¿De qué adolecen los adolescentes? Algunas notas sobre la serie de Netflix y la tragedia del Estadio Monumental
28.04.2025
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28.04.2025
El autor de esta columna escrita para CIPER aprovecha la popularidad de la serie “Adolescencia” para explicar el concepto adolescente, al que define como un constructo social. Pone el acento en que la historia igual está contada desde la óptica adulta, confirmando el divorcio con la forma que tienen ellos de mirar el mundo. Sostiene que “niños/as y adolescentes se enfrentan al colapso de los mecanismos tradicionales de socialización, y son arrojados directamente a la sobrevivencia en un mundo que parece no tener mucho futuro”. Atención, que si no ha visto la serie hay algunos spoilers en el texto.
I
El concepto “adolescencia” no tiene originalmente nada que ver con “adolecer”. Mientras este último designa a quien sufre una dolencia, o tiene o padece de algún defecto, la etimología de adolescente proviene del latín adolescere, que debiere traducirse como “estar creciendo”. La expresión tiene una raíz indoeuropea y se relaciona con el concepto alere, que significa “nutrir” y “hacer crecer”. De ahí derivan adolescere, “crecer”, y adulescens, “que está creciendo”. Otra derivación, altus, sería la raíz de adultus: el que “dejó de crecer” .
II
La pubertad es un dato o hecho biológico; la adolescencia es una construcción social y cultural. La identificación con “adolecer” se origina en la Modernidad, relacionando dicha edad con una serie de riesgos. Se populariza en el siglo XIX con una abundante literatura “que presenta al adolescente como un ser del que hay que desconfiar o que hay que proteger”. Finalmente, la labor conjunta de médicos, juristas y magistrados “convierte a la pubertad en una verdadera patología”, como dice Michel Fize en ¿Adolescencia en crisis? (2001).
III
No todas las sociedades generaron este tipo de dispositivo en torno a la pubertad. Hace un siglo Margaret Mead realizó estudios etnográficos sobre la adolescencia en Samoa, y demostró que allá no era vista ni vivida como una edad problemática. A diferencia de nuestras sociedades, en esa comunidad los/as adolescentes de ambos sexos desempeñaban tareas como el cuidado de niños pequeños y otras funciones valoradas positivamente por los adultos. Tampoco existía un tabú sobre la sexualidad adolescente, que era asumida de forma bastante natural y libre.
La adolescencia occidental se define en cambio por su inutilidad social (el trabajo de menores suele estar prohibido), la represión sexual, y por vivir una especie de duelo por no ser niños sin ser todavía adultos.
IV
La serie “Adolescencia” con su tremendo éxito a nivel mundial, ha logrado estimular una discusión sobre las características de la adolescencia actual, la crisis del sistema educativo y familiar, y los riesgos asociados al uso de redes sociales y nuevas tecnologías.
El tema es complejísimo y por lo mismo no debería dar a lugar a conclusiones simplistas, como las de un sector de padres y expertos que proponen prohibir el uso de dispositivos como los teléfonos celulares y/o el acceso a redes, como si la tecnología en sí misma fuera el problema.
Un celular puede servir para realizar estafas telefónicas desde la cárcel o para salvar vidas llamando a números de emergencia. No olvidemos que la condena a Eduardo Macaya por abuso sexual de menores se logró gracias al registro audiovisual realizado por una niña.
Es cierto que las nuevas tecnologías están generando una verdadera mutación antropológica, en que infantes/adolescentes socializan directamente en redes, saltándose a las instituciones tradicionales que en estos tiempos aparecen como totalmente sobrepasadas. Pero como destacó Tamara Tenenbaum, los adultos también somos adictos a estas tecnologías.
V
Más allá de la cuestión tecnológica, la serie muestra una crisis profunda del sistema escolar. Cuando los dos policías a cargo de la investigación acuden al establecimiento donde estudiaban el niño agresor y la niña por él asesinada, se aprecia un desborde total de los profesores, una radical desconexión entre la jerga propia de los adolescentes y los adultos. En un momento el policía le dice a su acompañante: “¿Tienes la impresión de que aquí alguien está aprendiendo algo?”.
La desconexión generacional se aprecia cuando el hijo del policía, apenado por lo perdido que anda el padre en su investigación, le explica lo que significan ciertos íconos y palabras que se usan por los jóvenes en Instagram. Como se aprecia luego, esos signos y conversaciones online resultan claves en el desenlace fatal.
VI
En esto resulta clave algo que la serie muestra bien: el fenómeno de la “machósfera” y los llamados “incels” (célibes involuntarios), que han sido fundamentales en la verdadera “contrarrevolución digital” a través de la cual ha crecido la ultraderecha actual en todo el mundo, dirigiendo su odio contra el feminismo, las diversidades sexuales, los derechos humanos y la idea misma de justicia social.
Pablo Stefanoni define incel como “una subcultura de internet” formada por “hombres percibidos como ‘machos beta’, en contraposición con los ‘machos alfa’, para poner el acento en su posición de ‘perdedores’ en la supuesta competencia por las mujeres más deseables. Alimentan una cultura misógina que a veces puede llegar a diversas formas de hostigamiento, incluso coordinadas, en plataformas como 4chan” .
