Milei, elecciones y el riesgo de contagio regional
23.05.2025
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23.05.2025
«Desde una perspectiva regional, el caso argentino adquiere relevancia como síntoma y advertencia», dice la autora de esta columna escrita para CIPER, analizando los resultados de las elecciones realizadas el fin de semana pasado en la Ciudada Autónoma de Buenos Aires, con un claro triunfo para el partido del presidente Javier Milei: La Libertad Avanza. Pone el acento en que «en un contexto de alta inflación, inseguridad y fragmentación institucional en varios países latinoamericanos, no es descabellado imaginar una ola de ‘mileísmo’ regional, con líderes que utilicen el mismo manual de desinstitucionalización, comunicación directa y ataque frontal a la política tradicional».
Imagen de portada: Jesús Martínez / Agencia Uno
Las recientes elecciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) no solo reconfiguraron el mapa político local: se han leído como un plebiscito sobre el presidente Javier Milei y sus primeros meses de gobierno. Lo que parecía un experimento político en 2023 se consolida en 2025 como una alternativa real y duradera en el escenario argentino, con proyección regional.
Milei llegó al poder como un outsider. Economista libertario sin trayectoria política convencional, fue recibido con desconfianza tanto por la élite política argentina como por los socios internacionales. Su retórica incendiaria, su desprecio por los partidos tradicionales y su propuesta de “motosierra” al gasto público lo hacían ver como una figura de ruptura. Sin embargo, esa misma radicalidad le otorgó legitimidad entre amplios sectores sociales hartos de la inercia y el deterioro económico.
Las elecciones de medio término en Buenos Aires mostraron que esa legitimidad no es efímera. De acuerdo a los resultados del Instituto para la Gestión Electoral La Libertad Avanza (LLA), su fuerza política, obtuvo el 30,1% de los votos, duplicando el desempeño electoral de 2023. Desplazó al PRO de Mauricio Macri, que cayó al 15,9%, y superó ampliamente al peronismo, que no logró recomponerse como alternativa viable.
La oposición argentina, sumida en una crisis de liderazgo y sin capacidad articuladora, no ha conseguido ofrecer un proyecto coherente frente al fenómeno Milei. El peronismo, profundamente dividido entre el kirchnerismo residual y sectores más moderados, no logra capitalizar el desgaste que inevitablemente genera cualquier gestión. Mientras tanto, figuras históricas como Macri enfrentan el desgaste natural del tiempo y la falta de renovación. La oposición no solo no es alternativa, sino que aparece como parte del pasado que Milei prometió dejar atrás.
En el plano internacional, Milei ha optado por un claro alineamiento con Estados Unidos y las derechas globales. Su cercanía con figuras como Donald Trump o Nayib Bukele no es casual: forman parte de un nuevo eje autoritario-liberal que desafía las instituciones multilaterales y promueve un discurso antiélite. No obstante, las tensiones no han tardado en aparecer. En abril, la administración Trump impuso aranceles del 10% a productos agrícolas argentinos, a pesar de la sintonía ideológica entre ambos gobiernos. La lógica de “América primero” no distingue entre amigos o aliados ideológicos.
En cuanto a resultados económicos, los indicadores muestran señales mixtas. Por un lado, la inflación interanual se ha desacelerado, ubicándose en 47,3% en abril, con una acumulada de 11,6% en lo que va del año (Datosmacro, 2025). Este descenso, comparado con los niveles de tres dígitos del año anterior, ha sido celebrado por los mercados y los organismos multilaterales. Por otro lado, las políticas de ajuste fiscal y reducción del Estado han generado una caída significativa en el poder adquisitivo, aumento de la conflictividad social y protestas generalizadas.
En materia de imagen, Milei mantiene una base sólida, pero con signos de desgaste. Según la encuesta de Latam Pulse, su imagen positiva ha descendido del 56% al 41.8% en abril, mientras que la desaprobación alcanzó el 47,5%, en especial entre trabajadores informales y sectores medios afectados por el ajuste. Medidas como la limitación del derecho a huelga por decreto o la represión de movilizaciones han tensado aún más el clima social.
La elección en CABA también reveló otro dato preocupante: la participación electoral fue de apenas 53%, una de las más bajas desde el retorno a la democracia. Este dato debe encender alarmas. Refleja apatía, desencanto y desconfianza no solo hacia el gobierno, sino hacia el sistema político en su conjunto.
Desde una perspectiva regional, el caso argentino adquiere relevancia como síntoma y advertencia. Uno de los mayores riesgos que enfrentaban los críticos de Milei era que su experimento funcionara. Si logra ordenar la macroeconomía, mantener el control político y debilitar a sus opositores, su modelo podría volverse exportable. En un contexto de alta inflación, inseguridad y fragmentación institucional en varios países latinoamericanos, no es descabellado imaginar una ola de “mileísmo” regional, con líderes que utilicen el mismo manual de desinstitucionalización, comunicación directa y ataque frontal a la política tradicional.
En suma, las elecciones en Buenos Aires confirmaron que Milei no es un accidente político, sino una fuerza en expansión. Frente a una oposición debilitada y una región vulnerable, su avance representa no solo una transformación de la política argentina, sino también un desafío para el equilibrio democrático del continente. Entender su éxito implica no solo analizar sus cifras, sino también el vacío que ha venido a llenar.