La senadora Aravena y su “rebeldía” contra Republicanos: cuando la paz nunca fue el objetivo
11.05.2025
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11.05.2025
La autora de esta columna escrita para CIPER repasa la relación que la derecha ha tenido históricamente con la causa mapuche y concluye que “justamente Aravena parece sintonizar con las raíces de esa derecha chilena. Su apoyo al documento final de la comisión no obedece a un momento de delirio, ni a que haya girado sorpresivamente hacia la izquierda. Ella es una mujer de derecha y lo seguirá siendo, solo que su posición ideológica está desprendida de intereses tan directos con el empresariado neoliberal y también arguye a la responsabilidad de la localía, ‘el vivir en La Araucanía’, y tener consenso para que su población alcance paz y soluciones”.
Para muchos resultó sorpresiva la posición sustentada por la senadora Carmen Gloria Aravena apoyando el resultado de la Comisión Presidencial para la Paz y el Entendimiento; voto favorable que le costó su militancia en el Partido Republicano. Ese asombro que está sostenido en la premisa de que en el horizonte de derecha no hay lugar para lo indígena y sus demandas, sigue estando presente el mito que la conflictividad en Gulumapu obedece a dinámicas entre izquierda-derecha.
Sin embargo, la cuestión está lejos de esos binarismos, ya en los 90’ el movimiento mapuche dio un ejemplo de independencia y varias militancias emigraron de los clásicos partidos de izquierda hacia organizaciones mapuche desprendidas de esas categorías, que por sus características monolíticas no permitían ver la identidad indígena en sus dogmas. ¿Qué tiene que ver aquello con Aravena y su voto de aprobación al informe? Sucede que la historia de la República de Chile contiene varios pasajes en los cuales los sectores conservadores tuvieron más sintonía con el pueblo mapuche que lo que profesaban los llamados progresistas en su época. Fue en el periodo de los gobiernos presidenciales liberales que el ejército chileno irrumpió en Gulumapu y concretó el despojo de La Araucanía, curiosamente fue la prensa conservadora la que, entre pocas voces disidentes, se atrevió a impugnar esa aventura bélica en las páginas de la Revista Católica.
La tradición no finalizó con el XIX, los líderes del movimiento mapuche surgido a principios del XX convertidos en políticos dentro del sistema chileno también estuvieron cercanos a la derecha en su momento. Venancio Coñoepan, diputado del Partido Conservador hizo campañas y mitines a favor de Ibáñez del Campo. Resulta sorprendente que un presidente reconocidamente conservador y de tradición militar tuviera acercamientos hacia las demandas mapuche, trabajara con organizaciones mapuche y diera soluciones a las demandas de la época, además de nombrar como ministro de agricultura y Colonización al propio Coñoepan. Así también, el diputado e intelectual Manuel Manquilef, fue otro recibido por ese grupo de partidos, tanto que se le apellidaba como el “anticomunista”. Los sectores conservadores y el liberalismo (que avanzados los XX decantaría en un camino de la derecha) acogieron demandas y también a dirigentes de ellos que clasificaban como “araucanos”. Esta recepción de la derecha se produjo desde una mirada sustentada en una nostalgia épica quizá, pero que al fin y al cabo tendió interesantes puentes hasta avanzados los años ‘60 cuando incluso llevaron a Violeta Manquilef como candidata a alcaldesa por Temuco. Los y las mapuche acogidos en estos sectores tenían como objetivo principal tributar a las organizaciones de su pueblo, no fueron meras piezas de decoración multicultural.
Y justamente Aravena parece sintonizar con las raíces de esa derecha chilena, su apoyo al documento final de la comisión no obedece a un momento de delirio, ni que haya girado sorpresivamente hacia la izquierda. Ella es una mujer de derecha y lo seguirá siendo, solo que su posición ideológica está desprendida de intereses tan directos con el empresariado neoliberal y también arguye a la responsabilidad de la localía, “el vivir en La Araucanía” y tener consenso para que su población alcance paz y soluciones. Se supone que es aquello lo que debería aspirar cualquier político que representa una zona con conflictos y desafíos; a superarlos por la vía pacífica. Carmen Gloria suma a esa tradición la historia de las mujeres conservadoras en la política regional, con interesantes candidaturas surgidas desde trabajos comunitarios, desde una visión naturalmente católica y tradicional, desarrollaron su servicio público en poblaciones y sectores más desposeídos en organizaciones como la Gota de Leche y otras locales. De ahí surgieron las primeras alcaldesas regionales; Guillermina Ortiz (1935-Los Sauces) y Emma Espinoza (1953-Lautaro). Las dos fueron incluso reconocidas por mujeres de otros sectores, desde trincheras políticas antagonistas. Los acotados antecedentes que se han podido rescatar, refieren gestiones prudentes y de reconocimientos transversales. Es ahí donde posiblemente se puede reconocer a Aravena, una mujer que busca el orden, pero sabe que debe haber garantías mínimas y justicia.
Por otro lado, está la ultraderecha, que desconoce sus propios orígenes, que parece no tener idea de los conservadores y su alianza mapuche, de las mujeres de derecha que se conmovían con los dolores de la región. O más que ignorancia, intencionalmente los obvian, juegan las cartas rápidas, su interés no es el “bien de Chile” sus objetivos son rentabilizar proyectos propios. A tal punto republicanos desacreditó a la senadora, que el presidente de la colectividad indicó que fueron “empujados” a elegir a Carmen Gloria por su condición de local, y que ellos hubieran preferido ser representados por un jurista. Agregaron que el actuar final de ella estuvo motivado por un “enamoramiento del texto”. Las mujeres no son racionales, además ella fue coaccionada por su territorio; la pasión y la selva se apoderaron de ella.
La tienda de Kast y Squella despliega esa mirada metropolitana soberbia, ante un acuerdo de proporciones que podría sentar las bases de una posible paz, sacan cuentas rápidas y alejadas de la gente a la que la afecta. Son más bien los arrebatos populistas lo que dan réditos; la guerra genera muchos dividendos. Cuán conveniente resulta la violencia para proyectos como del Partido Republicano, el cual sin aquellos ingredientes su relato carecería de sentido, y con ello el éxito de sus aspiraciones y sus ambiciones políticas. La paz, ese escenario que supuestamente les interesa a todos los sectores, no resulta un horizonte interesante para quienes se alimentan constantemente del odio y de las distancias. Ignorar a la tradición tarde o temprano tiene costos, más aún cuando aluden a “firmes convicciones”. Los clásicos de derecha eran más abiertos a la diversidad cultural que quienes hoy se disfrazan de patriotas y no reconocen la memoria de su propio sector.
Al final la interculturalidad aspira a aquello: a encontrarse en soluciones y diplomacia. No es necesario pertenecer al mismo sector ideológico para reconocer la deuda histórica del Estado con el Pueblo mapuche. La sensatez y la empatía no son patrimonio de la izquierda y el dato duro lo confirma. Este gobierno, quien en su programa levantara la bandera del progresismo y las demandas mapuche registra un 0% de cumplimiento en materia indígena, según el estudio que reveló en marzo de este año la Fundación Ciudadanía Inteligente. Por todo lo anterior, no es posible conducir esta discusión desde la dicotomía derecha-izquierda, los acuerdos deben ir más allá de estas fuerzas políticas y transitar como en los épicos parlamentos de antaño.