardoch es periodista de profesión. A pesar de esa matriz y de su discurso, las buenas intenciones no han permeado del todo a la Presidencia y al Ejecutivo.
Antes de asumir, el presidente Boric expresaba públicamente su defensa al ejercicio periodístico. Sin embargo, a juzgar por dichos, hechos y datos, ese discurso, en esta presidencia, o bien se diluyó o chocó con el muro de la realidad; no es lo mismo ser un parlamentario que un ministro de Estado o presidente. Los diputados y senadores navegan en sus propias aguas, más aún en el actual Parlamento a ratos oligofrénico, a ratos show business, que despotrica contra lo humano y divino y suma desaforados a la velocidad de las hojas caídas en otoño. El Ejecutivo y, sobre todo, la Presidencia, está en los ojos de todos y todas y, entre sus tareas, se cuenta una relación permanente con los periodistas, uno de los engranajes que contribuye a la salud de nuestra democracia —y eso se esperaría de todas las reparticiones públicas—. Pero el presidente Boric parece haberlo olvidado en el trajín y los roces con los periodistas, propios del ejercicio del poder.
Tras su primer año en el poder, por ejemplo, se ofuscó con un fotógrafo de la Agencia Uno por haberlo retratado, sin que él se hubiera percatado, en su oficina, en un momento en que la puerta estaba abierta y las cortinas descorridas. Todas las ventanas de La Moneda son públicas, se murmuró entre periodistas y el cuerpo de prensa acreditado en La Moneda al conocerse el reproche del Mandatario .
En distintas ocasiones, el Jefe de Estado se ha enfrascado en dimes y diretes con periodistas en particular o con medios. A veces, por varios días. “Yo entiendo que La Tercera tenga una línea editorial crítica del gobierno. Están en todo su derecho y amparados en la libertad de prensa. Pero les pido que, en su ánimo de golpear, no inventen noticias falsas con fuente en off involucrando a otras instituciones como Carabineros”, dijo el presidente Boric, en otra ocasión, en reacción a un artículo que publicó La Tercera. El texto detallaba el contingente policial que acompañó al mandatario durante su asistencia a un partido de fútbol en la capital.
En su cuenta en X, Boric citó un video subido por Carabineros en el que la institución policial precisó que el presidente no necesitó “más contingente” que el destinado a su seguridad cotidiana. No obstante, el artículo de La Tercera informó que fueron unos 50 carabineros, aparte de los que normalmente ofician en el “Servicio estadio” habitual. Pero la nota no detalla si este contingente es el recurrente para el presidente o convocaron a uniformados extras. Carabineros más o carabineros menos, este hecho habría quedado en una polémica de poca monta confinada en la tóxica red social hasta que Boric escaló la discusión y, con ello, la amplificó.
En el Encuentro Anual de la Industria 2023 de la Sofofa, Boric afirmó que “cuando leo los titulares de los diarios (…) en verdad, leo poco los diarios a estas alturas. Pero es impresionante el afán de preferir las malas (noticias). Yo no sé cómo quienes siguen leyendo El Mercurio, La Tercera, La Segunda, quedan con su corazón después, porque, en verdad, es como si viviéramos en un país infernal. Y no estamos en eso”. La Asociación Nacional de la Prensa (ANP) no demoró en advertir en un comunicado que las expresiones del presidente Gabriel Boric vulneran el derecho a la libertad de opinión y de expresión consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y que tal derecho implica “no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Los gremios de prensa llevaban anotadas las disputas entre el presidente desde que era candidato: esas palabras de Boric, alegaba la ANP, se suman a “otras acciones suyas y de su gobierno hostiles con la labor periodística, que se iniciaron incluso durante la última campaña presidencial, y que lo obligaron a solicitar disculpas públicas, como ocurrió con un reportero radial durante una conferencia de prensa posterior a un debate televisivo”.
El pasado 30 de marzo, el presidente de ANP, Eduardo Sepúlveda, dijo en una entrevista publicada en El Mercurio que “es perfectamente legítimo que un político, una autoridad, discrepe de decisiones que hayan tomado los medios de comunicación (…) el problema es cuando se descalifica, se intenta anular a la prensa” y cuando un presidente toma estos caminos, decía Sepúlveda, es una “autorización implícita para que cualquier persona pueda atacar a los medios de comunicación”.
Los medios, a veces, se equivocan. En otras ocasiones, coinciden con agendas políticas o económicas específicas. En algunos momentos, están más cerca del poder y de los poderosos de lo que resultaría sano para una sociedad democrática e igualitaria. Como la historia demuestra, hay momentos en que los medios han sido cómplices de proyectos antidemocráticos y racistas (durante la Alemania nazi o el macartismo estadounidense, bajo las dictaduras sudamericanas o en medio del genocidio en Ruanda).
