LA CITA, AHORA REVELADA POR ESTADOS UNIDOS, QUEDÓ REGISTRADA EN LA "AGENDA INTERNA DEL PRESIDENTE"
Nuevo documento desclasificado: Nixon se reunió en secreto con Agustín Edwards el mismo día en que ordenó a la CIA actuar contra Allende
02.08.2023
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LA CITA, AHORA REVELADA POR ESTADOS UNIDOS, QUEDÓ REGISTRADA EN LA "AGENDA INTERNA DEL PRESIDENTE"
02.08.2023
Dos nuevos documentos desclasificados por Estados Unidos muestran el rol clave que jugó el dueño de El Mercurio, Agustín Edwards, en la preparación del Golpe de Estado. Uno de ellos revela que el entonces presidente Nixon se reunió con Edwards en la Casa Blanca el 15 de septiembre de 1970, solo unas horas antes de que ordenara a la CIA intervenir en Chile. El segundo documento da cuenta de una, hasta ahora, desconocida reunión de Edwards con oficiales de la CIA en la que informó las exigencias de militares chilenos dispuestos a participar en el complot. Ambos registros fueron incluidos en la nueva versión del libro “Pinochet desclasificado”, de Peter Kornbluh, actualizado y relanzado esta semana para conmemorar los 50 años del golpe de Estado.
A las 09:15 del martes 15 de septiembre de 1970, solo 11 días después de la elección de Salvador Allende, Agustín Edwards ingresó al salón oval para conversar con el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon. En la tarde de ese mismo día, el mandatario impartió las órdenes para que la CIA comenzara a operar contra Allende. La cita entre Nixon y el fallecido dueño de El Mercurio no quedó registrada en la agenda oficial de la Casa Blanca, por lo que no era conocida hasta ahora. Pero, sí apareció en la “Agenda interna del presidente” (vea aquí ese documento).
Este documento oficial extraído de la “agenda interna”, recientemente desclasificado por Estados Unidos, fue incluido en la versión actualizada del libro “Pinochet desclasificado. Los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile”. El volumen, presentado por primera vez en 2003, fue escrito por Peter Kornbluh, director del National Security Archive, una entidad sin fines de lucro que solicita desclasificar documentos oficiales de Estados Unidos.
Hasta hoy, se sabía que Agustín Edwards Eastman -fallecido en 2017- se reunió con el jefe máximo de la CIA, Richard Helms, en septiembre de 1970, para solicitar el apoyo de Estados Unidos a una acción militar que impidiera a Allende asumir el gobierno. También era conocido que El Mercurio recibió financiamiento de la CIA en la década del ‘70 y que esta agencia lo utilizó como un medio de propaganda para desestabilizar a la Unidad Popular. Lo que no se conocía es que Edwards se reunió en la Casa Blanca con el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, apenas unas horas antes de que el mandatario impartiera sus primeras órdenes para la intervención de la CIA en Chile.
Ahora también fue desclasificado un documento que revela que el empresario chileno, además de reunirse con Helms, sostuvo un encuentro con oficiales de la CIA en el que entregó información sobre militares chilenos dispuestos a participar en la conspiración. En esa cita, Edwards además transmitió las exigencias que hacían estos militares para comprometerse en el complot.
Peter Kornbluh es la persona que mejor conoce los expedientes estadounidenses sobre Chile. Desde hace décadas los ha sistematizado y publicado, a medida que se van desclasificando. Gracias a ese trabajo es que se conoce en detalle la intervención del gobierno de Nixon, y de la CIA, en contra del gobierno de la Unidad Popular. Su trabajó se condensó en el libro que publicó en 2003, para los 30 años del golpe de Estado, y que ahora es relanzado por el nuevo sello “Un día en la vida”, de editorial Catalonia, dirigido por los periodistas Andrea Insunza y Javier Ortega. Y en esta nueva versión, especialmente preparada para la conmemoración de los 50 años del golpe, siguen apareciendo novedades.
