8M: Las mujeres no tienen la culpa de la baja tasa de fecundidad en Chile
10.03.2025
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10.03.2025
La autora de esta columna escrita para CIPER analiza la baja tasa general de fecundidad en Chile, que llegó a un mínimo histórico. Sostiene que “la baja fecundidad en Chile refleja nuevas dinámicas de elección en las trayectorias de vida, fuertemente influidas por los cambios culturales y sociales de las últimas décadas. La generación de las condiciones necesarias que permitan a las familias conciliar trabajo y crianza en forma satisfactoria es el camino”.
Créditos imagen de portada: Agencia Uno
Las mujeres no tienen la culpa de que la tasa general de fecundidad actual se sitúe en torno a 1,17 hijos por mujer (INE 2023), lo que representa un mínimo histórico desde que existen registros. Esta fecundidad por debajo del nivel de reemplazo se mantiene desde inicios de la década del 2000, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas.
Un aspecto notable es el retraso de la maternidad. La edad promedio al primer hijo ha ido en aumento en las últimas décadas, una de cada cuatro chilenas es madre por primera vez después de los 30 años, reflejando un cambio importante en las decisiones reproductivas. Según las proyecciones basadas en el Censo 2017, para 2050 se espera que haya alrededor de 177 personas de 65 años o más por cada 100 personas menores de 15 años.
¿Qué hace para revertir esta tendencia? Lo primero que hay que entender es que no será fácil debido a la multiplicidad de factores que intervienen, por lo que se hace necesario mirar con detención algunos de ellos.
Un factor clave ha sido la cobertura sanitaria de métodos anticonceptivos altamente eficaces. Desde la introducción de la píldora anticonceptiva en los años 1960 (como parte de políticas públicas de regulación de la fertilidad), esto ha reducido los embarazos no deseados y ha permitido que la fecundidad esté más alineada con las intenciones y planes de vida de las mujeres. En síntesis, hoy pueden elegir con más libertad el número y el momento de tener hijos, optando muchas mujeres por tener menos hijos y más tarde, dado que cuentan con mayores oportunidades educativas/laborales.
Si bien las aspiraciones propias son parte de la razón, no toda la postergación de la maternidad obedece solo a deseos de realización personal; factores económicos y laborales ejercen también una gran influencia. Chile presenta dinámicas de empleo juvenil y femenino marcadas por la precariedad, informalidad e incertidumbre. Muchas mujeres jóvenes enfrentan empleos inestables, contratos temporales, sueldos bajos que las imposibilitan a lo básico para pensar en tener hijos. En este contexto, formar una familia y tener hijos puede percibirse como un riesgo o una carga financiera difícil de asumir.
El aumento en el costo de la vida y de la crianza es otro elemento disuasivo. El alto costo de la vivienda, especialmente en zonas urbanas, así como los gastos asociados a la educación de los niños y a su bienestar (salud, alimentación), pesan en las decisiones reproductivas.
Otro factor fundamental es la dificultad para conciliar la vida laboral con la vida familiar, especialmente para las mujeres. A pesar de los avances en igualdad de género, en la práctica las mujeres siguen asumiendo la mayor parte de las tareas de cuidado y domésticas, lo que complica compatibilizar un empleo de tiempo completo con la crianza de hijos. Chile se destaca por tener jornadas laborales extensas en promedio (entre las más largas de América Latina).
Si bien existen algunas políticas de conciliación en Chile son insuficientes para revertir la tendencia. El país cuenta con un permiso postnatal relativamente largo para la madre (162 días jornada completa) y la opción de traspasar parte al padre, la participación masculina en las tareas de cuidado sigue siendo baja –en la práctica, son muy pocas las parejas que comparten equitativamente el postnatal o la crianza.
Por otro lado, el acceso a educación preescolar y sala cuna es tremendamente limitado: legalmente sólo las empresas con 20 o más trabajadoras deben ofrecer sala cuna (Art 2 código del trabajo), lo que excluye a muchas mujeres del beneficio. Esta cobertura parcial, sumada a horarios escolares que difícilmente calzan con la jornada laboral, dificulta la vuelta al trabajo tras el nacimiento de un hijo, dejando a las mujeres con grandes lagunas previsionales y precarización del trabajo.
En síntesis, la falta de una conciliación efectiva –por medio de trabajos más flexibles, corresponsabilidad de los padres, y apoyos como guarderías accesibles– desincentiva la maternidad. ¿Qué se supone que tienen que hacer las familias si no hay salas cunas suficientes? Cuando las listas de espera son más de un tercio de la demanda de salas cunas, se complejiza una realidad donde en el 42,2% de las familias con niñas/o pequeños la jefa de hogar es una mujer (.
No es casualidad que los países con fecundidad más alta en Europa tiendan a ser aquellos con políticas familiares robustas (guarderías universales, permisos parentales igualitarios, jornada flexible, etc.), mientras que Chile, con apoyos aún limitados, ve cómo muchas mujeres perciben la maternidad y la carrera profesional como caminos difíciles de compatibilizar. Esto lleva a algunas a posponer indefinidamente la maternidad, esperando un contexto más favorable que a veces no llega.
Junto a los factores materiales, hay cambios culturales a nivel país. Hace 50 años tener hijos era visto como un mandato social y una fuente principal de realización adulta. Hoy, sin embargo, emergen nuevos discursos y valores en torno a la familia donde la vida sin hijos es una elección válida, eligen no procrear, privilegiando otros proyectos (viajar, desarrollo personal, hobbies, etc.). También influye negativamente la percepción del futuro: algunos jóvenes manifiestan incertidumbre o pesimismo respecto al mundo que viene (cambio climático, inestabilidad global), lo cual les haría dudar sobre traer niños a ese futuro.
En suma, la cultura en torno a la maternidad ha cambiado. Tener hijos ya no es un mandato social incuestionable, sino un proyecto de vida que compite con muchos otros igual de válidos. A la vez, ser madre/padre es visto como una responsabilidad que debe asumirse solo bajo condiciones óptimas (madurez, estabilidad económica y laboral, deseo genuino). Esta combinación de mayor autonomía reproductiva y mayor autoexigencia parental contribuye a que solo quienes se sienten realmente preparados y deseosos den el paso a la maternidad/paternidad.
En un estudio realizado con más de mil mujeres universitarias en Santiago, el 52% de las encuestadas declaró no desear tener hijos (al momento de la consulta). Aunque un 38% indicó que podría reconsiderar tener hijos en el futuro, persiste la idea de que primero deben cumplir otras metas (título profesional, trabajo estable, ahorros). La conclusión de los investigadores fue clara: “La maternidad no es una prioridad para la mayoría de las mujeres universitarias en Chile hoy en día”.
En conclusión, la baja fecundidad en Chile refleja nuevas dinámicas de elección en las trayectorias de vida, fuertemente influidas por los cambios culturales y sociales de las últimas décadas. La generación de las condiciones necesarias que permitan a las familias conciliar trabajo y crianza en forma satisfactoria es el camino. Solo reconociendo la complejidad de factores involucrados –económicos, culturales, de género– se podrán diseñar respuestas adecuadas a este fenómeno que viene para quedarse y no es culpa de las mujeres.