En democracia, la expectativa es que tanto las instituciones como los medios corrijan y reparen. Como lo hizo Carabineros al afirmar que no utilizaron “más contingente” o como, durante la revuelta social en 2019, cuando La Tercera publicó un artículo sin fuentes explícitas que afirmaba que extranjeros participaron en los desmanes. El entonces fiscal Omar Mérida respondió que no tenía antecedentes respecto a identidades ni nacionalidades específicas y el medio se disculpó en una declaración pública en la que aclararon que recibieron esos antecedentes en off, pero no los corroboraron.
En una democracia existe el derecho a réplica y la retractación, cuestiones que contemplan, también, los tratados internacionales en la materia a los que Chile está suscrito. Sin embargo, el ecosistema se empantana cuando un presidente interviene directa y públicamente en estas discusiones y asesta golpes duros al ejercicio del periodismo.
En los casos en que el presidente chileno se ha involucrado activamente en las disputas con la prensa, alimenta una bola de nieve sobre polémicas de poca monta y deja abierto flancos innecesarios: La Tercera aprovechó el dardo que le envió Boric por la polémica de su asistencia al estadio y se lo devolvió unos días más tarde en un editorial. Lo caracterizaron como amateur y que está degradando el cargo. Pero, además, al enredarse en estas disputas, apunta directamente a un periodista o fotógrafo o camarógrafo, contribuyendo a horadar la credibilidad y la seguridad en que se desempeñan estos trabajadores en condiciones de por sí precarias y en las que ha aumentado la inseguridad (laboral, frente a acoso digital y físico, por ejemplo).
En efecto, distintos reportes y estudios advierten un deterioro progresivo en las condiciones en que se desempeñan los periodistas y en la seguridad de estos. Chile descendió en la clasificación mundial de Reporteros Sin Fronteras del lugar 52 (de un total de 180 países) en el ranking de 2024 al puesto 69 en 2025. Mientras, el Observatorio del Derecho a la Comunicación (ODC) ha registrado un incremento sostenido de las agresiones a la prensa y a los periodistas en el transcurso de un año. La hostilidad digital llega a ser peligrosa para periodistas y editoras, quienes reportan, también, mayores niveles de agresión hacia ellas y su trabajo que lo que perciben los hombres en roles similares. Además, sindicatos y otros organismos han venido denunciando hace ya varios años el deterioro en las condiciones de trabajo (deudas previsionales impagas, retrasos o parcelaciones en el pago de salarios y multiempresas para separar ingresos de pérdidas, por ejemplo). Las audiencias, también, tienden a evaluar negativamente a los medios: Un reciente estudio de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, dirigido por la profesora Claudia Mellado, registra que casi la mitad de los encuestados considera que el desempeño de los medios es pobre, más de la mitad percibe que los medios son sesgados, la mitad estima que los medios son, también, injustos y que se topan frecuentemente con desinformación en los medios chilenos.
Boric ha sido esquivo con las entrevistas durante su gobierno y, en los momentos de crisis, el silencio ha sido su mantra, aunque ha utilizado como subterfugio que también habla a través de sus ministros y sus redes sociales, una inusual metamorfosis locutiva. También evita a la prensa en las actividades públicas y cuando se abrió a responder todas las preguntas de los reporteros, en los albores del caso Monsalve, habló durante 50 minutos, con reto incluido en vivo a su jefa de comunicaciones, quien le estaba advirtiendo sobre su incontinencia verbal en un momento que requería una afinada estrategia comunicacional. Por esto, pareciera que más que el silencio o las interacciones de la prensa, el problema es la estrategia comunicacional para enfrentar a la prensa. El silencio de Boric tiene cifras: el récord sin conocerle una entrevista a un medio de comunicación son seis meses, entre el 22 de agosto de 2024, a la radio Mirador de Temuco, y el 11 de marzo de 2025, cuando habló con Pedro Carcuro en radio Agricultura. Y su mayor período sin responder preguntas a la prensa acreditada fue de 108 días, entre el 18 de octubre de 2024 —la insólita rueda de prensa sobre Monsalve— y el 3 de febrero de 2025. Desde el retorno de la democracia es difícil encontrar silencios tan extensos de un mandatario como los de Boric.
Como corolario, en esta aciaga atmósfera para ejercer el periodismo en Chile existe una cuenta de X y Facebook que publica contenidos a favor del presidente Boric y su Gobierno. En esa defensa, no escatima en recursos: ataca medios de comunicación, individualiza con fotos, nombres y datos a editores, periodistas y hasta practicantes; esta cuenta es seguida por miles de personas, a quienes exhorta para hostigar a los profesionales de la comunicación que no comparten la minuta presidencial. Entre sus seguidores resaltan autoridades del ejecutivo y legislativo, quienes replican e interactúan con esta cuenta. Una extraña forma de regular el ejercicio del periodismo de quienes defendían una de las máximas del oficio: el periodismo debe incomodar al poder.