A las 08:00 de ese 15 de septiembre, Agustín Edwards desayunó durante una hora en la Casa Blanca. Lo hizo junto al entonces consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger; el director general de Pepsi- Cola, Don Kendall, y el fiscal general John Mitchell. La agenda de Edwards fluía al más alto nivel para evitar la asunción de Allende a la Presidencia de Chile. Kendall, quien alojaba a Edwards en su casa, era amigo y uno de los principales donantes de Nixon.
Edwards y sus anfitriones operaban con sentido de urgencia. Once días antes, Salvador Allende había ganado por estrecho margen las elecciones presidenciales, apoyado por una coalición de izquierda, y debía ser ratificado en octubre por un Congreso dividido entonces en tres tercios (derecha, DC e izquierda). El miedo de los norteamericanos era que Chile fuera una nueva amenaza a su control del continente en medio de la Guerra Fría. Cuba había sido la primera campanada de alerta. Edwards tampoco estaba dispuesto a permitirlo.
El libro de Kornbluh cuenta que la noche del lunes 14 de septiembre Kissinger coordinó vía telefónica, con el encargado de la agenda de Nixon, la cita entre el dueño de El Mercurio y el presidente de Estados Unidos.
La reunión se concretó a las 09:15 del día siguiente. Según se cuenta en el texto de Kornbluh, fue Kissinger el que se levantó del desayuno e hizo ingresar a Edwards, “disimuladamente”, al Salón Oval. A más de 50 años de ese episodio, no hay detalles sobre qué conversaron. Cuando el ministro Mario Carroza interrogó a Edwards en 2013 como testigo en una causa que indagó a los instigadores del golpe militar, el empresario dijo “no recordar” su reunión con el presidente de Estados Unidos.
Luego de recibir a Edwards en el Salón Oval, Nixon se juntó con Kissinger, y según la agenda interna del mandatario, poco antes de las 10:00 recibió también a Gerhard Schröeder, dirigente de la CDU alemana quien hasta 1969 había sido ministro de Defensa de su país.
Pocas horas después, Nixon dio la orden para que la CIA interviniera para que Allende no llegara a La Moneda y, si eso fallaba, derrocarlo. Fue entonces cuando pronunció la frase que pasaría a la historia: “Hagan chillar la economía (en Chile)”. Fue el propio director de la CIA, Richard Helms, quien contó que ese 15 de septiembre se tomó la decisión de echar a andar la máquina contra Allende. Lo hizo en una sesión secreta del Senado de Estados Unidos que indagó las operaciones de la CIA en Chile. “El presidente llamó a esta reunión (del 15 de septiembre, en que dio órdenes de dar un golpe de Estado) debido a la presencia de Edwards en Washington”, indicó Helms, según recoge el libro de Peter Kornbluh.
Cuando Kissinger agendó la cita entre Edwards y Nixon, tenía información fresca en su poder. El lunes 14 de septiembre se había encontrado con el dueño de El Mercurio y ese mismo día lo reunió con el director de la CIA, Richard Helms. Transcripciones desclasificadas de las conversaciones telefónicas de Kissinger, obtenidas por el National Security Archive, revelan que Kissinger llamó a Helms para decirle: “Edwards está aquí”.
De esa reunión con el jefe de la CIA quedaron huellas. Un memo de la agencia de seguridad estadounidense, titulado “Conversación sobre la situación política chilena”, contiene los detalles de esa primera cita. Ese documento fue publicado por CIPER en 2014 (vea el reportaje “Nuevo informe de cita de Agustín Edwards con el jefe de la CIA devela su rol clave en el Golpe”). En ese encuentro, Edwards entregó nombres de militares chilenos que podían apoyar una acción militar contra Salvador Allende. También realizó un análisis sobre qué dirigentes políticos podrían inclinarse por una intervención militar. Sobre el entonces Presidente Eduardo Frei Montalva dijo: “Es indeciso, siempre vacilando, siempre esperando que ‘otro dé el primer paso’ (…), probablemente se acobardará a último minuto”.