Como en toda contrarrevolución, las expectativas originales de democratización horizontal a través de internet y las redes se han desviado hacia su utilización neoreaccionaria, con ejércitos de bots y trolls que han resultado claves en el apoyo social predominantemente masculino y juvenil a nuevos líderes fascistas como Trump, Milei y Bolsonaro.
VII
La serie no muestra tanto el punto de vista de los adolescentes como el de los adultos. Sólo conocemos la versión del protagonista en el capítulo de la entrevista psicológica. En el resto de las escenas nos enteramos de cómo funciona el sistema penal en relación a menores de edad y de los cuestionamientos que se hacen el padre y la madre del niño feminicida respecto a cómo lo criaron.
Estas dos dimensiones diferentes en la historia de la infancia/adolescencia ya habían sido destacadas por historiadoras como Linda Pollock, y por los italianos Trisciuzzi y Cambi: una cosa es la vida cotidiana de niños/as y adolescentes, y otra muy distinta son las imágenes y representaciones culturales que el mundo adulto se forma en relación a la posición social de la infancia/adolescencia. Las imágenes repercuten en el trato que se proporciona a niños/as y adolescentes, pero gran parte de la actividad y representaciones propias de estos se nos escapan totalmente a los adultos, que por lo general ni siquiera tenemos muchos recuerdos de las primeras etapas de nuestras vidas.
La serie ha sido muy apreciada por los adultos, pero no necesariamente por los/as adolescentes. Y por lo mismo es un mal síntoma que en algunos lugares se les esté obligando a verla, con una supuesta finalidad pedagógica que suele invocarse para justificar acciones adultocéntricas.
VIII
Se ha dicho también que la serie contribuye a estigmatizar a los/as adolescentes, puesto que en realidad su participación en crímenes así de violentos es muy baja. Así, por ejemplo, en Chile las cifras indican que alrededor del 2% de los adolescentes entra en contacto con el sistema penal, y dentro de ellos el número de delitos violentos, por preocupante que resulte, es bastante bajo.
Pero donde es hegemónico el populismo penal las cifras no importan tanto como las percepciones de inseguridad. La obsesión por la seguridad es tan marcada que nadie ha destacado jamás el hecho de que a partir de la implementación de la Ley de Responsabilidad Penal Adolescente en el año 2007 su participación en crímenes y delitos disminuyó ostensiblemente. Varios estudios así lo demuestran. La cantidad de imputados adolescentes parte en 25.982 el año 2007, y el año 2008 asciende a 55.446, aumento que se explica por la creación del sistema de RPA. Desde el 2011 en adelante se registra una baja sostenida, que llega a 21.530 en el 2020, y a sólo 7.583 adolescentes imputados en el 2022.
Pese a esta evidencia se sigue legislando como si la delincuencia adolescente estuviera totalmente descontrolada, y ya se propone rebajar la edad de imputabilidad a 12 años, en contra de las recomendaciones del Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas.
IX
La sociedad chilena no está interesada en dar protección jurídica y social a los/as adolescentes, sino que en estigmatizarlos y criminalizarlos. La llamada tragedia ocurrida en el Estadio Monumental el jueves 10 de abril así lo demuestra.
Ante el intento de ingreso por parte de un grupo de personas, Carabineros desató una represión consistente en uso de gases lacrimógenos y persecución con vehículos blindados. El resultado es conocido: un niño de 12 y una joven de 18 años fueron embestidos y aplastados por uno de estos vehículos y fallecieron casi inmediatamente.
De inmediato se dio a conocer una versión que culpaba a las víctimas señalando que se subieran a una reja que les cayó encima. Luego siguió un debate acerca de si las víctimas tenían o no sus entradas. Una conocida filósofa porteña apareció en la portada de un diario culpando de lo ocurrido a las “barras bravas” y “teorizando” acerca de una supuesta asimilación de las figuras del anarquista, el lumpen y el soldado del narcotráfico.
Cuatro días después CIPER reveló un Informe reservado de la propia policía que confirma que las víctimas fueron aplastadas directamente por el carro blindado.
X
Vivimos unos tiempos en que están colisionando “una crisis planetaria, una crisis política generalizada de las democracias y una inexorable crisis energética, todo ello coronado por una crisis económica mundial rampante”. Niños/as y adolescentes se enfrentan al colapso de los mecanismos tradicionales de socialización, y son arrojados directamente a la sobrevivencia en un mundo que parece no tener mucho futuro.
Series como “Adolescence” sirven para empezar a problematizar la situación de esta parte importante de la humanidad, pero sin ampliar y radicalizar el análisis seguirá siendo posible que en un país como el nuestro esta obra llegue al lugar N°1 de lo más visto, mientras se reacciona con una mezcla de crueldad e indiferencia frente al asesinato de niños/as y adolescentes por parte de la policía.
Esta es la verdadera dolencia que sufrimos todos/as, no sólo ellos/as, sino que la sociedad en su conjunto.