Esa no fue la única cita entre Edwards y directivos de la CIA. El National Security Archive acaba de desclasificar otro informe que da cuenta de una reunión a la que asistió el empresario chileno el 18 de septiembre de 1970. Mientras en Chile se celebraban las fiestas patrias, Edwards conspiraba en Estados Unidos.
El memo que le envió Richard Helms a Henry Kissinger con el detalle de la primera reunión que sostuvo con Edwards el 14 de septiembre, incluye la siguiente nota: “Se están llevando a cabo más conversaciones y un informe más exhaustivo con (Edwards) en este momento”. Y era cierto.
El informe desclasificado sobre esa segunda cita no detalla quien fue la contraparte del empresario chileno. Pero a diferencia de otros documentos de ese tipo, la mayoría de la información no está tarjada. Ese memorándum incluye una nota: “Este es un informe de nuestra segunda serie de discusiones con (Edwards). La única otra copia de este informe fuera de la Agencia ha sido enviada al Fiscal General” (vea aquí el documento, en inglés).
“Siguiendo las conversaciones del 14 de septiembre de 1970”, así parte el informe de la CIA sobre la reunión con Edwards del 18 de septiembre. En sus primeros párrafos indica que el entonces dueño de El Mercurio amplió la información sobre actores militares clave y la disposición de estos para participar en una acción contra Allende.
Sobre el general Camilo Valenzuela, Edwards entregó antecedentes operativos: jefe de Plaza en Santiago, no comanda tropas, excepto que se declare el Estado de Emergencia y, en ese caso, se transforma en el jefe militar en toda el área metropolitana.
Cuatro días antes, el 14 de septiembre, Edwards le había dicho a la CIA que antes de viajar había conversado personalmente con Valenzuela, y que este le había indicado que para evitar que Allende llegara a La Moneda haría acciones “por su cuenta”. También transmitió inquietudes del general Valenzuela “y algunos oficiales navales clave”: si el gobierno chileno era derrocado, ¿recibiría el nuevo gobierno el reconocimiento de Estados Unidos? ¿Recibirían las Fuerzas Armadas chilenas apoyo logístico por una acción contra el gobierno?
Entre la primera y la segunda reunión de Edwards con la CIA, Estados Unidos activó su máquina de guerra. Según recoge el libro “La conjura, Los mil y un días del golpe”, de la periodista y exdirectora de CIPER, Mónica González, el 16 de septiembre de 1970 se emitió el memorándum “Génesis del Proyecto Fulbelt”. Ese día Richard Helms convocó a una reunión secreta donde participaron altos jefes militares de Estados Unidos. El presupuesto disponible fue de US$10 millones. La idea era instigar un golpe de Estado antes de que Allende asumiera la Presidencia. El coronel al que se le encargó la misión, Paul M. Wimert, se contactó con dos militares chilenos: Camilo Valenzuela y Roberto Viaux.
El 22 de octubre de 1970, dos días antes de que el Congreso proclamara a Allende como Presidente, el plan se ejecutó: un comando de jóvenes de ultraderecha asesinó a René Schneider, el entonces comandante en Jefe del Ejército. Las armas (tres ametralladoras, municiones, granadas y gas lacrimógeno) ingresaron a Chile por valija diplomática.
Poco más de un mes antes, en su segunda reunión con la CIA, Agustín Edwards había entregado su apreciación sobre Roberto Viaux.
“Aunque las ambiciones y declaraciones erráticas de Viaux han disminuido un poco su apoyo, (Edwards) cree que el fuerte atractivo demagógico de Viaux y su influencia entre los suboficiales probablemente compensan la infiltración de influencia izquierdista en la estratégica Escuela de Suboficiales de Santiago. La pregunta clave es si Viaux se conformaría con nada más que un papel como miembro de un equipo que emprende una acción militar cuando su fuerte predilección es liderar”, parafrasea el informe de la reunión.
Edwards también planteó que los dos hombres claves en una acción militar eran Viaux y Carlos Prats, entonces el segundo al mando del Ejército. Sobre Prats, el informe de la CIA señala lo que dijo Edwards: “Describió a Prats como cauteloso, calculador, muy ambicioso y muy capaz. Está bien considerado por casi todos los oficiales del ejército y posee las cualidades de las que carecen otros oficiales para convertirse en un punto de reunión para la acción. Sin embargo, al igual que otros que hablan muy bien de Prats, (Edwards) parece no tener una idea clara de las actitudes políticas de este general”. También agregó que las relaciones entre Prats y Viaux no eran buenas: “De particular importancia, señaló (Edwards) es la enemistad de larga data entre Viaux y Prats”.
Considerando el crimen que ocurriría un mes después, entre los puntos más relevantes del informe de la segunda reunión de Edwards con la CIA se cuentan los datos sobre Schneider que entregó el dueño de El Mercurio:
“(Edwards) dijo muy poco sobre este oficial excepto para indicar que no creía que Schneider tomaría parte alguna en una posible acción contra la asunción de Allende a la Presidencia y que si fuera nombrado ministro de Defensa, como se ha rumoreado, sería un ‘verdadero lío’”.
Luego del asesinato de Schneider no se produjo un golpe de Estado. Aunque el plan consideraba que el mando militar en Santiago lo asumiría el general Camilo Valenzuela, tal como había adelantado Edwards a la CIA el 18 de septiembre, eso no sucedió.
El general Viaux contó lo ocurrido en una entrevista que recoge el libro “La conjura”. Una vez eliminado Schneider, debían entrar en acción el general Camilo Valenzuela, el almirante Tirado y el general de Carabineros Vicente Huerta. ¿Por qué no lo hicieron? Responde Viaux: “Creo que por temor. El general Valenzuela fue nombrado jefe de la Plaza con toque de queda, él era la máxima autoridad, con todas las fuerzas bajo su mando y con la planificación lista para actuar. Traté de hablar con él, fue imposible”.
Sobre el general de Carabineros Vicente Huerta, Edwards también entregó referencias positivas a la CIA: “El comandante de carabineros, general Vicente Huerta Celis, podría contar con el apoyo de sus tropas y probablemente también con la mayoría de sus oficiales (…). Huerta y el general Valenzuela se llevan bien y comparten muchas opiniones similares”.
Edwards puso el acento en el compromiso que habría tenido Carabineros con el golpe: “Reiteró su creencia de que la policía nacional, la fuerza uniformada más grande y probablemente la mejor entrenada y mejor armada de Chile, ciertamente se uniría a cualquier movimiento contra Allende. Han estado bajo una intensa presión por parte de los izquierdistas extremos sin que se les haya dado el visto bueno para tratar con ellos enérgicamente”, asegura el informe.
Pero Agustín Edwards no solo llevó apreciaciones de los generales a la CIA. También puso sobre la mesa un pliego de peticiones de los militares que conspiraban contra Allende.
“(Edwards) advirtió que es poco probable que los líderes de las Fuerzas Armadas tomen medidas sin varias garantías claras y específicas, principalmente de los Estados Unidos, porque temen que ellos y sus familias paguen un alto precio si actúan y no reciben una asistencia inmediata, decisiva y sustancial”, indica el informe de la CIA sobre la reunión del 18 de septiembre de 1970. Y luego detalla las exigencias expuestas por Edwards:
“Estas garantías tendrían que incluir:
a) apoyo logístico inmediato consistente en armas, municiones, transporte, equipo de comunicaciones y combustible;
b) apoyo económico inmediato y posiblemente masivo desde el exterior;
c) garantías de que no serían abandonados ni condenados al ostracismo por los mismos poderosos críticos estadounidenses que denuncian al gobierno militar de Grecia”.
En ese tiempo Grecia era gobernada por una junta militar, en un periodo al que se le llamó la “dictadura de los coroneles”, la que era fuertemente resistida por la comunidad internacional.
Edwards también transmitió que los “líderes militares chilenos querrían fuertes garantías de apoyo por parte de los civiles chilenos e indicaciones de los líderes políticos de que la acción de los militares refleja las actitudes de los civiles”. Y rechazó la posibilidad de un respaldo militar directo de otro país: “Ningún chileno, militar o civil, consideraría la oferta de respaldo militar de (tarjado) como un factor motivador para actuar en contra de la perspectiva de un gobierno marxista. Si se ofreciera, tal respaldo podría tener exactamente el efecto contrario”.
El informe finaliza con la apreciación de Edwards sobre algunos líderes políticos. Entonces es cuando vuelve a manifestar sus reparos con el liderazgo del entonces Presidente Frei Montalva: “Reiteró su creencia de que el presidente Frei no actuará para desencadenar una acción militar para evitar un gobierno de Allende, y dijo que sentía que el presidente podría incluso agradecer enfrentarse al hecho consumado de un golpe militar y sentirse aliviado de ser expulsado del país”.
CIPER conversó con Peter Kornbluh, el investigador del National Security Archive que ha sistematizado la información desclasificada en Estados Unidos sobre Chile. Además del relanzamiento de su libro, Chilevisión está preparando una serie documental con los secretos que guardan los archivos estadounidenses sobre la intervención de ese país en Chile desde antes de la elección de Allende, en 1970, y hasta 1988.
-Según su experiencia investigando la intervención de Estados Unidos en Chile antes y durante la Unidad Popular, ¿Fue Agustín Edwards el chileno que más pujó por una intervención en contra del gobierno de Allende?
– Más que ningún otro chileno, militar o civil, Agustín Edwards fue el más temprano, contundente y efectivo proponente de la intervención de Estados Unidos para socavar las instituciones democráticas y procesos constitucionales de su propio país. Sólo días después de la elección de Allende, Edwards fue el primer chileno de alto perfil en ir a la embajada de los Estados Unidos y exigir acciones para impedir el ingreso a La Moneda del presidente electo. Cuando no obtuvo la respuesta que quería del embajador de Estados Unidos, voló a Washington. Es el único chileno, militar o civil, que se sabe que se encuentra cara a cara con el director de la CIA, Richard Helms. Y es el único chileno, militar o civil, que registra ahora la historia, que se reunió en el Despacho Oval con el presidente de los Estados Unidos.
Kornbluh agrega que “los resúmenes desclasificados de sus conversaciones con la CIA durante ese viaje, revelan que Edwards es el informante más importante cuando la administración de Nixon se preparaba para intervenir de manera encubierta en Chile. Y más que un informante de alto nivel, Edwards y su cadena de periódicos se convirtieron en activos clave en los esfuerzos de Estados Unidos para fomentar el caos en Chile y crear un clima golpista.
“Documentos de la CIA identifican a El Mercurio como ‘un megáfono’ para la oposición a Allende. La CIA acreditó que su programa de propaganda encubierta y los pagos al diario de Edwards ayudaron a “preparar el escenario para el golpe militar del 11 de septiembre de 1973”. Después del golpe esos pagos continuaron como un apoyo de la CIA a El Mercurio para que este ayudara al régimen de Pinochet a consolidar su dictadura, ocultando la represión y presentando al nuevo régimen como una ‘luz positiva’”.
-En su libro usted cuenta que la CIA evaluaba intervenciones para evitar que Allende asumiera el poder, ¿La actuación de Edwards fue decisiva para que se adoptara esa postura?
– Sólo seis horas después de reunirse con Edwards, el presidente Richard Nixon ordenó personalmente a la CIA que «haga chillar la economía» en Chile y que bloquee la asunción de Allende. El mismo director de la CIA testificó después en el comité especial del Senado (el comité Church) que él pensó que las órdenes de Nixon se desencadenaron por la presencia de Edwards en Washington. Claramente, la influencia de Edwards afectó en la decisión imperial de Nixon de comprometer el poder encubierto de Estados Unidos para alterar el futuro de Chile.
-¿Existen documentos que revelen si la relación de Edwards con los directivos de la CIA y con el gobierno de Estados Unidos se extendió más allá del golpe militar de 1973?
– Sí, la CIA solicitó fondos adicionales para El Mercurio tras el golpe, para justificarlo e inclinar favorablemente a la opinión pública chilena hacia el nuevo régimen militar. Ese documento está citado en el libro. Los pagos secretos continuaron hasta junio de 1974.